Un Programa electoral, antes era entendido, básicamente, como una prospección de futuro.
Pero no una prospección minera al fondo de la tierra, como los viajes de Verne al centro del planeta; sino como una prospección temporal al fondo del tiempo.
Un viaje al más allá a través del espejo del Programa Electoral.
Como ‘Alicia en el País de las Maravillas’ de Lewis Carroll.
Por ello, en esa zona pasada del Tiempo/Espacio, se hablaba de ‘Programa Máximo y de Programa Mínimo‘.
Se hablaba ‘De lo más lejano y de lo más cercano’.
La conquista de la Tierra y la conquista del Espacio.
Se hablaba de la Utopía y de la Geografía.
El ‘Programa Máximo’ era pues, el marco convivencial del futuro lejano. La ‘Casa común del Futuro’.
Y el ‘Programa Mínimo’ era el cuadro habitacional del futuro en la esquina o a su vuelta. La ‘Casa estrecha del Presente’.
Aquel, un conjunto de propuestas y de vaticinios para transitar el ingrávido futuro.
Y ello sin ser una Agencia de Viajes o un Tour Operador.
Como si de una línea de viajes se tratara.
Pero ¿viajes con quien y a donde?
Luego prevaleció el criterio de un Programa electoral como un Contrato de Arrendamiento entre la formación ofertante y los electores votantes.
Del tiempo del viaje, al espacio de una casa con hipoteca.
Por ello, “Me quedo en su casa los próximos cuatro años”.
Luego ya veremos, si hay prórroga o hay cancelación del Contrato.
Las últimas tendencias señalaban al Programa Electoral como un Relato político-social.
Que podía ser un best-seller o podía ser un fracaso estrepitoso.
Miedo a leer o, también ‘Todo el día leyendo’.
Finalmente, parece prevalecer el concepto de Programa Electoral como Spot Publicitario.
Véase y mírese: entre las sonrisas y los amantes de los gatos.
Un eslogan, una imagen y un producto que ofertar en el mercado. Incluso una sonrisa gatuna.
‘Pruebe, compre y compare’, ¿o es al revés? ‘Compare, compre y pruebe’.
Y luego vote. Salvo Cayo Lara. Que duda en hacerlo.
José Rivero
Divagario
