El prodigioso caso de Aquilino Valderas  (FIN)

Manuel Valero.- Y así con ese aire tan suyo, con ese mentón levantando que parecía verlo todo, elegante y sabueso, a sabiendas de su irresistible atractivo, de su peculiaridad y de su porte  se presentó nuestro héroe a la recepción que siguió al inicio del reinado de Tesifonte Buitrago. Observó el ambiente con sus sentidos a toda máquina y el sonotone alemán al off máximo. Siguió una hebra de perfume que lo llevó hasta el pandorgo.relato-valero

-Le doy mi enhorabuena –le dijo-.Espero que tenga usted un buen año

-Gracias, Aquilino. ¿Porqué no se presenta usted el próximo año? Si está conforme estoy dispuesto a proponerlo en la terna… con posibilidades ciertas de su elección.

Esto último se lo dijo el pandorgo a Aquilino acercándole la boca ladeada a la oreja y mirando alrededor.

-Lo haré- le respondió con una sonrisa malvada-… El día que voten las mujeres…

-Oh, es usted, incorregible….

Aquilino tomó dos copas de una bandeja que llevaba un camarero tan pequeño que la bandeja parecía flotar entre los asistentes, y comenzó a adular al icono más popular de la tradición local, porque sabía que Tesifonte Buitrago se deshacía del todo cuando se sentía el centro  de los arrumacos.

-¿Cree usted que la humanidad acabará alimentándose de pastillas? De ser así constituiría la prueba de que se ha vuelto imbécil habida cuenta de los alimentos  que fabrica su compañía…

Tomaron otra copa…

-Y teniendo empleados como usted… Ahora entiendo su liderazgo, señor Buitrago. Es usted un verdadero tiburón…

-Grac ias, gracias, Aquilino –le respondió el pandorgo impecablemente ataviado de agricultor rico….

Estaban hablando cuando Aquilino escuchó la voz de Emilio Cuajarón. Hablaba de las calores del verano y de la mejor forma de combatirlo que no era otra que ponerse los calzoncillos empapados de agua helada.

-Me ha parecido oír a su antecesor…. ¿Por qué no le llama y nos apartamos los tres un rato? Que les quiero decir algo…

Dicho y hecho. Los tres se alejaron de la fiesta a uno de los salones oficiales y allí sin más dilación Aquilino tomó una botella de vino bueno y llenó tres copas finas. Cerró la puerta tras de sí y les entró a la tercera botella.

-Bien, señores. Hasta aquí hemos llegado que la fiesta se acaba. Señor Cuajarón se va a sentar usted en esa mesita y me va a poner por escrito la fórmula del pisto mágico, y usted señor Buitrago se va a estar calladito, salvo que prefieran que rebele sus secretos a la prensa con pruebas y todo…

-¿Qué demonios es esto? –exclamaron casi al unísono…

-Exactamente que usted señor Cuajaron es un infiltrado del partido Querer es Poder cuyo objetivo es socavar el orden establecido, y usted, señor, Buitrago, un vulgar espía al servicio de la abominable industria francesa que tan mal trata a nuestros agricultores. Y además, ambos son muy generosos con las señoritas… y señoritos de compañía. Y tengo pruebas.  Asi que… qué me dicen?

Pillados por donde más duele los dos varones de la santa tradición no tuvieron otra opción que claudicar.  Uno le dio la fórmula y el otro, calló por el año de mandato para salvar el mandato.

Esa misma noche, Aquilino se marchó al Caribe, vendió la fórmula a una compañía norteamericana  por 25 millones de dólares, y en compañía de su amante que hacía el pisto como los ángeles vivía en una segunda y eterna juventud.

Cuentas las crónicas que al año siguiente instalaron en toda la Plaza una red de aparatitos que pulverizaban el agua para soportar mejor los rigores de Lorenzo y que alguien echó en los depósitos un mejunje parecido al pisto mágico. Desde entonces la Plaza vive en una orgía ininterrumpida sin que haya explicación posible para ello y nuestro hombre, rico y oculto en algún lugar del paraíso caribeño. Dicen que se operó de la vista y que ve mejor que un lince pero que un efecto maligno de la anestesia lo dejó sordo. Nadie es perfecto.

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