A algunos no nos cae muy bien Microsoft y sospecho que tampoco a Microsoft le caemos muy bien, pues paga (con nuestro dinero) a gente para disimularlo, entre otras cosas, con esos graciosos y eufemísticos departamentos capitalistas que llaman de «atención al cliente» que les sirven solo para prevenirse de munición legal contra reclamaciones.Los banksters, a su vez, contratan ya incluso a personal de hierro, los cajeros automáticos, para negar crédito maquinalmente sin dejar de dar grima y no será extraño que pronto sustituyan a estos servomecanismos por robots más avanzados: «Su dinero, gracias». El sueldo no se actualiza tan rápido como su cada vez más caro Windows programado para ser obsolescente; cada programa de software propietario se nos divorcia y vende una y otra vez como si fuese un falible crecepelo o cosa parecida y no más de lo mismo con la ventana lavada, como Windows, que cuesta cada vez un poco más aunque el sueldo sea cada vez un poco menos. Creo incluso que cuando ese encogimiento alcance el punto crítico ni cobraremos siquiera y seremos directamente, sin mediación estatal ni legal (dicen hay justicia en España; no sé, ¿ustedes la han visto? Y no me hablen de esa lista de pretextos y excusas que es la ley, escrita por los que la burlan) esclavos de unos bancos que, a cambio de ciertos curres de siervos de la gleba, nos dejarán vivir en una caseta y respirar la suciedad del aire en un clima cambiado a caliente infierno gracias a los miasmas de su culo industrial. Nos «echarán» de comer un sucedáneo tan inflado de hormonas como la televisión hiperactiva y mongoloide que sufrimos, configurada para personas con déficit de atención que no quieren instruirse, sino solo pasar. Pasar con el mando de un canal a otro como pasa un lector de pantallas de un enlace a otro, sin acabar nada, con ayuda muchas veces de la publi, que nos obliga al tartamudeo narrativo y mental. Somos como perros dando vueltas en torno al lugar donde no les dejan pasar. Eso si no tenemos la suerte de ver lo mismo que vimos ayer, anteayer, otrora, antaño, una vez, y otra, y otra más, y más otra vez.
Más que mejoras, lo que le compramos a Windows con cada actualización es la publicidad, los gastos publicitarios de la nueva versión. Ese es el gran secreto del capitalismo: que pagamos por la publicidad de lo mismo que ya teníamos. La plusvalía ha pasado a ser coste publicitario. He mirado la cartelera de los multicines (¡qué sueño, tener tantas salas… para ver nada más que franquicias, segundas, terceras, enésimas partes: Jurassic World (al menos les da ya vergüenza poner el número), Insidious cap. III (a estos no), San Andreas (adaptación de un videojuego sin argumento: consiste, como la mauoría, en matar y sobrevivir con explosiones continuas, al estilo Michael Bay), Campanilla y la leyenda de la Bestia (reciclaje disneyano de personajes ya existentes en leyendas no existentes; creo yo que llegaremos a ver «el sobrino de Superman»). Y la informática, que es única para resolver problemas que no teníamos antes de la informática, nos empobrece cognitiva, humana y culturalmente. Veamos.
En primer lugar, como muchos expertos ya han afirmado, degenera la fórmula de lectura que nos hizo posible progresar sin interrupción a lo largo de tres milenios, porque dispersa nuestra atención de forma que perdemos su punto focal y abarcamos más de lo que podemos entender, desviándonos del propósito inicial de toda lectura, que es comprender íntegra, ordenada y profundamente una sola cosa. La cultura electrónica impone la multitarea y el desenfoque. Leer en pantalla conectada e incrustada con enlaces (links), banners e imágenes nos hace desechar cualquier propósito inicial y conduce nuestra mirada a otros lados, siguiendo los bandazos del interés, destroza la homogeneidad semántica del texto y desintegra, al par que nuestro discernimiento, nuestra voluntad, de forma que nunca llegamos a obtener una respuesta al propósito inicial que impulsó la lectura ni podemos saber dónde concluirá la misma. Leer pantallas desestructura y desencuadra por complejo la precisa jerarquía cognitiva de nuestro cerebro, haciéndolo pasar de una lectura profunda o pura intelección a un puro surfear entre datos e imágenes difusas que impide cerrar en un todo resumible y conceptuable cuanto se procesa.
