Son, aunque cada vez menos, parte de nuestras vidas, erguidas en plena calle y siempre dispuestas a una buena conversación. Las cabinas, reinas no hace mucho del mobiliario urbano, sucumben ante el inexorable avance tecnológico de la telefonía móvil. Desparecen poco a poco, sin hacer ruido, como la que hasta esta mañana daba servicio (de cuando en cuando) en la Ronda de Alarcos a algún despistado y a los renegados de era digital y las nuevas tecnologías.