Gonzalo Hernández Baptista.- Mañana día 19, la sede del Colectivo de Fotografía Alumbre, ALUMBREsite, cumple tres años. Sita en los Jardines del Torreón, calle Palma 7 de Ciudad Real, ha albergado, como actividad principal, 25 exposiciones de fotografía documental, además de otras como Sesiones de Cine y Fotografía, Actuaciones Musicales y Presentaciones de Fotolibros. El colectivo en su nueva corta andadura además ha organizado tres encuentros con fotógrafos que han mostrado su trabajo y han compartido sus esperiencias vitales. José Manuel Navia ponía la guinda recientemente enseñando en primicia los entresijos de su último trabajo sobre Cervantes.
La publicación de un Fanzine ha acompañado a cada exposición donde amigos y fotógrafos han colaborado dando un plus de calidad informativa sobre la fotografía de antes y de ahora, de aquí y de allá.
(el siguiente texto es de un colaborador habitual en los Fanzines, Gonzalo Hernández Baptista, en el que hace un recorrido por estos tres años, desde su sección Literatura y Fotografía)
Alumbre al invisible.
Sobre la fotografía del colectivo (2012-2015).
El colectivo fotográfico Alumbre celebra ahora tres años desde sus comienzos en el Parque del Torreón. A pesar de que comparto con sus fundadores una larga amistad, no me ha tocado personalmente ver el impacto de estas actividades en el territorio local, pues desde aquellas primeras reuniones quien esto escribe estaba expatriado (junto a otros dos millones que vivimos periféricos al Estado español). Sin embargo, apoyado en las herramientas virtuales, he driblado por seguir la –demasiado escasa– cobertura de sus actividades en algunos medios locales. Frente a esta hipotética invisibilidad, considero que sus acciones tienen eco en el territorio en dos niveles: la consciencia de la mirada y la implicación en el territorio. Por ello, quisiera tomar una fotografía, es decir, describir la luz y las sombras que dan volumen al trabajo incisivo del colectivo en el tejido social de la ciudad.
La primera labor del colectivo que quiero destacar está enclavada en la educación de lo que vemos. Inevitablemente, la fotografía revela una gramática de la mirada a cada uno que se le acerca. Por un lado, el fotógrafo posiciona su ojo ante el fragmento que quiere registrar; por otro, una vez que se ha producido la fotografía, el receptor (lector de imágenes) ve aquella realidad a través de unos ojos ajenos. Por eso, lo real nunca coincide con lo conocido. Para (re)conocer el medio en que vivimos resulta necesario evaluar ambas capas. Este diálogo entre los elementos fotográficos (un tema tan extenso como apasionante) revela el contenido de la identidad; no sólo la identidad de aquéllo retratado (un objeto, un paisaje, un amigo), sino también se descubre la de aquél que la realizó y, bajo auspicios analíticos, la de quien la está leyendo.
Tener en cuenta dicha gramática de la mirada ayuda a subsistir en un futuro y reporta un eco especial en los últimos años. Resulta éste un periodo fértil de expresiones gráficas –más espontáneas si se quiere– que han ido proliferando como un Aleph borgiano a través de plataformas, programas y filtros virtuales, hasta el punto de afirmar que estamos sobrexpuestos a las fotografías. ¿Qué hacer frente a estos millones de textos visuales que nos rodean? Ser conscientes de que hay que leerlos. Esta práctica de lectura avisada, en suma, me parece una de las actividades básicas del colectivo, que repercute directamente sobre el territorio.
Junto a lo anterior, percibo que Alumbre establece un diálogo con el lugar en que se encuentra y, paralelamente, con la realidad encubierta del exterior. Creo que este punto (una mirada local y otra global) se puede exponer con un repaso a los temas tratados en los tres años del proyecto. En este tiempo, la sala de exposiciones de Alumbre se ha llenado de fotografías que han ilustrado la memoria y la historia provincial (Músicos Locales, Director Miguel Morayta, Marián Gascón y Paul White), la lucha por la ley de dependencia manchega (Lukasz Filar, Nacho Izquierdo y Nando Rivero), la negligencia en la Sanidad local (Elena Rosa Rico), la orografía social de la Mancha (Jesús Monroy), la voz de las paredes (Carmen Ciudad), la indignación colectiva (Carlos Roca), los represaliados de la crisis (Olmo Calvo), los trabajadores sin papeles (Ramón Peco), la naturaleza más cercana (Víctor Díaz), la vitalidad urbana (Marcelo Caballero), las arrugas de las ciudades (Jesús Gabaldón y Santiago Torralba), la trashumancia (Raúl Moreno), la inmigración del Estrecho (Pablo Lorente), el voyeurismo (Manolo del Moral) y la vida en los márgenes de Occidente (Nacho Calonge, Ricardo Cases, Alberto Rojas, Manolo Ruiz Toribio).
Dicho discurso de inclusión muerde la realidad contemporánea sin ambages, a la vez que le da cancha a la expresión de la mirada local. El colectivo ha organizado tres exposiciones que lo demuestra: dos colectivas con los socios activos y una a quattro occhi, con dos miembros de los talleres de Alumbre, que refleja los caminos emprendidos por Alberto Carretero y Salvador García.
El conjunto de estos tres años de exposiciones –que se puede revisar en la página del colectivo, junto a presentaciones multimediales de las mismas– ofrece varios centenares de imágenes intencionadas, propositivas, las cuales muestran temáticas que habitualmente están fuera de los grandes centros de información. Cada mes aparece una visión o, mejor dicho, un modo de ver fragmentos de lo real. En todas estas ocasiones, el discurso de las fotografías repercute indirectamente sobre la identidad de lo invisible. Por eso, frente al automatismo de la mirada y la homogeneización de planteamientos, la actividad del colectivo desguaza los mecanismos de la superficialidad y propone hondura sobre las cosas que nos rodean. Dicho compromiso por documentar lo ensombrecido, lo mantienen vivo los colaboradores de Alumbre desde su práctica diaria, al ser un colectivo autofinanciado y autogestionado, a fin de asegurarse de que sacan a la luz lo que la ciudad se perdería sin ellos.
Gonzalo Hernández Baptista es doctor en Letras y trabaja a tiempo completo en el Department of Spanish, Italian, and Portuguese de la University of Virginia.
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