En segundo lugar, la cultura electrónica deteriora nuestras relaciones humanas: impide el trato directo con los semejantes de nuestra inmediación (alguno hay incluso que no puede hablar con su esposa si la tiene al lado a no ser que espere turno con el móvil), impide el olvido de los errores -Internet, como Dios, jamás olvida los pecados- facilita el acoso escolar o adulto e impone todo tipo de máscaras falsarias (claves, sobrenombres o nicks), asedios publicitarios, compromisos incluso con gente que no conoces o no quieres conocer en la vida, te exige continuamente «puestas al día» y te hace víctima de todo tipo de virus, trolls y pedradas en el anonimato. Como ha multiplicado las fotos de famosillos a costa de la abstracción que reclaman las palabras, la gente está terminando por pensar en imágenes, como los animales, y se ha transformado en meros perros de Pavlov. Como esos perros, estamos entrenados para servir a los medios electrónicos que nos rodean; y la servidumbre «de la imagen» ahora ya es una esclavitud pura y dura a las modas y los estereotipos del capitalismo y su ley de consumo, que incluso ha transformado al amor en puro consumo: los seres humanos son de usar y tirar, como un condón. Las redes sociales nos atan a todo tipo de compromisos y somos incluso esclavos de juegos de gps (Ingress) que nos tienen localizados en todo momento y nos exigen movernos a determinados lugares, como también los móviles: miles de preguntas y mensajes que exigen «conexión» y respuesta aunque sea con una futesa o frivolidad, porque, si no, se acumulan como la nieve a la puerta en Nueva Inglaterra. Y, además, la Interred, Entretela o Entrerred de Internet es el paraíso del falsario y una biblioteca de Babel. Lo dijo Manuel Vicent: «El ciudadano anónimo no es consciente de que para las redes sociales no es sino un insecto a merced de una telaraña«. La gente está tan conectada a la red que luego no puede desenchufarse, y de hecho ya empieza a haber clínicas para curar la adicción a móviles, redes sociales y demás. La araña electrónica nos tiene inmovilizados y nos devora. Antiguamente era la beatería: la iglesia ocupaba el centro de esa red que era el mapa de una ciudad; hoy las redes son diferentes, aunque exigen no menos rezo y comunión servil. Incluso existe el tic compulsivo de «mirar» (asomándose a Windows o no) en las redes, no siquiera en ordenador fijo, sino en móvil. Algunos ya incluso no solo se acuestan, sino que sueñan con el móvil y animaciones como las de esos juegos: hay negocios incluso que comercian con ese tipo de adicciones, como con el opio las había en China.
No menor es el deterioro que provocan en la cultura. No mencionaré aquí la pobre narrativa de los videojuegos y su ruptura absoluta con las tradiciones, que ya ni siquiera renuevan, sino que se permiten ignorar, simplemente; evocaré tan solo los males que provoca el uso de textos electrónicos (corregidos por necios servomecanismos procesadores de texto capaces de transformar con su corrección automática a un Garcilaso en un Gracilazo, solo por creernos seseantes hispanoamericanos y no tener a los autores clásicos en su paleto diccionario). Estos procesadores y programas análogos están convirtiendo la red en una basura de malas traducciones, ya que los programas de traducción automática aún son incapaces de entender el lenguaje figurado, la menor metáfora y la diferencia entre el nombre propio y común; cualquiera que marche buscando traducciones de letras de rock anglosajón podrá confirmarlo, por no hablar de los dislates que cometen los programas de reconocimiento óptico de caracteres u OCR. Todos estos mecanismos, queriendo devaluar las humanidades, no hacen sino subrayar su necesidad y, por poner solo un ejemplo, gracias a los sistemas de corrección ortográfica automática muchos han olvidado la poca ortografía que sabían de manera tal que la media de respeto al lenguaje ortográfico actual (incluidas las taquigrafías estúpidas de los mensajes de texto) es muy inferior a la de hace un decenio y sigue bajando; es más, los procesadores cometen errores de una tipología diferente y mucho más insidiosos, casi siempre relacionada con homónimos y parónimos. Todo eso se puede probar fácilmente aquí mismo, en los comentarios a cualquier nota, apunte, apostilla, entrega, reporte o post de la prensa electrónica.
