Fermín Gassol Peco.- No es la primera vez que ocurre y probablemente no será la última. En este país de panderetas mentales y de leyes para todo que no para todos… suceden cosas tan surrealistas como la que mi pariente y compañero en este diario, Luis Mario Sobrino incorporaba hace unas fechas a su muro de Facebook.
Un camión de bomberos en Granada que lógicamente iba a “toda leche”para apagar un fuego… fue multado por exceso de velocidad. Una versión alucinantemente posmoderna como todo lo de ahora de aquel “Todo es posible en Granada” (a mayor gloria de Sáenz de Heredia, Rabales, Isbert´s, Bardem´s y Riquelmes)… que también en otros lugares.
Y es que hace un par de años apareció una noticia similar acaecida en, cuan Quijote, no recuerdo el nombre. En aquella ocasión eran también los agentes de tráfico los que multaron al conductor de un coche de bomberos que se dirigía a intervenir en un grave siniestro por ir al “corte” (sic) demasiado rápido. El “temerario” bombero declaraba que no era la primera vez que le ocurría. En su pliego de descargo justificó las prisas con las que conducía diciendo que la urgencia en estos casos es primordial por el bien de todos y sobre todo para los dueños de la casa en llamas y que lógicamente se saltó alguna señal de tráfico y también un radar circulando a ciento veinte con señal de hacerlo a cien.
El recurso fue presentado y la verdad es que no llegué a saber si fue atendido por los “sesudos y despejados decisores del caso” que requirieron del bombero infractor la prueba de que la causa del exceso de velocidad se debió al hecho de que realmente iba a auxiliar a las víctimas del siniestro. Más burocracia surrealista, imposible. En el reciente caso de Granada ha sido el sindicato CSIF quien ha salido en defensa del infractor atacado por un exceso de celo profesional. En el caso anterior, el dueño de la casa se ofreció a pagar los 100 euros de multa porque más se perdió y quemó en Cuba y además los bomberos llegaron a tiempo. Este acojonante hecho viene a confirmar aquella máxima de que las prisas no son buenas consejeras, ni tan siquiera para ir a apagar el fuego… de la casa de otro, claro.
Hace bastantes años ya, un amigo y servidor tomábamos unos “chatos” en el desaparecido bar La Campana; la conversación transcurría, serían las dos de la tarde, sobre el cocido de garbanzos que mi compañero de barra iba a pasaportar en unos momentos, del olor y sabor que su madre conseguía con el fuego lento de aquellas oscuras cocinas de carbón.
En una ciudad tranquila y silenciosa, sin apenas circulación como entonces era Ciudad Real, la sirena de los bomberos resultaba un sonido extremadamente raro. Pues bien, saliendo del bar oímos una y sin darle mayor importancia seguimos caminando, charlando hacia la casa de mi amigo. El sonido de la sirena se hizo más intenso ya que se aproximaba hacia donde nos encontrábamos; ¡anda si va para la zona donde vivo! y el paso cobró rapidez; ¡¡si es en mi calle!! dijo con voz elevada; lleno de curiosidad, estirando “la gaita” doblamos la esquina y ya con tono potente lanzó un ¡¡¡coño….pero que es mi casa!!! …y pies para que os quiero. El agradable olorcillo a potaje que tenía en su mente se convirtió de pronto en negro olor a madera ante sus ojos. De la indiferencia a la curiosidad, de la curiosidad al sobresalto y del sobresalto a la angustia de ver como se estaban quemando… los garbanzos.
La cosa quedó en nada, los bomberos llegaron a tiempo de salvar los muebles y el inmueble. Por entonces en Ciudad Real todavía no teníamos semáforos ni pasos de cebra, ceda el paso y menos todavía radares. Los más “veteranos” de ustedes recordarán que tan solo a Montarroso, Vendrell y dos guardias más en las esquinas de Lanza con Mata y Paloma con Calatrava.
JAJAJA, qué bueno.
Me ha resultado una delicia leerlo y recordar los olores del citado bar y sus ¿Dos plantas, no?. Cómo me acuerdo de ir a la Campana con la familia, de los dos personajes que mencionas y de sus «esquinas»… Todo de cuando la mayoría de las calles solo tenían una triste bombilla colgando de lado a lado de la calle y eran puro barro y piedras. Cuando el centro era de adoquines negros y teníamos solo un coche de bomberos que regaba las soporíferas tardes del verano las calles principales y, si te pillaba, te ponía «finos» los zapatos.
Ahora nos hemos uniformizado de tal manera (incluido radar…bueno Ladar, que aquí somos más chulos o chinos. No sé) que uno no sabe si está en Valdemoro, Getafe, Alcorcón o Ciudad Real…porque ya todo es igual, hasta las multas por velocidad o las del multacar…
Siguiendo en plan nostálgico…decir que antes de la construcción del actual edificio del Consistorio,el parque, versus coche de bomberos, estaba en una gran cochera situada entre la entrada actual al Ayuntamiento y lo que antes fueron las «once puertas»,hoy Unicaja.
Como anécdota: Un año se montó la carroza del Desfile de la Batalla de Flores que se celebraba en Fiestas el día 16 de Agosto en esa cochera. Cuando se dieron cuenta, no cabía por la puerta. Hubo que recurrir a los bomberos…pero sin salir de casa, ja,ja,ja…
Gracias por la alusión, Fermín.
Un toque de humor para un tema serio.!
Creo que el humor es lo que nos puede salvar de estas y otras situaciones mucho más incendiarias. No lo perdamos nunca. Un abrazo.