Aún reciente los ecos apagados, del libro de ¿memorias? de Miguel Sebastián, (ex asesor y Jefe de la Oficina Económica de Moncloa con Zapatero, y luego Ministro de Industria) , nos desayunamos con otras afirmaciones significativas en el extraordinario del suplemento ‘Negocios‘ del 25 de octubre.
El ex ministro de Industria, Miguel Sebastián, desvela en su nuevo libro La Falsa Bonanza una reunión inédita en la que la cúpula del Banco de España defendía que no habría burbuja inmobiliaria durante el mandato de José Luis Zapatero. Y él con la cúpula bancaria. ‘No fuimos avisados’.
Cuando Zapatero llegó al poder, su entonces vicepresidente económico, Pedro Solbes, y el sucesor de Caruana en el Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, asumieron la misma tesis de que no había riesgo de burbuja, pese a que, en realidad, había empezado a finales de los noventa, según refleja el mismo Sebastián. El entonces presidente del Gobierno ha reconocido posteriormente que no haber pinchado a tiempo el fenómeno inmobiliario, fue uno de sus principales errores, según el autor del libro.
El ex director de la Oficina Económica de Presidencia también menciona la carta de los inspectores del Banco de España de 2006, desvelada por EL MUNDO el 21 de febrero de 2011, alertando de la crisis y su impacto en el sistema financiero española, sin que su llamamiento fuera escuchado.
El ex ministro que titula uno de sus capítulos ‘Los otros que no vieron la crisis’, reivindica que no solo fueron el presidente Zapatero y él los únicos que no vislumbraron el tsunami que se avecinaba en 2008. Hubo otros muchos y otros mas, como podemos seguir comprobando.
La miopía de Solbes, es compartida en el encuentro promovido por el citado suplemento ‘Negocios‘, junto a otros ministros de Economía, como Carlos Solchaga y Luís De Guindos. El encuentro tripartito, denominado ‘El progreso, en palabras de tres ministros de Economía‘, no deja ver apenas un reproche al control del Supervisor, ni a tantos Servicios de Estudios. Pasan los tres, Solchaga, Solbes y De Guindos, de puntillas sobre la Burbuja y su reventón. Con una estrategia de ‘Yo no fui’ o de ‘Yo no me enteré’.
Sorprendentemente, setenta y seis páginas después en el mismo medio, se produce, para información de los ex ministros, un soberbio despliegue sobre ‘La Burbuja que embriagó a España’; y con el sangrado muy sangrante y llamativo de ‘El auge inmobiliario que nadie se atrevió a enfriar‘. Sobran comentarios. Igual que sobran consideraciones sobre el efecto multiplicador de la promoción inmobiliaria; que incrementó un 343% el número de unidades iniciadas entre 1985 y 2006. Pero ¿quién enfría a quien?
Paradójicamente, algunos otros espectadores de la economía, sí que se enteraron y sí que advirtieron del tusnami en marcha. Lo Hizo Fernando Chueca en 1977, con su trabajo ‘La destrucción del legado urbanístico español‘. Todo ese marasmo destructor agregado en el tiempo de la salida del franquismo, componía ya una foto fija de difícil captura pero de fácil valoración. Tal y como la verificada por Chueca Goitia en su texto demoledor. Establecía el catedrático, una visión alterada de esa foto fija, una foto devastada de la historia de la ciudad, para componer un diagnóstico hábil y alguna urgencia por resolver. “Fundada con el nombre de Villa Real por Alfonso X el Sabio en 1255 para servir de centro poderoso que asegurase las comunicaciones entre Toledo y Andalucía, nunca llegó a ser una gran ciudad monumental y en este aspecto otras muchas de la Mancha le superan. Sin embargo, tenía en su modestia una cierta dignidad como pueblo ancho, llano, de calles rectas y edificios de dos o tres plantas. En Ciudad Real no sólo se ha destruido esto, sino que va camino de destruir el propio trazado medieval, triturado por los cambios de alineación municipales.
Es una de las capitales que más puede entristecer al viandante, todo cruje, todo está fuera de sitio, todo es de pésimo gusto, hasta los quijotes que adornan sus plazas y que parecen muñecos o caricaturas…En Ciudad Real los edificios públicos, recientemente construidos, constituyen un catálogo de horrores arquitectónicos y por supuesto son de desfasada altura. No sabemos con cual quedarnos: si con la Delegación del Ministerio de Información y Turismo, si con la Organización Sindical, la Escuela de Artes y Oficios o el Gobierno Civil. A esto se añaden los bancos, las Cajas Rurales o de Ronda con edificios de 12 y 13 plantas en plazas angostas como la de Cervantes, monstruos que abruman alguna que otra casa de dos plantas que por milagro aún subsisten y que todavía están pregonando un nivel cultural muy superior al de sus enfáticos vecinos…El único remanso urbano que quedaba, la plaza del Ayuntamiento, con sus sencillas casas porticadas y su Consistorio neoclásico, se ha destruido también recientemente con una pirueta arquitectónica incomprensible: el nuevo ayuntamiento. Que la posteridad la juzgue. Grado de deterioro urbanístico: Gravísimo. Índice: 10”.