Por último, hice un experimento y, en vez del minimalista Google (que también cobra un precio por la información gratuita, pero en privacidad), usé el buscador Bing con toda la mugre, no por electrónica menos hedionda, que presenta MSN; salió en tropel para aplastarme tal cantidad de cartelones o banners que me arrepentí de inmediato. Pero no me fui: los analicé uno por uno, contraviniendo la norma no escrita de una cultura sin voluntad ni sistema como esta, donde leer es saltar de una cosa a otra distinta y no se termina ni asimila nada complejo.
Como en la narrativa universal, en las imágenes y noticias que pegan a nuestra viajera retina todo se reduce a dos elementos bastante afines: engaños y secretos. Cualquier culebrón, periódico o política sin estos ingredientes es nada (o no es nada, si queremos ser castizos). Y serían las caras de la misma moneda del César si no hubiera que sumar un tercer componente: el sesgo interesado y económico de los accionistas, que no activistas, políticos del capitalismo, con su americanización, reduccionismo, publicidad del miedo para que la manada discurra por las sendas conocidas y se vendan las armas y productos previsibles para la mercadotecnia, así como la mala educación necesaria para hacernos tragar y pagar todo eso (si digo mierda Manuel Valero me llama basto). Esa es la factoría que fabrica la triple moneda.
Primer banner. «Cómo aprender 30 idiomas». Primera mentira; ni tiempo ni talento tenemos los más para eso; pero se ve que la cantidad importa más que la cualidad en la mentalidad de quien redacte este derelicto (significa mierda, pero en porfirogéneta); a mí, por ejemplo, solo me interesarían dos o tres (si pudiera pagar lo que cuestan, sacar tiempo y prescindir de los hijos que tengo que criar y las cargas habituales del hombre común -lean algunos: estúpido- que engendra hijos y tiene abuelos con pensión insuficiente en casa, cosas que también son cantidad, pero solidaria), y solo para entender, traducir y compartir textos interesantes inéditos, no para presumir o decir «mi sastre es rico». Este anuncio va dirigido al 0,001 de superdotados que hay en el mundo o a Napoleones con delirio de grandezas, a esos egos superinflados a los que se dirige la parte leonina del publicismo o a los que se admiran de las dimensiones del Universo porque son similares a las de su yo. Cuánta pretenciosidad y desproporción: treinta idiomas. Como si no supiésemos que solo los ricos pueden permitirse aprender idiomas porque pueden pagar guarderías multilingües, ir a colegios hispanoalemanes, tener niñera filipina que les hable en inglés, poder tener amigos de la infancia -cuando es más fácil aprender idiomas- de otros países, pagarse años enteros en otros países y, en fin, costearse aprender idiomas como sin querer. Los ricos aprenden idiomas no porque sean más listos, sino porque pueden pagárselos. Pero Internet privilegia la extensión y la dispersión frente a la profundidad, la posibilidad de elegir frente a la elección concreta. El retrato robot del consumidor publicitario es un gilipollas america o un tecnopaleto americanado enchufado a todas las provincias del mundo, un mundo sui generis completamente americano donde todos los idiomas son traducibles al inglés; se nota que en América hasta los kilómetros son más grandes y se llaman millas. Así que el periodista, que seguro ha traducido del english y no se ha molestado en mirar por otras ventanas que las de Windows, piensa que soy tan listo, rico o filoamericano como él, que tengo más fe en el dólar que en el dolor que cuesta ganarlo, o que soy un loco de atar que cree que puede aprender treinta idiomas sin dedicar el resto de mi vida a ello. Nos toman el pelo. Es como esos récords inútiles (si digo esas marcas soy impreciso) Guinness… «El hombre que ha tragado más perritos del mundo de una sentada»; la verdad, cada vez que se bate una marca así, ni siquiera deportiva o con intención de recaudar fondos para propósitos laudables, uno piensa que solo se ha superado un récord de estupidez.
