Centro de Información Europe Direct Ciudad Real.- Europa está viviendo durante estos días la mayor crisis migratoria, el mayor movimiento de refugiados, desde la II Guerra Mundial. Miles de personas que huyen del hambre, la guerra, las dictaduras o incluso las catástrofes naturales llaman hoy a las puertas de la Europa comunitaria, con el consiguiente drama humano que todo ello supone y ante el cual no podemos mantenernos impasibles.
Las sociedades cambian, y nada tiene que ver el flujo, moderado en muchos casos pero imparable, de emigrantes que comenzaron a llegar a Europa al terminar la segunda gran contienda mundial con la crisis actual. A ambos fenómenos les une la desesperación de gente que busca una mejora de sus condiciones de vida, aún a costa de perderla en su travesía como desafortunadamente estamos viendo en muchos casos, pero existen algunas diferencias entre ambos fenómenos que cabría analizar:
En primer lugar, la afluencia de emigrantes hasta el momento presente seguía unas líneas, unas rutas, más o menos preestablecidas, que venían marcadas por diversos factores como son los lazos históricos, la cercanía geográfica o incluso motivado por episodios esporádicos de carácter político o económico. En general estas rutas de emigración discurrían entre las colonias o ex colonias y sus metrópolis, siendo la existencia de un idioma común un factor determinante en este tipo de movimientos.
Una segunda diferencia viene dada por la naturaleza de las personas acogidas. Si bien en la mayor parte de los casos anteriores se trataba de emigrantes, en el caso actual se trata de refugiados que huyen de un conflicto bélico, una crisis por tanto de carácter extraordinario que requiere por ello, y por sus dimensiones, soluciones diferentes y de carácter urgente.
Por otra parte, una característica de esta crisis son las consecuencias que está teniendo en los países del este de Europa. Se trata de países en primera línea de llegada de los refugiados, y que históricamente han emigrado pero no han recibido emigrantes, la llegada de refugiados ha constituido un fenómeno prácticamente exclusivo de la Europa Occidental, para estos países que se democratizaron en la década de los 90 supone algo novedoso. Resulta paradójico que surjan en estos países fenómenos de rechazo hacia los que menos tienen, como el racismo, la xenofobia, y el ascenso de partidos o grupos de ultraderecha, con un discurso antieuropeista y contrario a la emigración exterior.
Europa es la región del globo que mayor número de refugiados ha acogido a lo largo de la Historia, entre sus principios el derecho de asilo es fundamental. Disidentes y perseguidos por causas políticas, económicas o ideológicas, han encontrado su hogar entre nosotros, y constituye también la primera región en cuanto a ayuda al desarrollo. No obstante, falta coordinación en cuanto a las soluciones a adoptar, estas deben ser de carácter global, europeo. Ante esta nueva situación se presentan varios retos, unos internos y otros externos: entre los primeros se incluirían las políticas de solidaridad, los cupos de acogida y las políticas de integración en cada uno de los Estados de acogida, y en los segundos destacar la política exterior común tanto para hacer frente a esta crisis (política de asilo común y democrática, prevención del tráfico de personas en las zonas fronterizas) como para actuar, trabajar, cooperar, en el foco originario del problema, en los países de origen de las personas que vienen a Europa buscando en definitiva no sólo una vida mejor, sino una vida digna.