José Antonio Casado.- En un artículo publicado en “Los Lunes de El Imparcial” en 1906, Unamuno, hablando de la cultura española del momento decía que era flaca y enteca, pero que “la labor se está haciendo en España, no por las obras y trabajos de los que los cotarros literarios y científicos hablan y discuten, sino por el aluvión manso y continuo de traducciones y de los acarreos de la prensa diaria y de los semanarios y revistas. Llueve poco a poco, un día y otro, en orvallo tenaz y lento, pero son pocos, muy pocos, los chaparrones de los que nos queda memoria”…
“Hay una enorme fuerza acumulada, una fuerza que los llamados directores de opinión desconocen; hay una gran masa de gente que ni habla ni escribe, sino que escucha y lee y espera el advenimiento de una vida nueva”…
La prensa diaria, los semanarios y las revistas son el vehículo de las nuevas ideas también en la Mancha. La gente escuchaba y leía a los escritores del 98, que iban de pueblo en pueblo siguiendo la ruta del Quijote. Sobre esta tierra y en esta tierra, Unamuno y Azorin y más tarde Ortega, hacen cultura y periodismo de calidad; artículos que a los dos días se publican en los diarios madrileños: la misma mecánica y parecidos temas que los que habían empleado para sus respectivos periódicos o publicaciones Teófilo Gautier, Alejandro Dumas, Augusto F. Jacaci o Maurice Barrés en el siglo anterior.
Azorín recorre los caminos de la Mancha, parándose en una almazara, una escuela o ante un muro blanco de cualquier pueblo describiéndolos con minuciosidad de artesano; la misma que emplea para hablar con un pastor o entretenerse por las calles de Argamasilla de Alba, El Toboso o Alcázar de San Juan. La tierra de la Mancha, sus llanuras interminables, sus caminos rectos que se pierden en la lejanía, le interesan tanto como el Caballero del Verde Gabán o la Xantipa.
Ortega va en pos del caballo de don Gaiferos, que “en su galope vertiginoso, va abriendo tras su cola una estela de vacío; en ella se precipita una corriente de aire alucinado que arrastra consigo cuanto no está muy firme sobre la Tierra. Y allá va volteando, arrebatada en el vórtice ilusorio, el alma de Don Quijote, ingrávida como un vilano, como una hoja seca. Y allá irá siempre en su seguimiento cuanto quede en el mundo de ingenuo y de doliente”.
Los ingenuos y dolientes de esta provincia que eran arrastrados por el ambiente cultural reinante, si eran pintores en ciernes y de valía, normalmente se marchaban a Madrid becados por la Diputación, para no volver nunca más, como no fuera para recibir loores y agasajos; los que se quedaban, practicaban una pintura trivial y, en opinión de un crítico, “abocada al anacronismo y la perpetuación de temas tópicos y lenguajes degenerados”.
Ciudad Real alumbró una pequeña generación del 98, que ha sido descrita por Valentín Arteaga.
En la ciudad de Bernardo Balbuena, encontramos en los albores del siglo XX al pedagogo Lorenzo Luzuriaga (1889-1959), que teoriza con rigor sobre la escuela pública, tras las huellas de Francisco Giner de los Ríos. Nacido en Valdepeñas de padre vasco y madre manchega, es el gran renovador de la pedagogía española. Fue inspector de Primera Enseñanza en Galicia. Obtuvo una beca para estudiar en Alemania donde profundizará en el concepto de «escuela unificada» que será después uno de los ejes de su obra. Fundó la «Revista de Pedagogía» y, llegada la República, defiende que ésta “se salvará por la Escuela. La labor periodística de Luzuriaga ha sido recogida en un libro a cargo de Adalberto Fernández y Angel Pío González, editado por la Biblioteca de Autores Manchegos con el título «Lorenzo Luzuriaga, Aportación periodística 1917-1921”.
