Manuel Valero.- Leo que Repsol va a someter a elección ciudadana una serie de árboles de Navidad de modo que el elegido será el que ilumine la noche, avise con regocijo del lento declinar de la oscuridad, y minuto a minuto le vaya robando tiempo a los días de invierno hasta el anuncio de una nueva primavera.
Si no estuviera impregnado el árbol de tautología cristiana, siempre fiel y reiterada en la hoja decembrina del almanaque, diríamos que la ciudad se postra ante el Mitra naciente vencedor sobre el tenebroso Varuna. Pero no es así y lo que se festeja, celebra y rememora es el nacimiento del Dios de los cristianos aún con la ausencia de todo icono que abundan, desde el Arte a la figurita doméstica, en la iconografía de tradición católica. Árbol luterano o Belén cristiano. Es lo mismo: la Navidad. Y así, con esta suerte de elecciones arbóreas la compañía petrolera, de la que Puertollano vuelve a depender hoy como en los tiempos en que fue Faro Industrial de La Mancha y que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez se ha comprometido a darle de nuevo el vigor del ojo de Sauron, evidencia el acerbo religioso, costumbrista, tradicional, pero religioso, que se entrevera en el genoma social, que para eso es un rito-fiesta-tradición- bimilenario.
Viene esto a cuento del nuevo envite programático del PSOE que dicen va a ofertar a la ciudadanía, la retirada de la Religión como asignatura evaluable de todos los colegios, también los privados y los concertados, y en todo caso, el carácter doctrinario de la asignatura. A estas alturas cualquiera es muy libre de pensar lo que quiera y de aplaudir, o no, el músculo laicista de la socialdemocracia española que puede resultar interesante si no fuera porque se trata del mismo recurso, episódico y electoral, para volver a incidir en la necedad divisoria de que la izquierda, inococlasta, no quiere más dioses que su líder que muestra sobredimensionado en barandales y fachadas, y que la derecha es un atajo de meapilas bajo palio, como si no hubiera creyentes o jocosos celebrantes de la fe (o tradición) a ambos lados y más allá y entrambasaguas. Es como una asignatura pendiente, que tuviera un encadenado interminable de convocatorias que se suspenden y hay que repetir.
En la España democrática, el referéndum que suena como trompeta celeste o bicha emplumada, según para quién, es una vía de decisión celebrada, creo, en dos ocasiones: la OTAN y la Constitución Europea, de modo que referéndum puro patrio tal que uno solo, en todos los años de la imperfecta democracia postfranquista con el asombroso registro de dos referémdums convocados por el general durante su cuarentona etapa, o sea uno más. Bien sea que en ese contexto, el del espadón ferrolano, hasta un referéndum para subir impuestos saldría que sí.
En Europa se han celebradosreferéndums a pares y no ha pasado nada más que lo que los electores han querido. Pero aquí preferimos el amago táctico, la estrategia captavotos (o pierdevotos) para seguir con el problema, una y otra vez, y otra vez y una. Y anda que no hay materias para acordar una pregunta facilita: ¿está usted a favor de las corridas de toros, si o no? ¿Está usted a favor del aborto libre, si o no? ¿Está usted a favor de que se imparta religión en los coiegios, si o no? Y Santas Pascuas, a propósito de la iniciativa de Repsol. De esa manera tendríamos la oportunidad, en un sentido o en otro, de salir de los círculos viciosos que tantos nos apasionan de la mano de la mayor y más contundente herramienta democrática: el referéndum. Supongo que en muy pocos programas, tal vez en ninguno, aparecerá la intención del partido en liza de someter a referéndum y a dictamen final, definitivo y vinculante de los ciudadanos, cuestiones de alto calado emocional. Pero me temo que no hay redaños para decirle al pueblo-ciudadanía-gente, qué demonios quiere de una vez y dejar zanjado el asunto como hizo Alejandro con el nudo, pero en lugar de con la espada con el voto.
Ya tengo escrito hasta lo que considero un peligroso acercamiento a la reiteración pelmaza, que lo coherente en un partido belicosamente laicista es que se “arremangue” como es debido y le diga a los electores su intención de acabar con las tiaras de una vez por todas, empezando por el calendario. El nuestro, reitero, es el más religioso del mundo y no me sorprendería que erradicáramos la religión de los colegios y nos diéramos un Estado, limpio el paisaje de procesiones y rezos, pero mantuviéramos, el calendario laboral llenito de rojos festivos con nombres de santos, vírgenes y mártires. Y es que la religión se puede sacar de las escuelas pero es imposible extirparla de la calle y las tradiciones, de la existencia del hombre, de la pregunta principal, ¿quien cojones hizo todo esto? Y de la intención del voto, claro.