La Europa de los ciudadanos

Centro de Información Europe Direct Ciudad Real.- Este año se cumple el 30º aniversario del ingreso de España y Portugal en las Comunidades Europeas, desde entonces los avances que ha experimentado nuestro país han sido considerables en todos los aspectos, y con ellos las ventajas para los ciudadanos y ciudadanas que han pasado a ser también partícipes de un proyecto social y político más opiniongrande, un proyecto que sobrepasa los límites nacionales, se han convertido en ciudadanos de la segunda democracia más extensa del mundo, y la primera en cuanto a políticas sociales – dentro y fuera de sus fronteras – y Estado del Bienestar. La ciudadanía europea es un logro, pero aún hay mucho que recorrer para alcanzarla de forma plena.

En palabras de un filósofo y pensador español de nuestra época: “la idea de una ciudadanía europea es casi tan antigua como la propia idea de Unión Europea”. Podría situarse los orígenes de esta aspiración en el contexto de la segunda posguerra mundial, cuando los deseos de unidad y solidaridad entre los pueblos recorrieron todos los rincones del viejo continente, sin embargo, nos atreveríamos a decir que la idea de ciudadanía común es incluso anterior en muchos casos, superando incluso diferencias y barreras ideológicas, y la prueba de ello la tenemos en dos hechos, considerados como unos de los primeros hitos de este proceso: el “Manifiesto de Ventotene”, escrito en Italia antes incluso de finalizar la II Guerra Mundial (en 1941) y el informe de Leo Tindemans, de 1974.

En la Italia fascista un grupo de presos políticos, ligados la mayoría de ellos al Partido Comunista Italiano, y entre los que destacarán Altiero Spinelli – considerado hoy uno de los Padres Fundadores de la Unión Europea – redactaron de forma clandestina y en distintas lenguas el llamado “Manifiesto de Ventotene” en el que abogaban por el federalismo europeo. Idea que no solo encontramos en los movimientos de Resistencia de izquierdas, sino también en el campo liberal, combatiente igualmente del fascismo y el nazismo, con la diferencia que en este caso abogaban más por las reformas que por la revolución social, y no veían incompatible una Europa unida, y a la vez integrada en el bloque capitalista occidental (la OTAN y los beneficios del Plan Marshall), es el caso del proyecto de Leo Tindemans, político belga democratacristiano, aunque muy concienciado con los problemas de la clase obrera en su país, que a principios de los 70 abogó en un informe por una Europa federal en la que la ciudadanía común jugase un papel fundamental.

Son solo los inicios de un ambicioso y esperanzador proyecto, no carente de obstáculos, pero desde entonces se han sucedido algunos otros hitos importantes: en 1988 una delegación española en el Consejo Europeo celebrado en Roma presenta un proyecto de ciudadanía común, y dos años más tarde se da un avance importantísimo en este aspecto con el Tratado de Maastricht.

El reciente fracaso del Referéndum sobre la Constitución Europea ha supuesto cierto freno a un proceso que parecía imparable y que se encontraba en una fase bastante avanzada, aunque el Tratado de Lisboa haya contribuido a “rescatar” en cierto modo las bases de este proyecto, nos encontramos ante un contexto histórico nuevo, las crisis económicas y humanitarias que está viviendo Europa están poniendo a prueba la solidaridad entre sus Estados miembros, han surgido recelos entre la opinión pública y ha crecido el euroescepticismo incluso en los países fundadores de la Unión y donde más fuerza y raigambre ha tenido siempre la idea de ciudadanía europea, no obstante, los logros alcanzados están ahí, son innegables, y las dificultades abordadas en el pasado también fueron de peso, por lo que somos muchos los que tenemos esperanzas en la continuación de este proyecto, en la ampliación de los derechos de ciudadanía europea.

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