Felipe Jiménez Mediano, maestro, pedagogo y músico.- Suelo preguntarme si la igualdad habrá impregnado por completo mi código de valores, si camino con coherencia y certeza por la línea de la interdependencia positiva, de la equidad, de la corresponsabilidad. Porque esta línea es tan fina que parece que mientras transcurres por ella, sigues ocupando lindes tan rancias como contemporáneas.
Los 25 de noviembre se me levanta una costra que abre de nuevo la herida, me recuerda que está, porque escuece, y a la vez asumo que solo aireándola puedo curarla del todo. La elevación del volumen del mensaje y la suma de actos por la eliminación de la violencia contra la mujer quizá explique que un día como hoy uno acumula tantas ideas que ve oportuno expresarlas quizá incluso para ordenarlas y hacerlas inteligibles.
En la víspera de este 25 N tuve el placer de asistir a la conferencia de Miguel Ángel Arconada, en la Facultad de Educación de Ciudad Real. ¡Uno de estos actos! que parece que no es más que la redundancia de un mensaje asumido, más si cabe cuando se prepara para a un público universitario, y que sin embargo vuelve a echar sal en la herida para recordar que la línea todavía es muy fina y que seguimos pisando otros senderos.
Entre micromachismos, paradigmas sobre el amor y corresponsabilidades mal entendidas, poníamos el acento en la coeducación.
Uno como guía educativo parece dominar cualquier término y más si este encierra tan altas dosis de igualdad como el concepto de coeducación implica. Así pues las aulas se han convertido en los escenarios por la coeducación, para y desde la coeducación. Los materiales para trabajar con ello ocupan los lugares más importantes de las estanterías de nuestras aulas y nos congratulamos porque en nuestros centros, tal y como remedaba el profesor Arconada, “no se pega a las niñas, que además son las que mejores notas sacan”.
De nuevo parafraseando al profesor Arconada, el machismo es una mochila que llevamos puesta en el momento en que nacemos, hombres y mujeres, y que casi ningún material educativo nos puede vaciar si no aireamos una herida que a veces ya parece estigma. La coeducación se airea y se cura practicándola y para ello quizá no haya que desarrollar recursos, sino transformar los sistemas educativos y convertirlos en contextos preparados para la práctica coeducadora.
Un sistema (el actual) lleno de bonita palabrería legal y que a la vez encierra dentro de sí un currículum oculto que desarrolla y potencia la competitividad más dañina, la obediencia exigida y sin réplica, la verticalidad social, el éxito por el éxito…, no asegura desde luego un clima para la coeducación. Desde el mismo momento en que la niña/o experimenta la autoridad en las aulas recibe una información muy clara; podemos y tenemos que mandar sobre algo y sobre alguien. Porque ello reporta beneficios directos a quien lo hace y porque prácticamente solo seremos reconocidos socialmente si hacemos uso de ello.
El machismo es un daño derivado de la dualidad autoridad y obediencia, pero también es consecuencia de la competitividad, que se interpreta y se asume (quizá especialmente por parte del hombre) de una forma u otra, si se trata de un contexto mixto u homogéneo, cuando no es la mujer el objeto de la acción competitiva y que tanto gusta entre gran parte del sector masculino.
El machismo no es sino la constatación de un sistema completamente verticalizado que ha necesitado de la división de clase, una encima de otra, para asegurar los beneficios de quien se ha asumido con el poder y se ha colocado en la parte más alta de la torre.
La teoría educativa desarrollada en nuestros sistemas fomenta poder, sectorización y lucha de clases, provoca desigualdad desde el mismo momento en que pisamos un aula de educación infantil y evidenciamos que hay alguien que manda y es responsable último de nuestro aprendizaje, de nuestra seguridad y de nuestra felicidad como niños y niñas, desde el momento en que me piden que me siente en corro, que pinte de negro las ruedas del coche o que me recogen el agua del suelo cuando estoy aprendiendo a beber.
Creo por tanto, que no estamos preparados para la coeducación sin un nuevo paradigma educativo, aquel que permita al niño experimentar y practicar la libertad, la autonomía, la norma consensuada, la autogestión… porque solo así estaremos desarrollando personalidades futuras bien entrenadas para evitar la autoridad y por tanto la obediencia sin límites, que representa, entre otras cosas, la violencia contra las mujeres.
