En el País de las Sombras, lejos de todo mundo conocido, en un reducto de sombras y tonos grisáceos, la quimera del abismo perpetuaba la soledad de toda realidad conocida. Era un lugar y un tiempo de decadencia, miseria y arduo ostracismo…
Mientras, en el mundo conocido era Navidad, como ahora, pero el pequeño Texlas no sabía lo que esa palabra significaba, nunca la había escuchado y ni imaginaba que existiese. Se levantaba todos los días antes de que el sol naciera y el resto del día lo pasaba trabajando duro en la cantera de Imbruch, sólo paraba para comer y para merendar un caldo amargo que preparaba el horondo e indeseable Drillx, un mejunje acompañado de hiervas y semillas, y un mendrugo de pan casi siempre duro. Pero Texlas no se podía quejar de nada, ni él ni sus compañeros, porque si no al día siguiente no podrían engullir ningún tipo de alimento en toda la jornada, ese era el castigo a las quejas, a veces incluso sin existir éstas. Algunos de sus compañeros habían fenecido, sólo resistían los más fuertes y aquel era un duro entrenamiento para cuando fueran mayores y se dedicaran a robar y matar ajustando cuentas pendientes de sus indeseables Señores.
Un día claro y despejado (de los pocos que se gozaban por aquellos lares), mientras Texlas comía el insulso guiso de Drillx vio en el cielo un carro volador tirado por unos bonitos renos, que eran dirigidos por un señor regordete vestido completamente de rojo, salvo pequeños detalles en blanco y que llevaba muchos paquetes brillantes con lazos de colores en la parte de atrás de su trineo.
De repente, el carro rozó una nube y algunos de los paquetes se cayeron al gélido y rocoso suelo. Entonces Texlas fue corriendo a recogerlos mientras el precioso trineo volador comenzaba a descender.
Le parecieron preciosos todos los paquetes, no sabía que lo importante era lo de dentro, pero a él, el envoltorio ya le pareció increíble y aquellos lazos de colores le encantaban, nunca había visto tanto y tan fantástico colorido.
Santa Claus aterrizó y se acercó a Texlas que le miraba entusiasmado.
– Hola pequeño, ¿qué tal estás?, ¿harías el favor de ayudarme a subir los paquetes al trineo? le preguntó amablemente Santa.
Texlas seguía perplejo, nadie le había hablado de un modo tan tranquilo y educado, además de agradable y sosegado.
-Claro, ahora mismo -repuso el niño sin dudarlo.
-¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes? ¿Qué has pedido de regalo este año?
-¿Qué es un regalo? -preguntó sorprendido Texlas.
-¿No sabes lo qué es un regalo? ¿No sabes en qué fechas estamos?
-No… -respondió tímidamente y bajando la cabeza.
-¿Quieres dar una vuelta en mi trineo? -le preguntó Santa.
-Claro, me encantaría, pero tengo que seguir trabajando…
-¿Trabajando? -preguntó ojiplático Santa.
-Sí, aquí todos los niños trabajamos.
-¿Puedo hablar con tu jefe?
-No creo que le guste mucho -pronunció Texlas negando nuevamente con la cabeza.
Una campana insoportable comenzó a sonar y Texlas, después de ayudar a subir todos los paquetes a Papá Nöel volvió corriendo a la cantera a seguir con su jornada sin apenas despedirse de su nuevo amigo.
Santa Claus siguió su viaje pero no se podía quitar de la cabeza al pequeño Texlas y cuando regresaba de hacer el reparto de aquel día comenzó a trazar un plan para rescatarle de aquella inmerecida vida a todos los pequeños que estaban sufriendo ese injusto y vil castigo inmerecido.
Habló con los enanos y elfos y juntos trazaron un plan para rescatarlos. Había que hacerlo de noche y sacarlos rápidamente de los barrancones donde dormían, sin que sus captores los percibieran. Por tanto, se armaron de valor y con mucho sigilo los lograron poner a salvo y por fin sacarlos del fatídico lugar subiéndolos rápidamente al tren mágico y volador de Papá Nöel, que sólo había sido usado en contadas ocasiones, y esa era una de las más importantes en su historia.
Los niños reían y jugaban en los vagones (de la manera en que les corresponde a cualquier niño de esa edad). Los elfos y enanos les enseñaban trucos de magia que les dejaban boquiabiertos y con una sonrisa de oreja a oreja. Texlas iba junto a Papá Nöel que le iba explicando lo que era la Navidad y todas esas cosas que los niños sin excepción deben saber y disfrutar.
Ahora los niños del País de las Sombras ayudan a Santa Claus a preparar los juguetes y los regalos de cada Navidad, viven tranquilos, van al colegio, comen como deben y les encanta aprender y disfrutar de la infancia, como es normal en niños de esa edad y en cualquier parte de nuestro planeta…
RAMÓN AGUIRRE © 2015
Feliz Navidad – Merry Christmas – Bom Natal
Joyeux Nöel – Buon Natale – Fröhliche Weinnachten
Ramón Aguirre es natural de Puertollano y tiene publicados los libros Sueños de Ultratumba, Lágrimas de Fuego, Mitos de Insomnia, En el Límite del Silencio y su reciente novela El pueblo de Nilyaé.
Blog del autor: www.abrazandolaniebla.blogspot.com