Director: Todd Solondz. El señor Solondz tiene, cómo se dice, un radar o mejor una lente para detectar el lado que no funciona en la opulenta sociedad norteamericana. En sus películas, este hombre saca a colación, pone en la palestra, restrega en la cara del personal esas podredumbres, grandes o chicas, que hacen que el paisanaje se revuelva a disgusto en el sillón.
La pederastia, por ejemplo, es un asunto recurrente en su obra; también, otro tipo de, digamos, “desviaciones” de lo que se considera (dedos flexionados) normal. Aquí tenemos un padre de familia, o mejor un abuelo, con tres hijas y una mujer. A su actual mujer no la puede ni ver, él ya tiene sesenta y cinco años y se ha jubilado, se va a una residencia de lujo para ancianos de postín. De sus tres hijas, a ver cuál es la que se lleva el premio especial de la crítica: una es escritora de éxito, abomina de su propia obra y recibe llamadas anónimas de un acosador que se la quiere, pues eso, trajinar; el acosador, por su parte, es acosado por una gorda con intenciones un tanto nobles en apariencia pero que resulta, la gorda, estar como las maracas de Machín (vean, vean la película y luego cuentan si quieren); la otra hija del jubilado tiene un marido psiquiatra que compra revistas para niños con intenciones un tanto, hum, aviesas; y la tercera es una infeliz manipulada por los hombres que provoca de forma involuntaria el suicidio del más desgraciado de sus escasos admiradores, además de ser puteada de lo lindo por un inmigrante ruso con planta de cabroncete, maneras de mastuerzo y hechuras de chulo de putas. Hasta aquí el planteamiento. A partir de este instante el espectador se sienta a contemplar el infierno con aire acondicionado (la expresión es de alguien que no recordamos, pero seguro más listo que nosotros, qué le vamos a hacer). El ciudadano medioburgués y yanqui se levanta por las mañanas para acudir al trabajo a ganar dólares con que comprar el sueño del Tío Sam, y como el sueño le produce pesadillas se consuela de ellas acosando niños, tomando pastillitas de colores o dejándose seducir por putas de tres al cuarto. Peor sería ir robando tapas de alcantarilla, que luego van los ancianos y se meten lo que viene a ser una hostia. Vean la película, y cualquier otra que puedan de este director. El notas merece la pena. Ya nos dirán si no.
Cineteca
Emilio Morote Esquivel
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