Fermín Gassol Peco.- Año y legislatura nueva. A trabajar se ha dicho. Se acabaron los rodillos “rojos y azules”, se terminaron las películas en blanco y negro, las de mis buenos y tus malos. Finalizaron las prepotencias, altanerías, vanidades y suficiencias consecuencia de las mayorías absolutas, se amortizaron los cargos políticos de relleno, de los diez mil euros del ala al mes sin tener que despeinarse… se agotaron las impunidades delictivas propiciadas por el relajado mar de los pactos bajo la mesa. Se apuró el tiempo de la calma chicha… o así debería ser.
Es la hora de huir de opciones políticas que ya fracasaron en la historia cuando la situación las hacía más “propicias”, es momento de dejar postureos superficiales, expresiones insultantes y agresivas. Es la hora de denunciar al totalitario “pensamiento único salvador”. Es el tiempo de frenar las locuras calculadas de unos irresponsables que tienen montado su particular chiringuito político para mayor gloria y bolsillos de sí mismos. Es el segundo de romper la dinámica cainita. Es momento de abandonar fariseísmos, zafiedades y cordones sanitarios… por si acaso, de aborrecer tanta tontería. Es la hora de superar asimetrías políticas. Es tiempo de dar paso a otros en los partidos, de elegir a los mejores, de no considerar a la política como un suculento seguro de vida.
Son horas de madurez, momentos para dar la talla. Es el día de espantar fantasmas y de separar el grano de la paja. Es tiempo de atreverse a no ser política, convencionalmente correcto. Es el siglo de crear riqueza mucho más equitativa, no de repartir miseria. Es el segundo de llamar a cada cosa por su nombre.
Es el minuto de llegar al fondo de los problemas comunes. Es la hora de valorar cada voto por igual, es tiempo de desenmascarar a los que se dicen demócratas y piensan que solamente lo son ellos, es el año de construir un país donde no se vote“en contra de” exclusivamente, es el momento del respeto por los que piensan de manera distinta, es el tiempo de dotar de moralidad a las acciones políticas. Es el punto de llenar de contenido positivo a los partidos. Es la hora de la prueba de fuego de nuestra democracia real. Es el día de estrujarse los cerebros y sudar el sueldo. Es el año de pensar en nuestro futuro común.
La enorme complejidad de nuestra sociedad no puede permanecer por más tiempo encorsetada en unos parámetros tan simples y maniqueos como los de las viejas y recurrentes izquierdas y derechas de toda la vida. Las nuevas generaciones no entienden de esta decimonónica polaridad tan trasnochada como poco representativa de la sociedad real. La realidad social hoy es muchísimo más rica y diversa en matices y demanda políticos-profetas que anticipen el futuro, no meros gestores de lo que no hay y que por el camino que vamos, evidente es que no atinamos a encontrar. Y si acaso no saben, váyanse.
¡¡Feliz Año Nuevo!!
Chapeau, Fermín !!