Un «Batman» está luchando contra el crimen en Londres. Pues que me lo cuenten cuando luche en Vicálvaro, pues parece que solo suceden cosas en USA o UK y solo de tipo «rarito», esto es, friki / cani. ¿No puede ser noticia ver a un activista luchando contra la pobreza o a Mortadelo y Filemón persiguiendo a Bárcenas en ordenadores USA (y Mortadelo se vende en treinta países, por cierto)? De nuevo la red pensando que soy un america y que me gusta disfrazarme de lo que no soy (y no soy, por defecto, anglosajón, como quiere imponerme la red): «El sueño americano produce superhéroes Marvel o DC»… Más delirio de grandezas. Pero esta lucha está perdida. ¿Cómo librarse del etnocentrismo de ultramar sin tener por ello que prescindir de tecnologías tan útiles como la bombilla o el ordenata?
Los cuerpos más raros del mundo. Más frikadas. La manera económico-capitalista de interpretar (más bien vender) el mundo presenta a una gente que se compone no de cuerpo y alma, sino de cuerpo solo (el alma no cotiza en bolsa), un cuerpo que no mora en chozas, palafitos o hipotecas, sino en gimnasios para pijofrénicos y protopepeítas que van en bicicleta a ninguna parte. El alma, el yo verdadero, algo contra lo que combaten todas las necedades contemporáneas, es para los responsos en los cementerios, y su mente, para los museos y las bibliotecas, que también son cementerios. Solo importa lo que se ve, a lo que se ve: la gente empieza riéndose del gordo y de la chica plana y termina quemando rumanos proletarios, feos y malvestidos en cajeros automáticos y tirando los fetos a la basura. Los rebaños van al aprisco de los estadios no a leer, sino a ver (ver se vende más caro que leer, aunque no es tan caro como escuchar algo que no sea música -que pasa hoy, como más perceptible y corpórea, por la mística carmelita que tanto se consumía y anda demodé), o ruido televisivo; que me muestren una conferencia adonde hayan ido los que llenan los estadios del Real Madrid. Es imposible vender (no digamos enseñar) un concepto como «Roma» o «latín»; preferimos un gladiador en color con tableta de chocolate y guarnición de sangre que es en reality sirope de fresa, como en las películas americas, o un espartano aún más para mojar pan marica o cuando menos metrosexuable. En esas pelis los actores (y actrices) hacen del ombligo una insignia y una bandera (al ombligo le pueden poner un piercing, pero al cerebro es más incómodo). Moda ombligo: no hay nada más natural, igualitario e inculto; con este rasgo se nace y además así se evita mostrar la ultima Thule. Eso importa; antaño me distraía contando corbatas en anuncios televisivos y ahora cuento ombligos. Por no hablar de los culos. Con un culo gordo e indistinto no se puede hacer carrera política en América, aunque sí millones (Kardasians, Jennifer López). ¿Cuál fue el último presidente gordo? En América se puede ser incluso negro, pero lo de gordo sí que discrimina, aunque uno de cada tres sea gordo allí. Es el sesgo de la figura. Es la dictadura de los cuerpos Danone o las «corporaciones» pijoestéticas, no la del cerebro, que tiene demasiadas provincias y departamentos; todos los gordos de Botero son clónicos. El cerdo da más grima en un mundo perfectamente light a un pijofrénico que al profeta Mahoma y solo hay una nación: Mongolia. ¿Qué es aburrida? ¡Si es ideal para la publicidad! Sin cultura, sin historia, sin competencias para consumir, llena de bárbaros como Conan y con una geografía estéril sin diferencias culturales que simplificando reduciremos a puro desierto de Gobi. Los chinos sabían lo que hacían cuando intentaron librarse de ese imperio con una muralla, pero fracasaron: no hay murallas para el imperio de la estupidez.