Trabajar pues para asegurar la coeducación debe pasar por trabajar por la transformación del sistema, por la construcción de un contexto donde practiquemos el auto-aprendizaje y por tanto el desarrollo integral autónomo, donde se conforme un “yo” libre y crítico y que por tanto asuma la equivalencia y la igualdad para impedir reproducir relaciones de autoridad y obediencia exigida.
Siento haber escrito hoy, pero me ha escocido demasiado la herida.
Estás haciendo política a través de la enseñanza, y eso está mal. Pretendes modelar la formación de los niños conforme a tus ideas.
De mi generación (años 70) tanto chicos y chicas que estudiamos juntos, hemos salido la mayoría profesionalmente adelante.
Así que no creéis problemas donde no los hay, que la sociedad española lleva poniéndose las pilas hace décadas en materia de igualdad, y vosotros no habéis más que creado confusión en el sistema educativo, que habéis ideologizado.
Deja la educación a las familias y limítate a transmitir conocimientos, que los valores se transmiten en familia y por la experiencia.
Y no confundas igualdad con uniformidad, pues solo hay libertad en ser uno mismo y por tanto distinto, e igualdad auténtica en serlo ante la ley, pero eso de ser iguales, mira, cada uno se desarrolla conforme a su mérito y capacidad, de acuerdo a sus valores, los que recibe en su familia y los que incorpora por su experiencia.
Nada de doctrinas públicas, y por una educación pública que funcione, por cierto, como lo hacía antes, con excepcionales profesionales académicos que no colegueaban con los alumnos, que es la forma que se tiene de que estos le respeten a uno.
Todos los padres sabemos internamente, que tal como está la enseñanza pública, lo mejor es evitarla.
No habéis conseguido el respaldo social mayoritario de las familias.
Nunca estuvo la enseñanza pública tan politizada como ahora.
Nunca me hablaron de política en mi formación en la escuela ni en el instituto. Sólo hubo una profesora de filosofía que hablaba mucho de sexo en clase, fumaba en clase, y se metía con la iglesia… Pero al menos, sacó su plaza con una oposición exigente y sus conocimientos eran sólidos.
Educación pública en el Pérez Molina (EGB), Marianistas y Seminario (BUP, con profesores de la pública) COU en el Hernán Pérez del Pulgar, y universidad en UCLM.
suscribo cada una de sus palabras
Lo mejor de la pública de antes, es que fueses a público o privado, daba igual, estaban a la par.
Hoy, la diferencia no está en el modelo educativo, sino en el tipo de familia, donde el nivel de ingresos es secundario.
En una familia donde un niño/a se pone a estudiar y se esfuerza sin que los padres le sobre-protejan (como antes), porque asume sus obligaciones, éste se prepara para la realidad (donde papá y mamá o un profesor colega no van a estar ahí para sacarle las castañas del fuego).
¿Pero qué pasa hoy? Se mandan muchas tareas, que en muchos casos hacen los padres (jamás me hicieron mis padres la tarea), porque éstos han entrado en la trampa de pensar que si no lo hacen otros compañeros de su hijo se le adelantan.
Así que también hay culpa de los padres en el mal estado de cosas de la enseñanza.
Son los buenos alumnos los que elevan el nivel, y sólo los profesores y los padres deben estar ahí para que éstos se exijan, y en su tiempo libre, hagan lo que todos hemos hecho, jugar. Y no esas actividades extra-escolares (sólo necesarias si son estrictamente de apoyo y no de complemento) que convierten a los niños en mini-yupis estúpidos.
Este hombre tiene una empanada mental considerable. Para acabar con la interminable lista de mujeres asesinadas, lo que hay que hacer es meter en la cárcel a los agresores y no tenerlos sueltos.
Lo que no se puede consentir es tener a las mujeres como conejos rondados por el lobo. La primera agresión, a la puñetera carcel por largo tiempo. Y la vigilancia que se la pongan a los agresores para que no se acerquen a sus víctimas, y que se hagan públicos los nombres y las caras de los agresores para que paguen con el desprecio de la sociedad sus cobardes actos. Y apoyo y amparo ECONÓMICO a estas mujeres y a sus hijos, pero no sólo del Estado sino de las EMPRESAS PRIVADAS, demostremos que somos una sociedad generosa y solidaria. No se puede permitir que esta gentuza reincida ochenta veces en el delito y el Estado lo único que haga es llorar la muerte de estas criaturas y producir leyes inútiles.
Y el articulista, que se guarde su adoctrinamiento travestido de buenas intenciones para otra ocasión.