La calle tranquila si se encaja el bolillo

Manuel Valero.- A uno, lo primero que se le viene a la cabeza es que si al final se encaja el bolillo la calle respirará tranquila y el Congreso de los disputadísimos diputados/tadas , podrá suspirar aliviado a salvo de los asedios del cuatrienio finiquitado.

La bulla ahora estará en la bancada del templo soberano que ha acogido por voluntad de los votantes a la organización que galvanizó las protestas de la Plaza Mayor y sucedáneos extramuros de Madrid con aliño soberanista. Dentro de casa a lo mejor ya no hay que aplicar la polémica Ley Mordaza pues es de democrática lógica que a partir de ahora, si el bolillo se encaja, digo, los 69 del mix podemita se batirán el cobre desde su palo de gallinero a la hora de debatir, defender, proponer, acordar, rechazar… y así hasta el veredicto final.

Del mismo modo, acabada la cena electoral, los asedios a instituciones sacrosantas y a los domicilios de los representantes del pueblo -todos lo son- pasarán a ser un recuerdo gamberro de cuando mandaba la rajoyana derecha en solitario. Y digo que la calle respirará tranquila no porque no sea circuito de manifestaciones varias como corresponde a un Estado democrático, sino porque la política se hará ahora en el Congreso y no sobre el adoquín sesentaochesco de cuando los hijos, primos, parientes y advenedizos, que los habrá como en cada familia, del mítico y místico 15-M iban pudiendo y queriendo, de marea en marea o de compromiso en compromiso, animando la pública vía y la vida pública, visualizándose como la emergencia de un tiempo nuevo que al final ha dado lo que ha dado.

El brazo político de aquel movimiento social nutre hoy el Congreso con un copioso grupo que podrá presionar en la medida de sus fuerzas y conforme a las reglas del juego –u otras si las cambian democráticamente- para que sus propuestas estrella encuentren acomodo en la legislación resultante.

Así como el PP ha evitado históricamente que en España germine una derecha extrema al uso de la droite gala al darles cobijo junto a demócratas convencidos, por supuesto, el sancta santorum de la soberanía popular ha abierto sus portalones para dar acomodo institucional a los escaños conseguidos por un movimiento que hizo del asfalto madrileño y otros foros, un campo de batalla y de performances de distinta índole, su acción revolucionaria. Ahora todos están dentro del sistema, ése que Pablo Iglesias dijo que los electores habían dado la espalda, aunque a uno no le salgan las cuentas, como no le salen las cuentas del óbito del bipartidismo cuando entrambos suman 213 asientos. Todos instalados y reconocidos con su legítima acta de diputado, sin duda, podrán activar mecanismos de participación, involucrar a la ciudadanía en las decisiones que está fenomenal, pero la futura política, musculada, plural, de rica dialéctica que es lo bueno, no tendrá el cuño de los asedios parlamentarios o los escraches antipáticos.

Eso si se encaja el bolillo, repito, que es lo que toca ahora a los nuevos inquilinos de la Carrera de San Jerónimo: hilar más fino que grueso para que sin parecer traidores a sus causas tengan la imaginación y la valentía de llegar a acuerdos, en un sentido o en otro, y evitar unas nuevas elecciones generales de segunda vuelta.

Tal y como está el patio ahí fuera y lo de Cataluña cogida apenas con cuatro pespuntes, una segunda vuelta sería muy inquietante aunque legítimamente democrática pero, me temo, que con unos resultados bien distintos a los del pasado domingo, empezando por la abstención que se dispararía adquiriendo por primera vez mas peso si cabe que el voto activo y válido. Aunque quizá una segunda oportunidad le hiciera justicia a un Alberto Garzón nauseabundamente ninguneado por los medios de comunicación. Dejo otras lecturas para más adelante aunque adelante dos catas: Ciudad Real es como el día de la marmota. Misma distribución de escaños de siempre, mismas caras, y la no elección de Wert brother, al fin y al cabo, el único cunero que por aquí se ha presentado con la coartada de la Universidad regional. Que ellos lo encajen bien. Es lo que les hemos dicho, ¿no?