¿Qué te recomienda tu horóscopo para hoy? Los caldeos nos programan el siglo XXI: lecturas en frío, sugerencias de vida para el caos de una sociedad que prefiere encontrar guías de conducta en las runas de los periódicos u otras artes oscuras en vez de en la moral de los padres, el pensamiento o lo que nos enseña la propia experiencia, cosas que desde la cuna se obstinan en evitarnos los que no nos aman, pero nos quieren usar. No es de extrañar que la gente caiga (se reordene o reconfigure) en sectas. Y además, solo son dos renglones: con eso no nos va a doler la cabeza; al menos la Biblia o el libro sagrado pastafari Hechos de Chuck Norris son más variados. Los psicólogos cobran más y los curas son… ¿qué son los curas? ¿Todavía no han hecho un pogrom los progres y enviado a los hornos crematorios a esos benditos?
En estas majestuosas residencias viven los presidentes del mundo. Pues que se las muestren a ellos. ¿Qué tengo yo de presidente? ¿Me tiene que interesar una casa que no puedo tener? ¿Es una alabanza rastrera a mis deseos de niñato de ser más que nadie y campeón de la liga? ¿Por qué quieren crearme unas espectativas propias de un adolescente que cree que el mundo gira en torno suyo y puede pagar la hipoteca del universo entero e incluso la de un cagadero presidencial? ¿Tan «majestuoso» crédito creen que tengo en el banco como para alquilarme esas cabañas? ¿Y por qué quieren metérmelas por los ojos? ¿Para que las compare con la mía o por países, como comparan pililas o cromos balompateros los niños? ¿Quieren que comparta la sensación de poder o riqueza que ostentan esas imágenes asumiendo un orgullo insano y despreciable? ¿O quieren darme un curso de arquitectura sin que me entere? Para eso, que me enseñen, no que me informen y distraigan. ¿O que sienta el venenoso pecado capital de la envidia y la rebelión de clase, porque es la única manera que tienen de hablar de Marx sin que les echen del Hola? Que me enseñen la hipoteca que pagan, si la pagan siquiera, que igual hasta se la pagan los bancos de los que serán consejeros o, mira qué cosas, ciudadanos con hipoteca como yo. ¡Rencor burgués! Me quieren suscitar un pathos retórico porque es más barato que que el ethos y el logos. Hagan pensar a la gente (logos) y no les carguen tanto las pilas de la indignación (pathos) o el orgullo de los suyos (ethos), que estos dos últimos móviles retóricos son los mayores asesinos de la historia; el otro, por el contrario, no ha matado una mosca. Y sería de desear que, además, se aludiese algo a la cultura pasada: no todo han de ser noticias para gañanes, pegujaleros o incluso políticos, que ya sería el colmo.
El secreto de los abdominales de Shakira. Uno de los «secretos» a voces de que hablábamos. Presuponen que para muchas mujeres (y no pocos hombres) el sentido de la vida es no tener culo gordo o salir en el Hola con tableta Zahor, sonrisa Porcelanosa y cuenta en Suiza. Bienvestidos y requetepeinados a lo antipepón, pero pepero. Vuelve el cuerpo. Cuánto cuerpo hay en papel de celulosa o fotones; es la dictadura de la «presentabilidad». La prensa, digital o no, ha sufrido liposucción: se ve (no se lee: eso da dolor de cabeza, si no es que la misma lectura es un dolor de cabeza… suponiendo que tengamos cabeza y no abdominales de Shakira, que se tiñe no ya el pelo, sino las palabras y el ego). Hay que quedar bien en la foto. Al texto que le den.
