Si los anteriores elementos relatados, componían piezas singulares del repertorio edificado histórico y fueron abatidos en ese canje misterioso de la sensibilidad ausente y del negocio presente, ¿qué podríamos decir del destino de otros elementos edilicios menores, sin apenas cobertura histórica y con más dificultades estilísticas y formales de salvaguarda y defensa?
Elementos menores, esquinazos de sueños quietos, secuencias urbanas coherentes y amalgamadas, conjuntos argumentales de la vieja ciudad heredada y no en la clave explicitada por el alcalde Ballester, pasaron al frío del olvido de la extinción, como ya advirtiera años más tarde el trabajo de un semanario nacional. “La especulación del suelo y el boom de la construcción de los años del desarrollo franquista convirtieron en material de demolición las pocas casas típicas y solariegas que quedaban en la ciudad. Hoy, a la capital manchega le ha quedado lo peor de la vieja y caótica urbanización antigua en el trazado de sus calles y los más feo de la arquitectura contemporánea del desarrollismo opusdeiano”[1].
Casas solariegas y palacetes burgueses del siglo XIX –del Marqués de Villaster, de García Ibarrola en Toledo[2], de Navas en Lanza, de Barrenengoa y de Messía de la Cerda en la plaza del Pilar, casa de Ayala en Alarcos, casa Barrenengoa en Calatrava–; Cines y Teatros –Liceo de la Amistad, teatro Cervantes, cine Olimpia, cine Proyecciones, más recientemente el cine Castillo–; edificios públicos –Academia General de Enseñanza, Circulo de la Unión, Audiencia Provincial, Ayuntamiento y Seminario Conciliar decimonónicos, edificio de Correos, estación de la Puerta de Ciruela, Cárcel Provincial–; elementos racionalistas de Arias –-Casa de Socorro, Garaje Ford–, componen algunas secuencias urbanas de ese proceso de extinción sin pausa y mesura. Por no hablar de la remoción genérica de todo el tejido residencial operada entre la década de los sesenta hasta 1979, y que pasaban de dispositivos habitacionales coherentes con la morfología urbana, a tipologías genéricas de bloques abiertos en alturas. Por no hablar de esas otras operaciones de apertura (‘sventramento’ las llaman en Italia), consistentes en trastocar alineaciones y macizar interiores, para producir un incremento del rédito edilicio. Sustitución como la qe representa emblemáticamente la mutación del Seminario y de los campos deportivos anejos, por el conglomerado del Grupo Santa Marta, de la residencia sacerdotal, del nuevo edificio de Sindicatos y de otro grupo promovido por la Caja de Ahorros de Ronda.
¿Qué se puede decir de todo ello? Y ¿qué decir de las proclamas entusiastas de redención urbana?, ¿compartían sus corifeos interesados, los resultados devastadores? Todo ello no refleja sino la prolongación temática y conceptual de los años 60 entonada, tempranamente, por un Julián Alonso alucinado y estupefacto. ¿Cómo es posible que Corporaciones administrativas tan apegadas a lo ‘local’, Comisiones Provinciales de Monumentos, Doctos Institutos de estudios, y reputados intelectuales locales, se avinieran a una mutación tan lejana de la inteligencia y tan distante de la sensibilidad? ¿Y a qué precio toda esa mutación tan severa?
[1] Las ciudades, Cambio 16, 20 abril 1981.
[2] En 2015 con motivo de la inauguración de la ampliación del Museo Quijote, se exhibían las portadas de casas abatidas, como las de Ibarrola, Poblador o Marqués de Villaster. Y se exhibían como los trofeos resultantes de una simpar cacería.
Periferia sentimental
José Rivero
Ayer en el pleno municial todos estaban muy interesados en «cambiar» el aspecto de la Plaza de Cervantes. Recorro mi ciudad y no la reconozco.