Ana Segovia Fernández. Arqueóloga y presidenta de la sección de Arqueología del Colegio de Doctores y Licenciados de Castilla-La Mancha.- En las últimas semanas se ha vuelto a reactivar la polémica sobre los restos arqueológicos que se descubrieron junto al Arco del Torreón, durante las obras que tenían como objeto la construcción de un aparcamiento subterráneo.
Y de nuevo se oyen opiniones contradictorias sobre el final de esos restos. Creo que es posible que se vuelvan a repetir errores del pasado, si no se realizan análisis serios y alejados de sentimentalismos o incluso de pequeños nacionalismos. Pues hay una cierta tendencia, del pensamiento localista, a magnificar nuestras pequeñas cosas, que nos aleja de la realidad y nos impide evaluar la trascendencia objetiva de lo nuestro.
Desde el punto de vista histórico Ciudad Real, no solo no tuvo un gran patrimonio monumental, sino que además los edificios y estructuras que desde su fundación en 1255, se fueron levantando en distintas zonas de la ciudad, fueron desapareciendo por la acción directa del hombre que se encargó de destruirlos (con excepción de las iglesias). Pero esta realidad no significa que despreciemos la importancia y el valor que para toda la comunidad tiene conocer qué ha quedado de nuestro pasado. Nosotros como cualquier otro pueblo, necesitamos saber qué hemos sido. Y para llegar a ese conocimiento están las fuentes documentales y la arqueología.
En el caso de las obras del torreón ya conocíamos el arco, y luego se descubrieron unas galerías subterráneas y varios muros superficiales. Los nuevos restos corresponden a bóvedas muy comunes en el subsuelo de todo el Campo de Calatrava. En cualquiera de los pueblos de nuestro alrededor, hay casas de los siglos XVII y XVIII donde se adecuaba el subsuelo para la instalación de lo que se llamaba “bodega”, utilizada para guardar alimentos a modo de fresquera. En otros casos se utilizaban como “depósitos” de aguas residuales de patios interiores. Gracias a la documentación arqueológica se han documentado, y ello nos ha permitido acercarnos al conocimiento del tipo de poblamiento que debió existir en esos siglos en la zona del Torreón.
Ahora que sabemos que están ahí, debemos preguntarnos si es necesario rehabilitarlas y sobre todo cuánto dinero estamos dispuestos a invertir en ello. Pues, en estos momentos la mayoría de los ciudadanos no queremos grandes obras, ni lujosas rotondas, necesitamos que se imponga la sobriedad y la inversión realista.
Desde mi punto de vista, las obras que se realicen deberían cubrir la entrada de estas bóvedas, sin destruirlas, y así protegerlas sin alterar su fisonomía actual, porque cualquier intervención conllevaría un coste económico que superaría con creces el valor real de los restos. En cuanto al arco, al margen de que probablemente ya esté desplazado de su ubicación original, hay que conservarlo, sin convertirlo en una “maceta” o una escultura (como se ha hecho con la Puerta de Toledo). Hay que devolverle la dignidad de lo que fue, integrándolo de forma natural, en el entorno donde está ahora. Y el mismo tratamiento habría que dar a los posibles restos de la muralla.
En definitiva, creo que magnificar los restos del torreón y proponer grandes obras para su recuperación, nos devuelve a actitudes pasadas. Es el momento de pedir a los responsables municipales que no se dejen llevar por las obras faraónicas y apliquen la sencillez y la sobriedad al problema del aparcamiento del torreón, la mayoría de las veces la solución más sencilla es la mejor.
Absolutamente de acuerdo. Ni tirarlo todo, ni pensar que en el subsuelo culipardo tenemos la Alhambra. Lo adecuado sería recuperar ese entorno para los ciudadanos, estropeando lo menos posible los restos que quedan. Creo que hay edificios de mayor interés monumental, por mucho que sean más modernos, que necesitan un trabajo perentorio de consolidación y recuperación, como el colegio ferroviario (¡que se nos cae, coño!), más que una obra faraónica en busca de algo que no existe.
Pasamos de ningunear el pasado a magnificarlo con extrema facilidad. Mientras, joyas locales de hondo calado en la memoria de los ciudarrealeños, como la nombrada más arriba, se nos caen a cachos, y tesoros histórico-artísticos provinciales como las dos calatravas, el palacio del Viso, la Encantada o Salvatierra sufren el olvido de la administración regional, dejándolos al capricho de los vaivenes municipales de los distintos ayuntamientos. Hagamos por una vez las cosas bien, devolvamos la zona del arco del torreón al ciudadano, y no dejemos que lo (poco) que aún se conserva de nuestra historia se deteriore aún más.
Pero que nadie dice lo que puede costar. Cuanto iluso suelto.
Luego la cuestión puede ser, que finalmente quede bonito, a un costo moderado y sin romper con el entorno, que es de hace dos días.
Me gusta pasear por esta ciudad, recreándome con lo que me encuentro, pero además, las piedras rancias me proporcionan buenas emociones.
Necesito la aportación de quienes saben y conocen lo que veo, para entenderlo mejor. Algo así como proponía Platón: Amar en lo bello.
pues vaya una arqueóloga. si opinas que las galerías de c.real son meras bodegas y que no merece la pena rescatar, me cuesta creer que valores la historia. es cierto que el dinero hay que saber invertirlo y que hay otras prioridades, pero opiniones como la tuya son las que han destruido poco a poco toda la ciudad. tal vez esas galerías no tengan mucho interés para ti, pero es de lo poco que nos queda (tal vez no…) y me cuesta creer que la presidenta de los arqueólogos se moje anulando su valor en vez de defender su trabajo.
increíble
No opina que son meras bodegas, es que lo son. Y efectivamente, lo está diciendo una arqueóloga, que es quien puede conocer el valor histórico de esos restos, y que ademàs, los ha visto, que es mucho más de lo que pueden decir la mayorìa de los que opinan, que como mucho alegan que «mi padre me contaba» o «siempre se ha dicho» que Ciudad Real estaba llena de pasadizos. Pues nada, a seguir buscando el tesoro, que ya se sabe que Ciudad Real fue siempre lugar de riqueza inmensa y se dedicaban a construir galerías subterráneas de oro y diamantes. Eso sí, tó cerrao, no sea que se escape el gato.
A ver si por haber dilapidado nuestro patrimonio, ahora nos vamos a poner estupendos dando un valor excesivo a aquello que fueron simplemente bodegas particulares Y en ningún momento se ha dicho que se destruyan, sino que no vale la pena el gasto de ponerlo en valor ahora mismo, en comparación con el daño que sufren los vecinos con un espacio vedado durante años. Se catalogan, se cierran, y en el futuro, en otro contexto, Dios dirá.
Precisamente este artículo diginifica a su autora, pues ejerce de profesional serio y coherente, no arrimando artificialmente el ascua a su sardina, lo cual, precisamente, es lo que se ha hecho durante años y nos ha llevado a la situación actual.
Quien sea capaz de presentar un estudio serio y riguroso que respalde el valor de esos restos para convertirlos en una prioridad, que lo haga. Hasta que eso ocurra, ya es hora de utilizar ese espacio, porque lo que està claro es que la situación actual no es buena para nadie.