Cuáles son las 25 mejores ciudades para vivir. Qué importante es el número para esta gente: se ve que las cantidades han sustituido a las cualidades; capitalismo over, over, over. Con la generalización de la fotografía more móvil, la imagen, que entonces ya era algo, ya lo es todo. Internet ya solo consiste en la dictadura de quién ofrece más imágenes o enlaces alternativos para disolverse en la nada de la estupidez como un azucarillo, mientras que esconden las alternativas reales (las que no llevan sesgo). Y de nuevo una galería de postales; quien me las enseña quiere que haga (que pague o consuma) turismo antialpargata, que pase o resida con itinerancia o sea un erasmus de la vida (en la imaginación, que por algo empieza con imagen-) y me evada bien evasivo del sistema becario-bancario nacional que no educa, sino «prepara». Supongo que no me recomedarán un viaje a Djibouti, Palmira, Dakar o Calcuta, porque a esas ciudades se va a morir y a compartir lo único que nos hace humanos, el sufrimiento, no a vivir como vive el pepeísmo ataporcino, recolector y beneficiario. Qué optimista es la prensa: solo te vende lo que se puede vender… o lo que sirve para vender banners y publicidad maleducada, como esa que te salta a medio vídeo de Youtube sin haberte advertido ni pedido permiso. Es glorioso que a mitad de la Pasión según San Mateo te vendan condones con un sonido chillador de grillo que no has ajustado, y diez minutos después te vuelvan a asaltar porque te creen tan tonto que estiman que lo has olvidado (el deseo de no comprar el producto que te venden jamás en la vida, digo). Te quieren marcar como marca el martillo machacando la cabeza del pobre clavo. En el pasado, la gente pagaba canales para no tener publicidad. Consiguieron (codicia marrana) que la publicidad entrara también en esos canales (la codicia, como la mugre, es líquida y se filtra por todas partes): ahora la gente paga… por consumir publicidad, pues ese paquete circular de películas ya las hemos visto todas varias veces varios años seguidos una y otra vez: es como comer gachas durante años. Pagar varias veces por lo mismo, el supremo invento capitalista. ¿Por qué nadie investiga el asesinato de medio siglo de cine a blanco y negro o no americano? ¿Es que pregonan valores que no se venden como los actuales? ¿Solo se hace cine america o americanado?
Sofía Vergara envía romántico mensaje a su prometido. Muchos enviamos de eso, no es noticia, así que debe ser cosa de marcas y patrones para implantar la suprema Homogeneidad con hache de Jehová. La que quiere tener la masa del pan sin cocer. ¿Tener una marca de tetas es romántico y por eso cualquier tetuda con nombre de marca que envíe mensajes los hace más románticos o más becquerianos, diríamos? ¿Sofía Vergara eres tú, valga Mocedades, aunque con algunas tallas más? Para eso prefiero la foto de ella (perdón, quise decir del cuerpo de ella: los pronombres son demasiado abstractos y presuponen identidad, ego, alma): los mensajes que se los guarden, pues Sofía Vergara no es ni un nombre ni una persona, sino una marca de cuerpo, quid de tetas. Porque Vergara, de nombre de pila tan bonito, es esas tres cosas de que hablábamos al principio: lo que representa (un engaño): la madre y esposa cariñosa de la ficción; lo que es (un secreto: una madre que congela sus ovocitos y con una vida sentimental nublada y aun de tormenta tropical) y lo que la emplea (una marca de imagen, una marca de cuerpo, quizá de tetas, o incluso de voz: una voz seseante que ni siquiera es suya, sino de una dotada actriz de doblaje; un estereotipo de hispanoamericana de consumo estadounidense: puro etnocentrismo; que lo consuman los saturnianos que lo engendran).
Kate Middleton y el príncipe Jorge: tarde de polo. ¿Limón o naranja? ¿Camy o Avidesa? Me parece que a los que no son anglos les va mejor lamer las pelotas de un deporte que conocen mejor y consiste en dar patadas, algo muy cultural, como esas asociaciones culturales de pueblos que consisten en comer, beber e ir al fútbol o a la romería. Hay «marcas» menos anglosajonas de biemparimiento y pijofrenia porfirogéneta, como Letizia, con z registrada, o el pseudoborbónico Felipe el Preparado; es una marca política esta de Felipe VI que se vende muy bien en la España que nos compraron, esa del monopolio monoárquico donde no hubo ni cómo comparar monos. Dijo Quevedo cuando se estaba muriendo que «hay cosas que solo son un nombre y una figura»; quizá se reencarnó en Don Draper.