Además de ello y como parte del conflicto señalado en la vieja ciudad, Chueca Goitia señalaba con certeza que: “Las mayores catástrofes urbanísticas suceden en aquellas capitales donde falta una minoría ilustrada y donde las autoridades carecen de un aceptable nivel de cultura. Es donde aparecen los mayores excesos y donde el urbanismo y la arquitectura presentan los índices de calidad más bajos”. Durante esos años, y aún más en los anteriores, era dable oir arrebatos mitineros que fijaban el ‘Todo sea por el aumento del tráfico y de la urbanización’; para eludir el sonoro petardeo de buldozer en ejercicio de demolición. Conflicto del suelo, sus propietarios, los agentes activos y los rectores pasivos; que además proviene de la contraposición normativa entre las legislaciones urbanísticas y las legislaciones patrimoniales. La primera de ellas, dada a consentir las transformaciones en curso; mientras que la legislación de patrimonio limita derechos de renovación edificatoria y subsiste hasta 1985 con un enorme vacío conceptual prolongado por la escasa virtualidad de la Ley del Patrimonio de 1933.
También, en 1983, cincuenta años más tarde de la Ley del Patrimonio dictada en la Segunda República, lo hizo el antropólogo Julio Caro Baroja. Que daba salida a una ‘Fabula urbana’, construida bajo la cobertura de ‘Los Desastres de la Paz’, prolongado los goyescos ‘Desastres de la Guerra’. Para hacernos ver los desastres de la especulación urbana. Fijando el antropólogo «que en los últimos veinte años España ha sufrido en sus pueblos y ciudades, más destrozos que en cualquiera de sus guerras«. Trabajo que contaba con el apoyo fotográfico de Luis Agromayor y entre cuyas imágenes se producía la captura de un vallado de la Plaza del Pilar y del crucero de la Iglesia de la Universidad de Almagro.
Todo ello es verdad y es pasado. Pero ocurre que los últimos Ministros de Economía no se enteraron del petardazo inmobiliario.
Periferia sentimental
José Rivero
Fantástico artículo y acertado vínculo entre la ausencia de ética al no prever lo que era palmario, que generaciones de jóvenes accederían a su primera vivienda a unos precios que difícilmente podrían pagar (eso es fe y no la del Cristo de Urda), y que existía un precedente estético, la destrucción de los cascos y monumentos históricos por la locura urbanística. Para cuando se quiso reaccionar, a través de la Ley de Patrimonio Histórico de 1985, el daño ya estaba hecho.
Uno de los mejores ejemplos de ello es la historia urbanística de Ciudad Real, donde primó lo funcional y donde se despreció el valor patrimonial. El culpable es la ausencia de una élite municipal ilustrada, que es crónica.
Otro caso. Nunca compartí el proyecto de aeropuerto, no porque dudara en que podía tener éxito, si no porque quien debía llevarlo a cabo nunca lo haría sin pensar primero en su beneficio.
En una ciudad pequeña todos nos conocemos, y tras la coca del AVE, el balonmano, el aeropuerto, etc no se supo honestamente reconocer que quien se comporta como un golfo en su ámbito privado (y es inexcusable saberlo en un sitio pequeño), no debería dirigir nunca ningún proyecto público.
Si algo ha definido nuestra historia municipal ha sido el CACIQUISMO acentuado por ser el lugar de residencia de un presidente autonómico que paradójicamente trató en su tesis doctoral del caciquismo manchego.
Lo único que se me ocurre para Ciudad Real, es convertirla en un centro de estudios internacional de español aprovechando su cercanía a Madrid, sus instalaciones universitarias, y su ubicación en la tierra del Quijote. La posibilidad de que miles de jóvenes extranjeros pudieran de forma económica venir a aprender español, nos haría salir de nuestras limitadas perspectivas locales y de nuestra deprimente actitud de ver el futuro de la ciudad.
Nos pondría en el mapa académico europeo (en verano con el festival de Almagro y las fiestas locales) de la enseñanza de idiomas.
¿Cuántas residencias cerrarán por falta de estudiantes? ¿Cuánto nos costará una empresa pública más o una Universidad que fenece por falta de estudiantes?
No se puede dedicar uno a la política local y pensar sólo en la paz mundial y el amor universal con un aderezo de sacar la bilis al enemigo, al que me puede quitar el puesto. Se acaba siendo un rematado imbécil y un peligro público.
Tomando palabras al lúcido y maldito poeta José María Fonollosa, lo que habría que hacer con Ciudad Real es arrasarla y no hacer otra.