El notario

Manuel Valero.- Firmar un pacto político ante un notario no sólo es una imbecilidad es un acto de impostura por mucho que se guarde la compostura. La acción política y el ejercicio de gobernar sólo debe tener un notario: los ciudadanos y la mejor firma es la palabra dada y el compromiso asumido.

ManoloValero3El pacto-acuerdo programático de gobierno alcanzado por el PSOE y Podemos de Castilla-La Mancha es legítimo: ambas formaciones han alcanzado una mayoría parlamentaria para la investidura de Emiliano García Page y han cerrado una agenda transversal de gobierno. Pues bien a trabajar y dentro de cuatro año hablamos-votamos. Pero la incomprensible solemnidad de un testigo notarial, innecesaria y bufa, evidencia el runrúm de la posibilidad de un incumplimiento, deja a la vista de todo el mundo la falta de confianza mutua entre José García Molina y el veteranísimo Page y sobre todo, la poca consistencia de la palabra dada. En política como en todos los órdenes de la vida, la palabra empeñada es palabra cumplida sin el ojo avizor de un señor notario que si es prescindible tan noble albacea es precisamente en este contexto, el político. ¿Qué demonios pinta un notario en el compromiso de dos dirigentes políticos ahora con responsabilidades institucionales ambos? Francamente la estupidez es supina.
acuerdo
La única firma válida es la del compromiso mutuo, la voluntad manifestada por las partes de cumplir lo acordado, la única firma válida es la que se garabatea ante los ciudadanos, ante la sociedad, ante el electorado, ante la propia conciencia, ante los propios principios y ante la otra parte firmante del acuerdo. Y hay resortes de sobra en el juego político para presionar al asociado para que cumpla lo que dijo que iba a hacer. Si dos partes confían en la palabra dada no hay más que hablar, si dos partes no se fían acuden a un tercero para que fidelice la firma y si es un notario para que cobre y bien, cuando mejor hubiera sido un pequeño ahorro simbólico en estos tiempos de crisis neoclásica con el epicentro en la República Helena deTsipras. Si pudiera desprenderse de ese acto meramente testimonial cualquier consecuencia judicial bien estaría pero ya se sabe que lo notario nada tiene que ver con la justicia porque de desprenderse de la acción de gobierno cualquier desliz punible ya andaría presta la oposición y los jueces y los contribuyentes.

Que la política, o los políticos, necesiten de un notario y del figureo de una vacua solemnidad es papel mojado y mal escrito. Bien está que los coaligados firmen si quieren para ellos, si es que no se fían, el documento supremo de la acción de gobierno, bien indexado y bien engrasado de presupuesto con las medidas que se tomarán inexcusablemente y su ejecución económica, pero ir a un notario es una tontería. Claro que mejor es el notario, que el juez o el fiscal o la oposición, en cuyo caso estaríamos hablando de otras cosas.

Los más de 900 municipios de Castilla-La Mancha y los más de dos millones de almas unidas en el destino común de lo autonómico son los verdaderos notarios. Lo demás, pasarela. Y ya estamos un poco aburridos de exposiciones mediáticas tan huecas como un cántaro con toda su prosapia social de acartonada virtualidad.

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3 COMENTARIOS

  1. No te falta razón. Al margen de las Notarías, de la Notoriedad y de los Notables, hay una dimensión espectacular de la Política que exige este tipo de guiños y de guiñapos. El lugar normal de la Polìtica, la relación de Partidos y Ciudadanos, primero se Judicializó, luego se Televisó, más tarde se ubicó en la Publicidad y ahora ronda por las Notarias. Va a pasar como con el Sexo; que como decía Barthes se encuentra en todas partes menos en el Sexo. Pues eso.

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