¿Los niños deben usar tablets desde la cuna? ¿Era chiste lo de que en diez años los niños nacerían con móvil incorporado en la cara? De momento ya duermen con él, mírenlo, mírenlo. Todo esto es tan siniestro que da grima comentarlo: que Internet se acueste con tus hijos e incluso con tu mujer antes que tú. En el futuro seremos cyborgs o borgs simplemente (es más económico, más breve, más visual, más anglo: con menos letras, con menos concepto, con más diseño, con más dibujo, con más arte, con más Jobs). Al poeta Algernon Swinburne que le den por retambufa, que amaricona y se desfigura con el lifting del hipérbaton y usa un diccionario llenito de potingues y no el del español basic, que contiene solo tres voces: «Sí», «no» y «si eso».
Siete mitos sobre la alimentación. Qué poco rurales son en los medios electrónicos: en vez del mildiu y «no llueve» les priva lo que comemos y que sea escuálido en nutrientes para que lleguemos bien viejecitos a una jubilación más escuálida aún o directamente sin caudal, porque lo desviaron los del Pepé con un transvase a los bancos; tampoco les preocupa si hay gente que no puede pagarse esas dietas que otros cobran. Nos tendrían que interesar más bien no los mitos (esas mentiras de que hablábamos al principio), sino las verdades; diré la más flagrante: el 30 % de los niños españoles no recibe una alimentación correcta (digamos que recibe una alimentación light de platos «a la Rajoy») a causa de la pobreza infantil, que es también la de los padres culpables de engendrar proletarios, no pijofrénicos que jamás hayan ido a esos menguantes comedores escolares para innecesarios necesitados.
Me preguntarán ahora si la Informática y la información de que es cauce no tenga algo bueno. Lo tiene: permite circular y compartir estas cosas. Porque este artículo no deja de ser, también, una gavilla de sesgos: los sesgos de un ludita, enemigo condicional de la tecnología incondicional. Si habéis conseguido llegar al final del mismo, pues es algo a lo que Internet no inclina.
Contornos
Ángel Romera
http://diariodelendriago.blogspot.com.es/
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JAJAJA, me he reído mucho con este interminable artículo, pero has tenido toda la guasa con esta adicción digital en la que hemos caído todos, como cayeron los del opio, los de la heroína, la cocaína, el LSD etc etc.
Está claro que, aunque en Ciudad Real viva la reserva espiritual de occidente -como queda demostrado en el tema de la bandera gay en al Ayuntamiento y los cromañones que van de limpios y puros-, somos animales viciosos a los que resulta excesivamente fácil cazar y mantener bien ataditos con collares de chorizo (en esta caso «bits» que contienen todo lo malo a lo que podemos acceder).
No has dejado cabos sueltos. Es verdad. Si eres un usuario de la Red cada día, te terminan pasando cada una de las cosas de las que te has reído refunfuñando.
Ha sido un placer leerlo. De verdad. Aunque otro tema es sufrirlo….y menos cuando no eres un friki digital de esos que saben ponerse el Linux y decenas de filtros y programas que que lo le coman los «bichos» digitales….
Gracilazo de Sofía de la Vega Vergara. Así nos va por esos derroteros de internet. Pese a Valero, parece que es¡Mierda a la vista!
«San Andreas (adaptación de un videojuego sin argumento: consiste, como la mauoría, en matar y sobrevivir con explosiones continuas, al estilo Michael Bay)»
Joder, si no sabes de algo, al menos no hables y menos aun opines de ello.
Ridícula colección de chorradas. Se ve que las limitaciones del articulista, le afectan día a día.
Sí, parece que no es lo que yo suponía… Sino «otra» simple película de catástrofes, también llena de cascotes, explosiones y personajes que «sobreviven» sobre la falla de San Andŕes enseñando biceps. La verdad, no hay tanta diferencia. ¿No es mejor un documental sobre geología? Porque casi todos los documentales de hoy tratan sobre guerras, paranoias y demás cosas que sirven para vender armas con pathos o ethos.
Y perdón por las dos tildes que he dejado sin poner en la nota por las prisas, una de mis limitaciones; tu comentario está correctamente escrito y eso ya es de agradecer.
Otro error: era una tilde, no dos.