Cáritas Ciudad Real.- Es un motivo de alegría volver a celebrar un año más el 5 de diciembre, Día Internacional del Voluntariado, y que aunque sea una vez cada 365 días, se ponga de relieve la figura del voluntariado. Lo primero que viene a la mente, es comenzar con unas palabras de agradecimiento a todas las personas voluntarias, por lo que significan para esta Cáritas Diocesana de Ciudad Real y por el excelente servicio que de manera tan eficaz, cercana y generosa, ofrecen día a día a los más pobres de nuestra Diócesis.
Es un día para proclamar y celebrar que ser voluntarios de Cáritas es un regalo, porque tenemos la suerte de poner lo que somos y tenemos al servicio de los hermanos en situación de pobreza, aquellos que son desechados, ignorados y olvidados.
Gracias por no ceder a la rutina, por formaros y renovaros permanentemente en vuestro servicio y construir espacios de esperanza con todos aquellos que acompañáis. Gracias porque además de asistir a los pobres, trabajáis por la justicia y por trasformar las estructuras que generan la pobreza y la exclusión, por dejar vuestra huella en cada una de las palabras y acciones que ponéis en marcha.
Es una alegría tener ojos abiertos, en cada uno de los rincones de esta Diócesis de Ciudad Real, para ver el sufrimiento de los pobres, oídos atentos para escuchar su clamor y corazón sensible para conmovernos. Es una suerte contar con 1400 personas voluntarias en nuestra Cáritas Diocesana que, a través de las comunidades parroquiales y los 13 programas especializados, participan en esta misión tan hermosa que la Iglesia nos encomienda y que en 2014 atendió a 9.738 personas.
Mario un joven voluntario de Cáritas Parroquial de Santa Cruz de Mudela manifiesta que “ser voluntario de Cáritas, es ser un hombre de manos libres, amistosas, generosas, serviciales, liberadoras, entregadas. Es vivir la alegría de que cada día son oportunidades que no podemos dejar pasar, viendo como las personas que ayudamos están seguros de sí mismos, de que son capaces como cualquiera de lograr sus propósitos”.
Ana Belén, voluntaria en el programa de atención a drogodependientes Siloé, dice que “ser voluntaria es una experiencia de vida y de fe, desde el Amor incondicional y pisando tierra, barro en muchas ocasiones, pero con la certeza de que siempre, siempre, se recibe mucho más de lo que se da. Que merece la pena que te descoloquen un poquito la vida, que nos dejemos interrogar, y que nos derriben nuestros “convencimientos” y que nos hagan, sin duda alguna, más personas!!!. Tengo el convencimiento absoluto de que si todos ponemos en común nuestras muchas capacidades al servicio de quiénes más nos necesitan, haremos crecer el Reino un poquito más, aquí y ahora”.
Las personas voluntarias son el gran activo que esta Institución tiene. Y por eso queremos en este día deciros GRACIAS, por vuestra disponibilidad, por vuestro esfuerzo, por vuestra sonrisa, por dar esperanza a tantos que la perdieron, como nos dice el Papa Francisco: “vosotros ayudáis a los demás a cambiar el curso de su propia vida. Sois la sal, la levadura y la luz”. ¡GRACIAS POR VUESTRO SER Y HACER!