El señor Wallace es conocido en el ecúmene occidental por sus extrañas novelas. Vamos, comparado con él, el mesié Faulkner casi parece un escritor de estos de ahora que se venden en palés. Bueno, tal vez no tanto, pero lo que está claro es que Wallace (que se ahorcó en su casa, por cierto) escribía unos relatos y unas novelas más raras que el copetín.
Utilizamos estas palabras porque nos da la gana. Al margen de su obra en prosa, Wallace escribió algunos artículos periodísticos y cosas por el estilo que ahora, tal vez aprovechando el ligero tirón que ha proporcionado su óbito, la editorial que lo gestiona en estos países de por este lado ha puesto en circulación en un solo tomo de ágil manejo y digestiva lectura. Son varios ensayos acerca de temas tan dispares como la felicidad del escritor, el peligro de las tendencias narrativas modernas (el artículo está fechado en los años 80, o sea que ya ha pasado tiempo) en los talleres de escritura creativa (el señor Wallace fue profesor de escritura en universidades americanas, es esta una materia que no se enseña en nuestro país, y se nota, claro que se nota), unos avisos sobre novelas anglosajonas brillantes según su criterio y que nunca serán reconocidas como tales, un varapalo de pelotas a dos novelas de ficción matemática a las que deja que no dan ganas ni de tirarles piedras (el señor Wallace, quién lo iba a decir, tenía una sólida formación matemática que lo sitúa por encima de otros narradores y explica ─de paso─ algunas antisépticas peculiaridades de su prosa); también se explaya un rato en dos extensos (demasiado largos) reportajes acerca de un pasatiempo tan misterioso como el tenis; llama la atención que un hombre tan por encima de las veleidades de los antropomorfos de a pie sintiera inclinación por un deporte para masas, en fin; también hay un divertido estudio de la segunda parte de Terminator, en el que se examinan las razones que llevan al cine hipercaro para convertirse en cine ultramierdoso; y desde luego el artículo más interesante para nosotros es aquel en que se habla de un libro sobre la vida de Borges y en el que no repara en poner a caer de un burro al autor del libro y de paso conocemos la admiración de Wallace por el escritor argentino. Como siempre, la calidad de la prosa de Wallace destaca por encima de la escuálida media de nuestro tiempo. El libro está todavía en serie cara, no dudamos que pasará a series medias o como se llamen. Estén atentos y no dejen pasar esta oportunidad porque Wallace es interesante.
Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales
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