La santa de Ciudad Real

Investigación original y texto: Alberto Muñoz
Investigación gráfica e ilustración: Paco Carrión

Poco o escasamente conocido es el mito de la “santa” de Ciudad Real que descansa enterrada bajo uno de los pilares de la Iglesia de San Pedro y que tiene por lápida funeraria una pantalla de plasma de última generación. conlosojosbienabiertosRepresenta uno de esos contrastes que conforman la lógica social y antropológica de nuestra ciudad, sin los cuales no se comprende la verdadera identidad del ciudadrealita.

Aspecto actual del interior de la Iglesia de San Pedro
Aspecto actual del interior de la Iglesia de San Pedro

Se trata del curioso caso de María de la Cruz Doncel, beata de la orden tercera franciscana, documentado en el Archivo Histórico Nacional, sección Clero[1]. Esta orden la conformaban las personas laicas que no podían o no quería abandonar la vida mundana, por tener familia a su cargo, pero que se sentían inclinadas hacia la vida espiritual. Como Señala Tejada y Ramiro (1853) [2]:

Las monjas terceras, llamadas penitentes (arrepentidas), que hicieren solemnemente los tres votos esenciales, deben ser obligadas y compelidas a observar perpetuamente clausura, por medio de las censuras e imposición de otras penas, e invocando, si fuere necesario, el auxilio del brazo seglar, y empleando además todos los otros remedios de hecho y de derecho contra las transgresoras.

En muchas ocasiones la clausura de estas terceras no era voluntaria ni tenía como propósito conducir su vocación religiosa, sino reconducir un pasado heterodoxo, bien por causas heréticas, bien por causas adúlteras, bien por enajenación mental, o bien, en general, por la necesidad de ordenar su moral y dar ejemplo a la sociedad. Como señala Morad (2004: 50) [3]

Existían monasterios forzados a acoger religiosas «penitentes», conventos que tenían la obligación de proteger el orden moral acogiendo adúlteras para «transformar» a estas «mujeres langostas», según la expresión de un eclesiástico gaditano, en dóciles religiosas profesas. Consideradas esposas «indignas» en el siglo, pero castas y obedientes Esposas de Dios en el convento, estas adúlteras vestían el velo de la religión, alegando, por supuesto, otras causas tal como lo recomendaba la Iglesia.

Del relato extraído por Delgado Bedmar (1990) del Archivo Histórico Nacional, se desprende que el convento de las concepcionistas franciscanas de Ciudad Real (el conocido como Las Terreras), en el que estaba enclaustrada “Santa” María de la Cruz, tenía atribuida esta función redentora, no sólo a través del hospital de cuerpos que albergaba, sino como verdadero hospital social. Esto es, una suerte de lavadora de almas y de conductas para acomodarlas al orden moral que la sociedad de aquel momento exigía. Claro precedente de estos otros “hospitales” redentores que hoy existen en nuestra moderna sociedad, aunque sean invisibles a nuestros ojos domesticados.

Delgado Bedmar extrae del Archivo Histórico Nacional el relato autógrafo redactado en 1722 por el párroco de la Iglesia de San Pedro, don Juan Agustín Muñoz, en uno de los libros de su parroquia:

en nueve días de el mes de mayo de mil setezientos y veinte y dos años se enterró en esta iglesia el cuerpo de María de la Cruz Doncel, Beata del horden tercera. No hizo testamento, porque teniendo su habitación en el hospital la hecharon de menos un día y me avisaron a mí como administrador de dicho hospital, y buscando quien quebrantase la puerta del aposento que es el que está en el descanso de la escalera a la mano derecha como se sube al corredor de dicho hospital se encontró a dicha Beata con un accidente de apoplejía muy rezio. Diósele el santo olio y permanezió con el dicho azidente hasta el otro día cerca de amanecer que espiró. Quando se halló fue tendida en el suelo quasi vestida y a la novedad acudieron muchas mugeres beatas, haciendo sentimiento y contando milagros y profecías muchas, de esta difunda, por lo qual yo me y las corregí y las reprendí diciéndolas que era una buena mujer tonta y no más, que es lo que yo pude entender y conocer en el tiempo que la traté, y de esta suerte atagé a aquellas mugeres la simpleza. Y como administrador de aquella casa me tocó despender los trastillos que se le allaron, y no puedo decir la ansia de muchas mugeres por lograr reliquias como ellas decían y por esto quitaron muchas cosillas como estampas y cuentas. Se allaron instrumentos de penitente, cilicios y disciplinas, y esto se lo llevó el marqués de Villater, dos cruces de madera grandes como las que lleban los nazarenos, una calavera y una vola grande como la mayor que yo he visto de jugar a los volos. Lo que hubo vendible, que fue poco, se redujo a misas y funeral de que tengo quenta. Se enterró en la sepultura que dize la partida de su entierro debajo del púlpito, y poner esto a tan largo es por no despreciar en él toda la buena fama que dejó en vida esta difunta.”

Fotografía antigua del interior de San Pedro [4]
Fotografía antigua del interior de San Pedro [4]

Quizás esta vecina de Ciudad Real tuviera algún linaje o distinción, ya que sus pertenencias fueron tomadas por el marqués de Villater y fue enterrada en el interior de la Iglesia de San Pedro.

Libro de defunciones de San Pedro donde figura el registro de defunción de la “santa”
Libro de defunciones de San Pedro donde figura el registro de defunción de la “santa”

Aún así, por lo que declara el párroco escribiente, debía ser una mujer sencilla e incluso simple, a quien la credulidad y nulo juicio crítico de la población humilde tomaron por santa. Quizás esa condición de “buena mujer tonta” es la que propició su reclusión en el hospital de las franciscanas dentro de la orden tercera. Podemos imaginar a un corro de percheleras lamentándose por la muerte de una “santa” tan popular, y riñendo por conseguir alguna pertenencia a modo de reliquia. Tanto la “buena fama que dejó en vida”, como las referencias populares sobre milagros y profecías, dan fe de esta creencia. Lástima que las crónicas no nos den noticia de esas profecías y milagros, que sin duda contribuirían a mostrar más y mejor la cándida credulidad popular de aquel momento, que aún hoy perdura, y a engrandecer el anecdotario de mitos locales de los que Ciudad Real es tan pródiga.

Fotografía antigua del interior de San Pedro [4]
Ilustración del acontecimiento por obra y gracia de Paco Carrión
——— Referencias ——————————————————————

[1] Relato extraído del Archivo Histórico Nacional por José Domingo Delgado Bedmar y recogido en Los conventos de Ciudad Real en los libros del Archivo Histórico Nacional, publicado en el Congreso de jóvenes historiadores y geógrafos: actas I : [celebrado en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid del 12 al 16 de diciembre de 1988, Vol. 1, 1990, ISBN 84-7491-295-4, págs. 259-268

[2] Juan Tejada y Ramiro, Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia española Concilios del siglo XV en adelante (parte segunda), Tomo IV, Imprenta de D. Pedro Montero, Madrid, 1853, p. 412.

[3] Frédérique Morand, El papel de las monjas en la sociedad española del setecientos, publicado en Cuadernos de Historia Moderna. 2004, nº 29, 45-64

[4] Fotografía extraída de http://www.ciudad-real.es

 

Alberto Muñoz
Con los ojos bien abiertos

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