Javier Fisac Seco.- La euforia del fanatismo religioso tiene sus orígenes en la revolución islámica iraní, 1979. Como su propio nombre indica, fue una revolución religiosa contra la “occidentalización” de la política del sha. Su caída fue interpretada por el mundo islámico como una victoria contra el Occidente democrático. Desde entonces, el conflicto quedó planteado en términos ideológicos. Aunque sus razones económicas están en el petróleo.
Esta revolución no hubiera sido suficiente para transformar todo el mundo islámico en un escenario geopolítica y geoestratégicamente gobernado por el caos. El autor de este escenario fueron los Estados Unidos, arropado por sus socios occidentales y sus esquizofrénicos aliados del propio mundo islámico. Muchos de los cuales son, al mismo tiempo, en la prensa y espacios televisivos, sus amigos, aliados y enemigos. Les venden las armas con las que atacan a sus propios soldados o destruyen sus torres. O les compramos el petróleo con el que financian sus guerras terroristas contra Occidente y contra sus propios pueblos. Y así contribuimos a que las oligarquías religiosas se mantengan en poderes teocráticos y militares.
Estas dos realidades, caos de los pueblos musulmanes enfrentados entre sí y todos contra Occidente, de una parte, y de otra la intervención del neoimperialismo occidental en conflicto con los intereses rusos, chinos, iraníes y de algunos de sus propios aliados, son el motor de esta relación caóticamente dialéctica. De momento, sin expectativas de síntesis. Porque la paz sólo será posible cuando estalle una revolución política, social y laica.
Sin embargo, a pesar de todas estas realidades sociales, religiosas, políticas e históricas, la civilización musulmana y sus relaciones con el mundo occidental y capitalista hubiera sido completamente diferente si no fuera porque bajo esta civilización, desde Irán hasta Argelia, corre un océano de esa energía agotable: el petróleo, por la que están en lucha Estados Unidos y sus aliados, junto con Rusia, China, Irán, Qatar, Arabia Saudí…y los múltiples ejércitos terroristas que están destruyendo, bajo los intereses de las superpotencias, países como Siria, Irák, Kurdistán, Libia…para en su lugar instaurar repúblicas terroristas que sirven a los beneficios de unos u otros: el control de los recursos petrolíferos.
Si dibujáramos un tablero de ajedrez sobre este océano de petróleo y sobre él colocáramos las figuras representativas de los intereses de cada Estado y ejército terrorista religioso, entenderíamos perfectamente lo que está ocurriendo, pero nos va a sorprender porque, unos y otros, o han sido creados por sus aparentes enemigos, los Estados Unidos, o sirven a sus intereses. Son armados por ellos y luchan contra ellos. Nos resultaría incomprensible entender nada de este enredado conflicto si no fuera porque el caos que se ha creado en todo el mundo islámico desde la caída de Sadam Husseim y la creación y apoyo al terrorista Bin Laden y su organización, Al Qaeda, sólo sirve para mantener un caos del que pretenden beneficiarse: los Estados Unidos, Arabia Saudí y Qatar.
Estados Unidos protegen a Arabia Saudí y Qatar de sus enemigos. Al mismo tiempo les venden armamentos y hacen un negocio de miles de millones. Arabia Saudí y Qatar son los financieros de organizaciones terroristas. Estos se benefician del armamento que les proporcionan y sobre todo del dinero que reciben. A través de ellos Arabia Saudí impone su presencia, influencia y control en Palestina, Siria, Egipto, Libia, Argelia…y en comunidades musulmanas europeas.
En Barcelona pretenden construir una mezquita gigantesca que se habría convertido en el centro de reunión de todos los musulmanes suníes wahabistas europeos bajo influencia de Arabia Saudí. En Europa estas comunidades se están organizando como guetos, no por culpa de los ciudadanos europeos, sino como muros de protección de los propios musulmanes contra la cultura europea.
Controlan, así, la conducta de los musulmanes y crean pequeños feudos religiosos a lo largo de toda Europa. Estos feudos no reconocen más soberanía que la de origen religioso, no la de los países en los que viven. Su ley es el Corán. Y su soberanía reside en Arabia Saudí, Irán, Marruecos…Allí donde están sus jefes espirituales religiosos. En el catolicismo la soberanía religiosa reside en el Estado Vaticano.
Las razones del caos internacional se explican en sus orígenes, Oriente Medio, por la convergencia de intereses económicos, el petróleo, geopolíticos y geoestratégicos. Destrozando a Irak en multiplicidad de pequeños Estados terroristas, los saudíes consiguen eliminar a su principal competidor y junto con americanos y qataríes bloquear la construcción del gaseoducto entre Irán-Irak-Siria.; pero, para que tenga éxito este bloqueo, Estados Unidos y sus asociados necesitan destruir Siria derrocando a su Presidente, como garantía de que ese gaseoducto nunca llegará a la costa mediterránea.
Pretenden, al mismo tiempo, bloquear la presencia rusa y china en la zona para expulsarlos de sus tradicionales zonas de influencia y de las fuentes del petróleo, que tratan de que quede bajo control de Washington. Además, el Estado islámico, cuyos orígenes organizó y financió la CIA, no sólo amenaza la existencia de Siria sino al propio Irán. Este terrorismo se constituye en el principal aliado de Washington y sus aliados contra Siria, contra Irán, contra Rusia y contra China para controlar las fuentes de petróleo.
Por extensión el terrorismo musulmán actúa en beneficio de la política imperialista norteamericana en el resto de países de África balcanizando África para controlar sus fuentes de petróleo. No deja de ser llamativo que el Estado Islámico no sólo no haya amenazado las fuentes de petróleo de Israel sino que además contribuyendo a la desintegración de Irak y Siria en pequeños Estados terroristas deja a Israel en una posición militarmente hegemónica en la región. De manera que, si Estados Unidos y Arabia Saudí son los principales aliados y beneficiados del caos en el mundo musulmán y en las comunidades musulmanas europeas, el otro gran beneficiado de este caos está siendo Israel.