Manuel Valero.- El verdadero estado de opinión no está ni en las tertulias, ni en los firmantes hipóstilos de los periódicos, ni en las editoriales, ni en los sondeos privados que se encargan con producto final cocinado y negociado de antemano. Ni en la gran encuesta pública del respetado CIS.
Tampoco en las pintadas callejeras que, paradójicamente, y si no fuera porque empercuden una tapia, una fachada, suelen ser, la mayoría, imaginativas y hasta originales. El magma está en la generosa y benevolente oportunidad que da la red, pues en su virtualidad de democracia total y global constituye hoy el cauce opinativo (y vomitivo) de la humanidad enganchada, que a su vez se configura como un sistema burgués dado que se necesitan herramientas como un ordenador fijo, o un portátil, o una tablet o un teléfono móvil de gama media, como la clase, para conectarse y hacer del medio el mensaje que decía aquel. Herramientas muy multinacionales y poco artesanales para postilar un texto. De hecho la red por su conceptualidad libertaria es puesta a buen recaudo en países democráticamente deficitarios.
En la red, y sobre todo en los comentarios que hacen brotar las opiniones o informaciones identificadas, borbotea el pueblo en toda su taxonomía virtuosa y pasional, agreste y montaraz, académico y soez, faltón y tolerante, argumentativo o achuladamente taxativo. El fácil acceso a la participación virtual, sin embargo, adolece, de una falla: el anonimato, que lejos de alimentar una verdadera democracia lectora participativa, ceba sobre todo el comentario de tripas, el pueblo en estado de pasión cruda que según los sociólogos de este mundo medio Matrix, abundan bastante más que los serenos y bien anclados en una opinión propia y tolerante, con el agravante de que una moderación activa y sobreactuada que filtre el insulto es interpretada de inmediato como una abominable censura que contrarresta la credibilidad del medio.
De hecho se hace y se practica y depende de la línea de tolerancia del medio que los comentarios echen humo y lleguen hasta el zafio encare de lupanar o constituyan una reedición de la Escuela de Atenas en este asombroso foro sin rostro que nos ensarta a todos como en una gigantesca ristra de chorizos, dicho sea sin la connotación refleja a la que en el actual contexto nos lleva la susodicha palabra. Obviamente no es ni una cosa ni otra pero la realidad es ésa: la red enmarañada, oculta (excepto para los expertos, que alertan a su vez de la existencia de una red profunda), enmascarada, pseudónima y anónima es la mejor manera de aflojar bilis contra el adversario. También lo es para la loa pero como dijo aquel otro: “Cuando leo un anónimo malo nunca me doy por aludido y si es bueno me muero por saber si es una dama”. Aunque tampoco hay que dolerse. Quienes trabajamos o colaboramos en medios digitales sabemos a lo que nos exponemos aunque demos el DNi y el careto entero, de escorzo o de perfil, pero defendemos la esencia misma del invento y de la democracia, y es el respeto. Ningún artículo por sacrílego que nos parezca merece la lapidación del autor.
En asuntos espinosos basta darse una vuelta por la escombrera de los comentarios de los lectores que interactúan para darse cuenta de la pavorosa cantidad de mala leche que destila el personal más cerca de la desdentada que veía pasar el carro de los aristócratas camino de la guillotina que de los teóricos de la Revolución. Si se le diera un mosquetón a cada quien que se cornea en la red se acababa la crisis.
Vivimos un momento histórico conectados a una tela de araña inventada por los USA para su ejército colonial – oh mon dieu cuánta paradoja- cuya coherencia sobrevenida es la reivindicación del software libre u otros artilugios menos colonizantes que uno en su cortedad cibernética no llega a alcanzar. Pero si llego aún pingándome sobre la punta de los zapatos a que por lo menos un aparatejo habrá que tener y algo habrá que pagar de iguala a alguien. Y me pregunto si se respetaría esa democracia internetáutica, total y casi totalitaria (que ha generado una legión de imbéciles dice un Eco faltón pero a barba vista)en la que la pasión se prodiga más que la virtud. Son los tiempos. Antes tenias que mandar una carta al director, lo cual suponía un pequeño esfuerzo y un gasto, acompañada del dni; hoy cualquiera se hace llamar el condelucanorr y lanzar fetideces hasta la exquisitez.
Ya le gustaría a uno, siquiera porque escribe con el nombre y el careto por delante, que cuantos discrepen de lo que uno piensa, le salieran al paso con la misma condición de inerme con la que uno se expresa ante las dentelladas sin rostro o las complacencias sin cara.
Hay pueblo y hay populacho, como pueblo es el que se manifiesta por una causa justa y populacho el que vocifera contra la mamá del trencilla oculto en la masa gris de un estadio de fútbol.
Me pregunto, finalmente, si la condición indispensable para comentar en cualquier periódico digital una opinión o información viniera garantizada con la identidad del ciudadano, sería un baldón para la democracia total digital y el prestigio de ese digital o una simple salvaguarda para apuntalar una democracia participativa de calidad sin lugar para los revanchistas, los zafios y los faltones.
Decía Goethe que “los cobardes solo amenazan cuando se creen a salvo”. Da miedo Manuel,leer lo que algunos pueden llegar a decir…no sé si a hacer…cuando nadie los puede identificar. Un saludo.
El problema es que la afamada ‘V de Vendetta’ popularizó la máscara y premió la careta. De aquellos polvos reivindicativos, nació el anonimato reinante de tanto comentarista, dispuesto a consumir los minutos de gloria que rinde una popularidad oculta. Pero es que en toda comunicación, y las redes lo son, sigue habiendo mucho ruido. Y el ruido ni informa. ni comunica. Solo solivianta. Un poco ruido, otro poco furia.
Totalmente de acuerdo con vosotros. El anonimato ha encubierto siempre las felonias.Debemos recordar que era la denuncia anonima la que impulsaba el proceso inquisitorial haciendolo el mecanismo de coaccion social mas eficaz de todos los tiempos. Coaccion amparada en el anonimato. Resulta paradojico, lo digo yo que soy catolico.
A muchos, paradojicamente de ideas progresistas, les queda corto el apelativo de cobardes, forman la Nueva Inquisicion.