Juan José Rubio Guerrero. Catedrático de Hacienda Pública en la UCLM.- La economía española ha iniciado en 2015 un importante cambio en su dinámica de crecimiento entrando en una fase de impulso estable de la actividad económica, pero que debe ser potenciada por el desarrollo de una agenda reformadora que incardine una hoja de ruta para una consolidación de un escenario de crecimiento a medio plazo y que debe permitir crear en torno a medio millón de empleos anuales en los próximos tres años.
Los últimos datos adelantados indican que el PIB español ha crecido un 3,2% en 2015 con una previsión para 2016 que oscila entre el 2,4 y el 3%.
Situación económica de partida
El comportamiento de la economía española en 2015 ha sido positivo: la demanda está apoyando su crecimiento en el consumo interno, la construcción ha vuelto al terreno positivo después de años de ajuste tras la explosión de la burbuja inmobiliaria, la reforma laboral ha dado mayor flexibilidad a las empresas para ajustar sus plantillas a los nuevos condicionantes garantizando la supervivencia de muchas de ellas que, con otro escenario, hubieran sucumbido agravando el problema del paro, el sector exportador, a pesar de la ralentización de la demanda externa, siguen manteniendo un pulso firme, el sector público cada vez esta más equilibrado gracias a la senda de consolidación fiscal desarrollada en la pasada legislatura y el crédito ha comenzado a fluir con normalidad hacia todos los sectores de la sociedad en forma de créditos a la inversión o al consumo.
Por Comunidades Autónomas, según BBVA Research, Baleares (3,3%), Madrid (3,1%), La Rioja (3,1%), Canarias y Castilla-La Mancha (3%) serían los CCAA con mayores tasas de crecimiento, mientras que las regiones con menor crecimiento serían Asturias (2,1%) y Cataluña (2,4%), lo que supone una mala noticia para España dado la función locomotora que tiene esta región sobre el conjunto del Pais. Las tensiones centrífugas están pasando factura tanto a la región como al conjunto del Estado.
En este contexto, hay ciertos elementos que podrían justificar un cierta desaceleración en el comportamiento del PIB en 2016. El Sector exterior, que ha sido el salvavidas de la economía española durante la crisis ya que ha duplicado su peso en la composición del PIB desde 2008, muestra signos de ralentización por la caída de la demanda mundial y, especialmente, de China, emergentes y países del Golfo Pérsico. Si bien el efecto directo no tendría que ser importante, ya que nuestro comercio depende fundamentalmente de los socios comunitarios, podrían producirse efectos de segundo ronda si estos ven reducida su actividad exportadora que condicione sus tasas de crecimiento y sus demandas nacionales.
La mejor noticia, que pone en valor la reforma laboral iniciada, es que a pesar de la ralentización de la economía española en el cuarto trimestre de 2015, en el empleo no se percibe este cambio de tendencia. De hecho, en los útimos dos trimestres de 2015, con tasas más bajas de crecimiento, se ha mantenido inalterable la creación de puestos de trabajo. En todo caso, el comportamiento de la economía española va a venir, sin duda, marcado por lo que ocurra tras las elecciones del 20D que, lejos de resolver el problemas de gobernabilidad del País, ha incorporado nuevos elementos de duda sobre la estabilidad política y que puede abocarnos a nuevas elecciones tanto en Cataluña como para todo el País. La voluntad de los politicos y una visión generosa de los intereses de España van a ser claves para confirmar si la variable política se convierte en un aliado del crecimiento o en un enemigo de la recuperación y del bienestar de los españoles.
Condicionantes para 2016
El primer condicionante importante para nuestra economía sería el escenario económico mundial. Existen datos contradictorios sobre las previsiones del crecimiento económico mundial. Mientras que, por ejemplo, el BBVA considera que las perspectivas económicas mundiales son ligeramente más favorables que en 2015, los informes del FMI son pesimistas respecto a la senda del crecimiento mundial. Esta percepción se ve agravado por las tensiones entre Irán y Arabia Saudí, surgidas a primeros de año, que pueden condicionar el comportamiento del precio del petróleo y de las materias primas.
