Enrique Díez Barra. Secretario de Política Municipal y Portavoz de la Ejecutiva Local del PSOE de Ciudad Real.- Es muy posible que en una situación tensa, o cuando están enfadados por algo, escriban y una vez escrito un párrafo en el que vierten toda su indignación, decidan borrarlo. A mí me ha ocurrido en algunas ocasiones. Dicen que es por la adrenalina que nos impide controlar los impulsos de nuestra parte animal.
Siempre que lo he hecho me he encontrado mejor. He podido controlar mi reacción más primaria y el resultado de lo escrito ha sido más constructivo; he verificado que el cerebro y su resultado -la inteligencia- funcionan mejor que la primera y más primitiva reacción.
La ventaja de escribir es, justamente, el hecho de poder borrar; el texto queda ahí, como quedan las grabaciones de lo hablado, pero eso sí tras pensarlo dos veces al menos. Por eso quien ha asumido voluntariamente la posición de representar a los ciudadanos y tiene la ocasión de hablar ante los medios de comunicación, o en el transcurso de los plenos de diversas corporaciones, debe controlar su adrenalina y no soltar por su boca todo lo que le viene en gana. Cuando una persona representa a muchas otras se hace necesario aplicar la inteligencia para cumplir mejor el compromiso de representar.
Cualquiera que conoce un poco de comunicación sabe que cada vez que hacemos una manifestación pública la consideración que de nosotros tienen los ciudadanos sube o baja. Para la persona que actúa en política es recomendable que la consideración que se tiene sobre ella crezca, o al menos se mantenga. Es recomendable para ella, para la política y para lo más relevante, la capacidad de poder resolver los problemas de vida cotidiana. Cuando se reflexiona poco los ciudadanos nos suspenden.
Las intervenciones orales, y aún más las escritas, cuando son gruesas, cuando nos fluye a la boca la adrenalina, son poco constructivas y aún menos didácticas; dan mal ejemplo y no hacen de la política el noble arte de defender las convicciones y los intereses de quienes representamos. Sin embargo, la mesura y el sosiego permiten el análisis y generan la argumentación que busca convencer y, si es posible, persuadir a quienes piensan distinto a nosotros.
La prudencia y medir nuestra palabra son buenas actitudes cuando se gobierna y, si me permiten, cuando se debe hacer oposición.
La oposición a la oposición, el linchamiento del adversario político utilizando las instituciones que nos representan a todos es reprochable, indefendible e injustificable. El bochornoso espectáculo que dieron los ediles del Partido Popular, sólo es comparable al reprobable comportamiento de la alcaldesa y demás concejales socialistas y al cinismo de los concejales de Ganemos/Podemos utilizando un auto judicial para insultar a los ediles populares.
A mí, me cuesta mucho ganar el dinero. Si un político utiliza el dinero público en su beneficio, si favorece a un proveedor, o incumple la ley, al juzgado con él. Pero el espectáculo que TODOS dieron el otro día fue vergonzoso. Sólo faltaba Conchita y su polígrafo.
Mientras todo esto ocurre, sólo la inercia nos impide caer.
Claro claro claro, segun tu, debian haber ido a denunciarlo al juzgado en SECRETO (no vaya a ser que nos enteremos que algo huele a corrupcion) y sin pedirle explicaciones al PP.
El control de la adrenalina sirve solo sirve para engañar al polígrafo, y eso lo saben bien los «indignados»; en un país donde nunca ha habido ninguna verdadera revolución que merezca ese nombre, ni siquiera burguesa, esto lo saben de sobra. Ya solo sirve la indignación bien dirigida contra el poderoso, porque los débiles son los que sufren siempre primero las consecuencias de los errores de los instalados y los que menos abogados pueden contratar para defenderse de gente invulnerable a causa de sus ridículos aforamientos y privilegios para durar donde no deberían sino ser sustituidos si existe normalidad democrática. Léase la historia del escita Anacarsis: hay una doble justicia y un doble lenguaje y los poderosos tienen mas derechos que deberes y los débiles más deberes que derechos. Todos deberíamos tener iguales deberes que derechos. Si no hubiera indiganción la sociedad nunca progresaría, es decir, estaría como hemos estado hasta ahora.