Ana Serrano.- El día 6 de diciembre de 2.015 en el diario «El País» ha escrito Pedro Sánchez, líder del principal partido de la oposición y actual aspirante a la presidencia del Gobierno, el mismo partido que se ha estado alternando en el ejercicio el poder con el PP, ha reconocido explícita y públicamente, entre otras cosas, la desconexión de la ciudadanía con la legalidad y la democracia, defendiendo, para restaurar el marco de la convivencia, la reforma de la Constitución.
Esto lo ha escrito en El País.
Hace referencia también a varias propuestas de reforma de la Constitución, sin hacer mención alguna a la reforma exprés de la misma, esta sí, efectiva, la segunda, concretamente del artículo 135, que, alevosamente, en el año 2.011, el partido entonces en el Gobierno, el suyo, con la complicidad del PP y sin la necesaria consulta a los ciudadanos, llevó a cabo sin tener en cuenta ni una sola opinión, ni del pueblo, supuestamente soberano, para el que se supone que trabajan y del que, eso sí, cobran religiosamente, ni de otras formaciones políticas que no podían, ni debían, estar de acuerdo con tal cambio. No es de extrañar, dada la ya reconocida desconexión, principalmente de su partido, con los ciudadanos.
Esta declaración supone también el reconocimiento implícito de la responsabilidad que el partido que más tiempo ha gobernado en España y que él lidera ahora, tiene en la situación actual del país y de los españoles y para la que no hay eximente alguno y sí varios agravantes.
Aunque la llamemos «Constitución» española es una carta otorgada, puesto que no fue el resultado de un proceso constituyente y su amplia aceptación posterior bien pudo deberse a la amenaza incesante del «ruido de sables» que indujo a los por entonces amedrentados españoles, no recuperados aún ni de la Guerra Civil ni de sus consecuencias, incluida la dictadura recientemente ¿finalizada?, por otra parte ansiosos de libertad, a optar por el «mal menor».
Si fue acertada o no aquella decisión, es otro debate, aunque, desde luego, es justo reconocer que ha sido mejor tener una constitución ampliamente aceptada, aunque fuera de aquella manera y bajo aquellas amenazas, por mejorable que fuera, que lo era, sin duda, que haber permanecido oprimidos por otros sistemas de gobierno y otras legislaciones forzosamente impuestas.
Pero cuando Sánchez dice al final del artículo que «la Constitución fue el instrumento que selló el pacto que ha hecho posible esta España», debemos replicar que aquel pacto ya no sirve, que ésta es otra sociedad, que son otros tiempos y el mundo ha cambiado y que si la España que se estaba configurando con la aceptación de la Constitución del 78 era la actual, ha llegado el momento de cambiarla, no de parchearla para acallar disidencias de uno y otro signo, porque al final, los parches acabarán cayendo o deformando el propósito original, aunque consintamos en admitir que no fuera malo. Un pacto no tiene por qué ser eterno o inalterable, porque, entre otras cosas, debe prever algún tipo de evolución futura.
La España actual ni es la única posible, ni es la más deseable, en tanto en cuando quede un sólo español que no pueda ver cubiertas sus necesidades más elementales. Varios millones de españoles carecen casi de todo o de todo, comida, luz, casa, trabajo, sanidad, y su Gobierno, actualmente, no es capaz de cubrir tales necesidades, además de recortar derechos y libertades.
Este mundo cambiante debe configurarse desde la ciudadanía y por eso le damos la razón en que tienen que reconectarse con los españoles, porque han sido los sucesivos gobiernos PP/PSOE los que se han desconectado de ellos y no al contrario. A la ciudadanía se le puede atribuir la responsabilidad, si acaso, de su ingenuidad, algo de lo que ambas formaciones han hecho uso y abuso.
Han reducido la participación de los maltratados ciudadanos a la mínima expresión, que consiste en aparentar que los tienen en cuenta dejándolos depositar en las urnas el voto cada cuatro años, como método de legitimación, bajo la regulación de la infame, por obsoleta e injusta Ley d’Hont, para luego legislar en su contra, empobreciéndola y oprimiéndola cada vez más.
¡Pues ya basta!
Los españoles hemos querido siempre tomar parte en las decisiones de quienes la gobiernan, hemos querido ser escuchados, hemos querido ser tenidos en cuenta y, desde luego, hemos querido que el Gobierno gobierne para nosotros bajo nuestra dirección, pero, despóticamente, nos han querido convencer de que ellos sabían lo que nos convenía y de que lo que hacían, lo hacían por nuestro bien.
A día de hoy, tras casi cuarenta años de PP-PSOE, nos encontramos con un panorama desolador propiciado por la confianza que habíamos depositado, ingenuamente, en los gobernantes que habíamos creído elegir para que administrasen lo que era nuestro y en nuestro favor y ampliamente defraudada. Aunque los dos partidos no son, de ninguna manera iguales, tienden a converger en un punto común: la política económica liberal o ultraliberal.
Pero lo que es muy grave es que para el futuro inmediato se ciernen varias amenazas muy serias que deberemos afrontar o sortear unidos y que no podremos hacerlo sin fortalecernos. Una de las mejores formas es con una Constitución resultado de un proceso constituyente en el que participemos todos los españoles.
Ya está avisando la troika de que el gobierno resultante del 20D deberá continuar con las políticas de recortes del más anti español de todos los partidos, el que más ha hecho contra los españoles y contra España, el PP, como consecuencia de las condiciones aceptadas a cambio de un rescate que, según ellos, no hicieron a España, «su» patria, que, como han hecho siempre, no cesan de malvender a cambio de mantener unos miserables privilegios de los que, como es natural, no se quieren desprender, pero que tampoco quieren pagar y que sí nos obligan a pagar con nuestros recursos y nuestras riquezas a cambio de miseria para la mayoría.
También están trabajando en flagrante complicidad los dos grandes partidos, aunque también su sucedáneo, a favor de la pérdida de nuestra soberanía, ya más que evidente y puede que hasta irreversible, para lo que se esmeran, con mayor o menor disimulo, que ya también muy poco, tras haber perdido la poca vergüenza que alguna vez hasta pudieron haber tenido, desproveyéndonos de todos los derechos y libertades que tantas luchas, que tanta sangre costaron, para así anticipar las condiciones que allanan el terreno para la firma de los ominosos tratados comerciales TTIP y TISA, de los que son firmes defensores y en pro de los cuales votan juntos en el Parlamento europeo. La firma de estos tratados supondrá la desaparición de los estados tal y como los conocemos para beneficio de poderes económicos superiores que ocuparán un lugar por encima de los gobiernos que tendrán que obedecerles.
Así que, conéctense cuanto antes con los españoles, porque, repetimos, si esta era la España a la que los pactos del 78, formalizados mediante la «constitución», nos tenía que traer, no podemos estar de acuerdo.
Queremos participar, queremos opinar, queremos que se nos tenga en cuenta y queremos que administren lo que es nuestro gobernando para nosotros y siendo nosotros los principales beneficiarios. Son ustedes nuestros empleados y muy bien pagados, por cierto, no los delegados o comerciales de los poderes económicos extranjeros.
Por un nuevo país, una nueva Constitución.