Pilar Callado. Diputada y portavoz de Mujer del Grupo Parlamentario Socialista en las Cortes de C-LM.- Destacar en el calendario el 22 de febrero, Día Europeo por la Igualdad Salarial, nos hace recordar que en nuestro país, las mujeres ganan de salario medio un 24% menos que los hombres y que las mujeres continúan trabajando, casi dos meses, de forma gratuita todos los años.
La igualdad entre mujeres y hombres es uno de los valores primordiales de una sociedad igualitaria, pero esta fecha nos recuerda que no es una de sus realidades fundamentales. La brecha salarial de género, que no ha parado de aumentar en los últimos años, refleja las desigualdades en el mercado de trabajo y una discriminación que aún siendo ilegal en toda la Unión Europea todavía sigue existiendo “de facto”. Sirva el dato de que en España prácticamente el 70% de los casi dos millones de personas asalariadas que perciben el salario mínimo son mujeres.
A la desigualdad salarial entre mujeres y hombres se suman otros factores claramente discriminatorios como son: la precariedad en las condiciones laborales de las mujeres con contratos a tiempo parcial, el hecho de que sus vidas laborales sean más accidentadas que la de los hombres porque entran y salen más a menudo del mercado de trabajo, ya que son ellas las que normalmente concilian la vida laboral con la familiar (según fuentes estadísticas 7 horas más en el cuidado de menores, mayores y dependientes, y 10 horas más de trabajo en el hogar). Finalmente, las mujeres hacen más trabajo extra no remunerado que los hombres.
Pero hay otros elementos importantes a tener en cuenta que acentúan esta desigualdad. Por ejemplo, a la hora de quedarse desempleadas las ayudas de protección que reciben las mujeres son menores (los hombres cobran un 22 % más de protección social) y en los contratos a tiempo parcial se pueden hacer horas extraordinarias sin necesidad de cotizar, por lo que dentro de unos años tendremos menos mujeres con posibilidades de tener una pensión digna ya que a renta menor, pensiones más bajas.
Para que en pleno siglo XXI las mujeres no tengan que trabajar más para percibir el mismo salario que sus compañeros por el mismo puesto de trabajo y con la misma cualificación profesional, para que exista la paridad en los órganos de decisión rompiendo el denominado «techo de cristal» (menos del 4% de los altos cargos de las principales empresas son mujeres), la sociedad en su conjunto tiene que sensibilizarse y reconocer en primer lugar los datos objetivos que ponen de manifiesto las desigualdades de género en el mundo laboral y ha de ser consciente de que es una realidad evidente. En segundo lugar, tendremos que acabar con los roles y los estereotipos de género por medio de políticas de corresponsabilidad y coeducación y por último, tendremos que valorar los puestos de trabajo y funciones asociadas desde una perspectiva de género e igualdad entre mujeres y hombres.
Si queremos que las mujeres tengan la posibilidad de alcanzar un verdadero desarrollo personal, económico social y un auténtico empoderamiento, hemos de conseguir un progreso profesional en condiciones acordes a sus capacidades y a sus necesidades. Una sociedad solo se afianza y consolida desde posiciones de igualdad y esa igualdad comienza con el empleo y con una misma retribución salarial entre mujeres y hombres.
Debemos marcarnos como objetivo el que las mujeres en nuestro país estén en igualdad de condiciones que los hombres en el empleo. Hemos de reivindicar en un día como hoy una Ley de Igualdad Salarial entre mujeres y hombres que acabe con la desigualdad retributiva y con la sobrecarga del trabajo doméstico y de cuidados que soportan las mujeres, hemos de articular medidas de conciliación pero sobre todo de corresponsabilidad familiar y equiparación de los permisos de maternidad y paternidad.
Es hora de cerrar la brecha de género en todos los sectores y ocupaciones, es una cuestión de justicia y equidad.