El segundo condicionante será el flujo de crédito canalizado hacia los sectores productivos que permitan afianzar negocios en precario en proceso de reconversión e iniciar nuevos proyectos de inversión productiva, especialmente en el sector industrial y de servicios, con una perspectiva a largo plazo, lo que permitiría generar un empleo estable y de calidad a través de una reducción de la temporalidad y un incremento de los salarios reales en función de ganancias de productividad. El hecho de que los precios del petróleo, salvo sustos como los de Irán-Arabia, se vayan a mantener bajos durante un tiempo moderado y de que la inflación vaya a seguir por debajo del 2% que el BCE se fija como objetivo, da un mayor margen a la política monetaria expansiva. Esta circunstancia, combinada con la depreciación del Euro debida a la reciente subida de tipos de interés de la FED americana, permitiría compensar la falta de demanda internacional.
Un tercer condicionante será la deriva de la política presupuestaria que se adopte por el gobierno que pueda formarse en España. Seguimos manteniendo altos niveles de déficit, pero, especialmente grave, son los niveles de endeudamiento público que soportamos y que se aproximan, en términos de relación Deuda Pública/PIB, al 100%. Será fundamental, y desde la UE nos marcarán estrechamente, mantener la senda de reducción del déficit hasta niveles inferiores al 3% de manera que podamos comenzar a reducir el abultado endeudamiento público.
Aunque 2015 ha sido un año record para las exportaciones y el turismo, la industria sigue lejos de los niveles máximos, aunque los indicadores adelantados de determinados inputs muestran que se podría convertir en el pilar del crecimiento económico en los próximos años. La demanda interna también podría consolidarse aunque todo ello dependerá del comportamiento del empleo, de la inflación y de las expectativas económicas que influyen sobre las decisiones de compra, especialmente, de bienes de consumo duradero. Por su parte, hay un conjunto de datos que, vistos en perspectiva, pueden hacernos sentir moderadamente optimistas: el consumo en comercio minorista sigue creciendo, hay más matriculaciones de coches, hay más gastos de energía como fundamento de mayor actividad económica, tendremos un año record de visitantes extranjeros, están creciendo las bases imponibles de los impuestos fundamentales y, especialmente, de los beneficios empresariales, están creciendo los préstamos a la agricultura, la quiebras de empresas se están reduciendo a un ritmo del 25%, lo que indica que el sector empresarial está logrando sanearse sin tener que incumplir obligaciones con proveedores. Sin embargo, en 2015, no hemos conseguido que el número de sociedades mercantiles refleje los buenos datos del crecimiento. Según el INE, la creación de sociedades se ha reducido en un 0,3% a lo largo del año, tras el estancamiento de 2014, aunque esto podría explicarse por la reducción del autoempleo que se produce ante el aumento de nuevas contrataciones por cuenta ajena, dada la mayor oferta de trabajo de las empresas que se produce en fases de crecimiento económico.
Lo que resulta evidente, y conviene destacarlo, es que la crisis ha cambiado la estructura productiva del país. Así, los servicios has pasado de representar, en 2005, el 66,8% de la producción nacional al 74%, mientras que la construcción se ha reducido del 11,6% a valores inferiores al 6%, mientras que la el sector industrial ha pasado del 21% al 17% en estos años. En este sector se abren unas posibilidades que debemos explotar y que comentaremos en un próximo artículo. En todo caso, la utilización de la capacidad productiva de España se sitúa en el 78,1% en el último trimestre de 2015, según la Comisión Europea. Es la cifra más alta registrada desde 2008 donde se alcanzó el 79,5%, lo que indica que la actividad de las fábricas y la producción de bienes, tanto de consumo como de inversión, se sitúan en niveles compatibles con un crecimiento estimado del 3% en 2016. Buenas noticias, en definitiva, para este comienzo de 2016 que esperemos no se vean ensombrecidas por causas exógenas a la propia dinámica empresarial tanto a nivel nacional como internacional.