Javier Fisac Seco.- Los Estados Unidos vienen practicando una política delirante y suicida desde la Guerra del Golfo, como ya lo fue la de Vietnam y fracasó o la de Cuba y fracasó o la de Irán y fracasó. El imperialismo no es invencible cuando las voluntades de los pueblos se le enfrentan.
La consecuencia de esta delirante política actual ha sido el avance del terrorismo islámico, llamado yihadismo, y el retroceso del laicismo, en Turquía, Siria, Egipto, Libia, Túnez, Argelia, Marruecos.
El pasado junio entregó la base de Morón a la soberanía militar norteamericana, transformando la soberanía nacional de la base de Morón en un nuevo Gibraltar o en un Guantánamo europeo. Ahora la defensa no sólo de España sino del Sur de Europa la deciden los norteamericanos. España ha dejado su suerte y su destino en manos de decisiones militares y políticas norteamericanas.
El sábado, 2 de octubre, remató la traición entregando el territorio español para que en él se organicen unas maniobras de la OTAN, pensadas, precisamente, para defenderse de esa amenaza del terrorismo islamita o yihadismo. El territorio español ha pasado a ser la primera línea de defensa de la soberanía norteamericana en el Atlántico.
La cuestión es que, integrada en la línea de defensa estratégica norteamericana, España pasa a ser una ficha en el juego de intereses estratégicos que se dirige desde Washington. Integrados en el sistema defensivo norteamericano en beneficio de sus intereses, nuestra suerte ya no depende de nuestra propia realidad geoestratégica sino de la de los Estados Unidos. De manera que lo que ocurra en Irán, Irak, Afganistán, Turquía o cualquier territorio del entorno mediterráneo afecta a España aunque no tenga que ver con ella nada de lo que ocurra más allá.
La política exterior de Rajoy, que ha sometido la soberanía española a la voluntad de Estados Unidos, ha convertido España en un portaaviones norteamericano que avanza a la deriva contra la potencia del terrorismo musulmán en el Mediterráneo.
Y mientras tanto, todas las fuerzas políticas permanecen en silencio. Ajenas a la gravedad de una situación que nos ha colocado en la diana de cualquier ofensiva militar musulmana. Es el momento de concienciarse, informar y movilizar a la opinión pública de que el PP, asociado al neoimperialismo, no sólo es el tonto útil de éste, sino una amenaza para la paz y estabilidad de los españoles.
La política exterior debe pasar a la primera plana de la campaña electoral, movilizando a la opinión pública contra una decisión que nos deja indefensos en manos de los intereses estratégicos de una potencia para la que España es sólo una ficha estratégica, que ellos moverán según sus intereses. Rajoy tiene que rendir cuentas por dejarnos en una posición de riesgo permanentemente.
La Historia de este país está jalonada de traiciones por parte de la derecha patriotera, siempre dispuesta a sacar la bandera para reivindicar los valores arcaicos y para engañar (en el sentido taurino que tanto les gusta, llevar con el engaño o muleta) a esa parte de la población, pobre pero desclasada, sin valores ni principios.
Tanto dar el coñazo con Gibraltar cuando interesa sacar el tema para manipular a la gente y ocultar sus propios delitos, tanto dar el coñazo con la integridad territorial y la indivisibilidad de España, tanto dar el coñazo con la bandera, el himno y el escudo que nos dejó su añorado general monohuevo, tanto dar el coñazo con la integridad territorial para luego hacer leyes que facilitan que se quemen los montes por intereses económicos y para luego correr sin dignidad a besar los pies de sus amos extranjeros como perritos falderos, lo mismo si es la Merkel que si es Obama, o el payaso de Eurovegas. Como organización criminal que es el PP (según auto judicial), creada para conceder contratos públicos a amigos a cambio de mordidas que se repartían entre el partido y sus estiradísimos dirigentes, por no condenar el terrorismo franquista y por vender el país a trozos, debería ser ilegalizado. La chusma que lo dirige sigue teniendo la propiedad del país, seguro que no tienen que ir a Cáritas a comer.
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