Eusebio Gª del Castillo Jerez.- Pañí, que significa agua en caló, es un proyecto impulsado por cuatro jóvenes -María Nieto Arcos, Ana López-Lendínez, Abel Dossantos y Ángel Ramón Bobadilla-, vinculados a diferentes colectivos sociales, y cuyo fin es promover el empoderamiento de la infancia y la juventud de Ciudad Real en situación de exclusión social para que transformen su realidad a través de iniciativas carácter medioambiental. En concreto, sus primeras propuestas, un plan integral de gestión de residuos y un huerto ecológico, van dirigidas a recuperar la barrida de San Martín de Porres.
Desde Pañí pretenden que la juventud de esta zona de Ciudad Real sea consciente de su realidad, desee transformarla y lo haga de una manera sostenible. «Luchamos -subrayan- por que la juventud aprende y crezca de una manera crítica y responsable».
«Tenemos claro -señalan- que la única forma de luchar contra la pobreza es mediante alianzas entre los distintos actores de sociedad civil, incluidas las instituciones públicas, con el objetivo de que todas la personas puedan disfrutar de una vida digna y plena». Opinan, además, que es necesario «alzar la voz» contra la discriminación y la marginación de las personas en situación de pobreza.
Esta asociación basa su proyecto en la filosofía del empoderamiento, «cuyo origen procede de la educación popular desarrollada por Paulo Freire, muy ligada al llamado enfoque participativo». El empoderamiento, explican, consiste en «un proceso de reducción de la vulnerabilidad y de incremento de las propias capacidades de los sectores pobres y marginados, que conduce a promover entre ellos un desarrollo humano y sostenible».
Entre los objetivos de esta iniciativa señalan la puesta en práctica, a través de metodologías participativas, de un sistema de gestión integral de residuos para la recuperación de la zona. Además, difundir los principios básicos de la agroecología, utilizando para ello un huerto comunitario, y desarrollar las habilidades sociales, colectivas y cooperativas de los vecinos de la barriada para favorecer una participación ciudadana activa. Asimismo y a raíz de lo anterior, generar «espacios de confianza» en los que trabajar aspectos psicosociales.
Además del empoderamiento y la participación ciudadana, que ya se han mencionado, la metodología por la que apuesta este colectivo es la del aprendizaje servicio, una propuesta educativa que, como su propio nombre indica, combina aprendizaje y servicio a la comunidad en un mismo proyecto, «en el que los participantes, motivados hacia una determinada problemática, actúan sobre el entorno con intención de mejorarlo».
San Martín de Porres
La comunidad gitana, recalcan desde Pañí, es la minoría étnica que más ha padecido problemas de segregación racial en nuestro país. Según datos de la delegación de la Fundación Secretariado Gitano, la población gitana en Castilla –La Mancha supera las 20.000 personas, el 5% de la comunidad gitana española. «Es un gran sector de la población que vive situaciones de exclusión y al que la coyuntura económica no está favoreciendo».
A pesar de que en las últimas décadas se ha producido una sensible mejora en las condiciones de vida de los gitanos, propiciada por el acceso a los sistemas de protección social, «continúan constituyendo uno de los grupos más vulnerables y, en términos generales, son de los ciudadanos castellano-manchegos más excluidos social y económicamente».
San Martin de Porres es una barriada de la periferia de Ciudad Real cuyo origen se remonta a la década de los setenta. Por entonces, recuerdan, se construyeron viviendas para alojar a la comunidad gitana «sin planificación urbanística previa, sin servicios públicos, equipamientos, etc. y sin conexión con el resto de la ciudad».
A lo largo de los años, este espacio urbano «se ha degradado progresivamente y ha evolucionado negativamente en varias facetas: urbanística, física y social». Este conjunto de elementos disruptivos, apuntan, está dificultando la cohesión social «y ha promovido, en general, actitudes y comportamientos irresponsables que se reflejan en el mal uso y cuidado de algunas viviendas». Los pocos espacios públicos que existían en la zona se han convertido en vertederos improvisados de basura.
El panorama laboral en la barriada es dantesco, con más del 60% de la población en edad de trabajar está en paro y con un nivel de formación deficitario para acceder al mercado de trabajo.
Además, hacen hincapié en que la imagen negativa proyectada al resto de la ciudad es una dificultad añadida para la integración social y laboral de la vecindad de esta barriada, catalogada por las administraciones públicas como «zona conflictiva».
Diversas organizaciones que trabajan en el barrio concluyen que en esta área urbana se producen situaciones de exclusión social, «debido a factores relacionados con las deficiencias residenciales, urbanísticas, altos índices de absentismo escolar, altos niveles de desempleo, escasa formación para acceder al mercado laboral, deficiencias higiénico sanitarias, etc.»
Los actos incívicos y la ausencia de normas en una barriada donde impera la ley del silencio y la cultura de la violencia impiden la convivencia y la utilización de sus espacios públicos.
Desde Pañí abogan por la recuperación en San Martín de Porres de estos espacios públicos, de una manera sostenible «para mejor así las condiciones de salubridad y las relaciones sociales en el barrio». La importancia de los espacios públicos como control social natural, remarcan, ha sido destacada por numerosos urbanistas. «Para Oscar Newman, el control social del espacio público es básico para solucionar problemas de la vulnerabilidad del espacio residencial, de las familias, de la persona».
Bien por ellos/as!!!!!!!!!!!!!! Me parece una buena forma de trabajar en estos contextos, cualquier aportación por pequeña que sea es bienvenida!! todo suma!!!!!!!!!!!!!!!!!!