Con la aprobación por el Partido neofranquista de la Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de protección de la seguridad ciudadana, más conocida como “Ley mordaza”, se nos quiere trasladar por parte de los extremistas del PP al tiempo de silencio, tan añorado por algunos de ellos. Aquellos años de escasez, miedo, feroz represión y cruel dictadura. Aquel tiempo de silencio que criticó de manera magistral, mediante la utilización de la ironía, Luis Martín-Santos.
Dice el profesor Malefakis (Universidad de Columbia, Nueva York), experto en el estudio de los fascismos europeos, que por cada asesinato político de Mussolini, Franco cometió 10.000. Aquí, los neofranquistas, esconden o enmascaran lo que quieren, pero en el exterior no pueden. Aquí, con el control de los tribunales, ganan casi todo pero fuera de España pierden la mayoría de los contenciosos. Por ejemplo, quitaron de en medio a Baltasar Garzón, que intentó esclarecer los crímenes del franquismo, pero Naciones Unidas sentenciaba hace poco tiempo que “España ni investiga, ni deja investigar violaciones de derechos humanos cometidas durante el franquismo”.
Martín-Santos, en realidad Luis Martín Ribera, pues su padre formó el compuesto con sus dos apellidos para que perdurasen en el tiempo, nació en Larache (Marruecos), en 1924. A los pocos años la familia llegó a San Sebastián, donde fue trasladado Leandro Martín-Santos, médico militar. Tras el levantamiento contra la legalidad republicana y una vez caída la ciudad en manos franquistas, el médico africanista congenió con el primer fascismo y dirigió la depuración del cuerpo médico donostierra. El carácter autoritario del padre, junto a otras razones, podrían explicar la militancia socialista de Luis Martín-Santos, que dio con sus huesos en la cárcel.
Estudió medicina en Salamanca y allí inició sus aficiones literarias. Después se trasladó a Madrid para hacer el Doctorado y especializarse en cirugía. Pero cambió de especialidad, a la psiquiatría, y trabajó junto al doctor López Ibor. Además, pudo desarrollar sus inclinaciones literarias, con frecuentes participaciones en tertulias, como la del Café Gijón.
El abril de 1951 ganó por oposición –“una parodia pensada para otorgarle el cargo al hijo del Dr. Leandro”, escribe Gregorio Morán en su obra El cura y los mandarines (2014)–, la plaza de director del Psiquiátrico Provincial de Guipúzcoa. Pero antes pasó unos meses por Ciudad Real, como veremos después, y murió, en enero de 1964, a consecuencia de un accidente de circulación. Tras su muerte, por recordar cómo era aquella época de incienso y represión, hubo una polémica sobre si se había confesado o no, y si podría o no ser enterrado en tierra sagrada, como se dice en una de sus biografías.
En 1962 se publicó su libro Tiempo de silencio, novela que provocó más sorpresa que admiración en los comienzos de los años sesenta y que significó una renovación literaria muy importante, gracias a las nuevas técnicas narrativas utilizadas. Ambientada en el Madrid de 1949, Martín-Santos no siguió la línea de las novelas del realismo social, como La Colmena (Cela) o El Jarama (Sánchez Ferlosio), pero compartió con ellas una crítica a la penosa situación de la España de posguerra.
En el complejo libro aparecen signos de rebeldía y críticas a la resignación, con la utilización, por ejemplo, de la leyenda de San Lorenzo: “sanlorenzo era un macho, no gritaba, no gritaba, estaba en silencio mientras lo tostaban torquemadas paganos, estaba en silencio y sólo dijo –la historia sólo recuerda que dijo– dame la vuelta que por este lado ya estoy tostado… y el verdugo le dio la vuelta por una simple cuestión de simetría”.
Isidro Sánchez Sánchez
Desde el revés de la inopia
Un placer leerte y un gustazo recordar al gran Martín Santos a través de su novela y de la adaptación cinematográfica de otro grande, Mario Camus.
Mientras los demás hablamos de lo importante, Isidro va a lo esencial: nos están quitando la libertad. Y no reaccionamos. Cada día tienen que demostrarte quien es el más fuerte. Se vuelve a repetir algo que los más viejos ya conocemos: «Eso no va contigo»…y como creen que no les va a pasar, que están seguros en su casa,se encogen de hombros y aguantan/amos lo que nos echen… (sucedió que Europa se llenó de campos de exterminio/y sucedió que Franco…bueno, lo que ya saben).
Mirar para otra parte es todo un arte. Alguien ha dicho que no estaría mal saber hacia donde se mira cuando no se quiere ver lo que se tiene delante de las propias narices.
Con Martín Santos o sin él, continúa alertandonos de lo que sucede y quizás no queramos ver.
Un matiz: Baltasar Garzón fue expulsado de la carrera judicial por violentar el inviolable derecho a la intimidad de tres imputados por un caso de corrupción que instruyó (gurtel) para con sus abogados. Éstos, obviamente le presentaron una querella por prevaricación que prosperó. Él se defendió diciendo que eran sus testaferros. Lo que no tuvo en cuenta es que sus sus abogados y presuntos testaferros renunciaron a esas defensas unas semanas antes.
Otro matiz: El exjuez Baltasar Garzón nunca quiso investigar el franquismo. De hecho, los imputados fueron cargos de falange hasta 1945. ¿Por qué de esa fecha? Porque aun había alguno vivo con posterioridad a dicho año y no quería chocar con la ley de amnistía de 1977, que entre otras cosas sirvió para que ningún salvaje, bajo la excusa de alguna pretendida ideología, pagara por sus crímenes.
Una vez inhibido del caso y remitido a todas las audiencias provinciales, todas entendieron que la vía penal estaba cerrada…debe ser que ex juez Baltasar Garzón es el único nofranquista…o el más listo de la clase. Sorprendentemente salió absuelto la prevaricación en su modalidad de inexcusable, por la que se le juzgó.
Le recomendaría que leyera el capítulo que Garzón dedica en «El fango» a «La corrupción en la Administración de la Justicia»,pag. 374 y ss.
y si tiene humor el libro entero
Por hacer memoria: caso Bardellino, caso Estevill, caso Urquia, caso Gomez de Liaño, caso Coro Chillán,caso Elpidió Silva y,naturalmente, caso Garzón.
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