Rosario Alises, licenciada en Medicina.– Estimados señores de la Junta Directiva de la OMC, del Colegio Oficial de Médicos de Ciudad Real y estimados colegas. Soy médico colegiada desde el año 1990 con estudios Postgrado en Psiquiatría y Psicología Médica. He trabajado en centros de salud, residencias y urgencias extrahospitalarias. En todo momento he compartido espacios, pacientes y responsabilidades con las compañeras enfermeras, las cuales han visto truncadas sus aspiraciones competenciales por la entrada en vigor del RD 965/2015, de 23 de octubre, por el que se regula la indicación, uso y autorización de dispensación de medicamentos y productos sanitarios de uso humano por parte de los profesionales de enfermería.
Tengo que manifestar mi perplejidad por esta decisión que, a todas luces y según algunas notas de prensa emitidas por la OMC, está no solo respaldada sino también promovida por mis colegas médicos que ostentan puestos de poder. He de decir que no me siento representada por las organizaciones médicas que han presionado al Gobierno para que la redacción definitiva del RD de prescripción enfermera excluya la posibilidad de que las profesionales de la enfermería tengan autonomía en la prescripción de los medicamentos que son de su uso rutinario.
Cualquier médico que haya formado equipo con las enfermeras sabe que éstas tienen la suficiente formación, capacidad y competencia para tener iniciativas y responsabilidades en el cuidado de los pacientes agudos y crónicos, incluso cuando estos cuidados precisan de la utilización de determinados medicamentos que, por otra parte, ya están usando de forma rutinaria y totalmente eficaz.
A lo largo de mi vida laboral he tenido que agradecer la inestimable colaboración de la enfermera en las múltiples ocasiones en las que, por estar ella más cerca del paciente y por hacer un seguimiento más cotidiano de sus procesos crónicos, he necesitado información acerca de la evolución de la enfermedad y de su tratamiento. Gracias a la cada vez más completa profesionalización de la Enfermería, a las experiencias acumuladas y a las numerosas publicaciones científicas y divulgativas, las enfermeras están preparadas para tomar decisiones y asumir responsabilidades y lo único que les faltaba era tener una cobertura legal para ello, cosa que el real decreto ha venido a frustrar.
Se me ocurre que los colegas médicos que han presionado a los poderes públicos para que las enfermeras no cuenten con respaldo legal en las actuaciones que vienen realizando de forma habitual en los hospitales, las residencias, las consultas de pediatría o crónicos, han encontrado una aceptable justificación basándose en una supuesta defensa mal entendida frente al intrusismo; o en un paternalismo trasnochado hacia nuestras más inmediatas colaboradoras; o en un lógico temor a que las nuevas prescriptoras de medicamentos sean abducidas por la industria farmacéutica y contribuyan a incrementar el ya jugoso negocio de las marcas farmacológicas. Este último riesgo es el que más me preocupa personalmente, pues conozco las técnicas tan eficazmente persuasivas de los laboratorios farmacéuticos, que son capaces de inventar enfermedades, publicar artículos pseudocientíficos y esponsorizar actividades educativo-sanitarias con el objetivo de dar salida mercantil a sus productos.
Sin embargo confío en la integridad profesional de las enfermeras que sabrán administrar sus competencias; confío también en la cordura del nuevo gobierno aún por formar para que derogue el real decreto del que hablamos; confío en que el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud defienda las aspiraciones de las licenciadas en Enfermería y por último, confío en que mis colegas médicos situados en los puestos de poder rectifiquen sus recomendaciones y abandonen sus recelos hacia la prescripción enfermera, permitiendo así el desarrollo y el crecimiento de una profesión tan necesaria como innovadora.