Otro hombre de la provincia que también estuvo muy ligado a Giner de los Ríos y a la Institución Libre de enseñanza fue José Castillejo, abogado de profesión pero orientado por Giner hacia el mundo de la educación. Fue secretario de la Junta de Ampliación de Estudios y presidió la Fundación Nacional de Investigación, un intento del gobierno republicano para vincular la actividad científica a las necesidades de los sectores económicos. Luis Bañuelos ha editado un libro, publicado también en la BAM, en el que pasa revista a la labor de “este intelectual abierto a las más modernas corrientes europeas… que abrió caminos al renacer intelectual de España en el primer tercio del siglo”
Nombres propios aparte, el periodismo manchego de de las tres primeras décadas del siglo XX esta marcado sin lugar a dudas por dos cabeceras que se llevan el protagonismo con todo merecimiento, “Vida Manchega”, revista primero y periódico después, y “Pueblo Manchego”.
Antes de transformarse en diario por falta de papel couché, «Vida Manchega» vivió como revista ilustrada de actualidad siete años y tuvo influencia y buena aceptación entre el público. Fue diario de 1921 a 1932, año en que dejó de editarse por problema económicos, para reaparecer como bimensual en 1935. Se subtitulaba «Periódico independiente. Diario de la tarde».
Con algunos peros, los historiadores de la provincia comparten la idea de que el director y propietario del periódico hizo honor a la condición de independiente que figuraba en la cabecera, especialmente durante la segunda República y no tanto durante la dictadura de Primo de Rivera. «Vida Manchega», avanzado y progresista, que defendió y difundió las ideas educativas republicanas como la escuela única, la coeducación o la elevación social del magisterio; que luchó por la incorporación de la mujer a la vida pública en un plano de igualdad con el hombre; que prestó continua atención al acontecer cultural de la provincia, dejó de publicarse, paradójicamente, en 1932 por problemas económicos. (Falta un estudio detallado sobre sus contenidos, similar al que se ha hecho sobre “Pueblo Manchego”. Consulté hace quince años en el Elisa Cendrero sus grandes hojas quebradizas y lo dejé para no romperlas. Había páginas arrancadas. Hoy está digitalizado)
A “El pueblo Manchego”, conservador, católico y agrarista, padre o abuelo de “Lanza” como le gusta recordar a Carlos San Martín su segundo director, nacido el 2 de enero de 1911 y fallecido en julio de 1936, será necesario dedicarle, en algún momento, una reseña aparte.
Aunque publicadas en Lanza, las ‘Efemérides manchegas’ de Francisco Pérez Fernández, dan cuenta de muchos pasajes de la vida de periodismo provincial. Paco Perez, activo en Vida Manchega, es un ejemplo de ciertos cambios sorprendentes. Amigo de Jose Maestro, alcalde socialista, va experimentar amnesia súbita. Tanto como para aparecer en agosto de 1939, en los Primero Juegos Florales de la ciudad conquistada alabando al molino de viento. Lo demás lo he contado a propósito de la aparición de los dos volúmenes de las Efemérides en la BAM.
Habría mucho que decir sobre la anteguerra. El regeneracionismo lo tuvo muy difícil en La Mancha: la mayoría no tuvo que salir, sino que escapar de aquí para poder recoger algo de lo que sembraban. Ni siquiera Joaquín Costa llegó a permanecer mucho tiempo cuando pasó por La Solana. El único que tenía auténtico cojones para resistir, el regeneracionista manchego más tenaz, un duro de verdad, fue el miguelturreño Francisco Rivas Moreno (1851-1935), a quien el glorioso primer tercio del siglo XX le pilló, sin embargo, muy a su pesar, demasiado viejo, aunque no menos duro de pelar. Sus ideas sobre el cooperativismo llegaron a calar profundamente en el pueblo manchego a través de la prensa y los cientos de opúsculos que escribió; yo las escuché incluso de labios de padre, antes de saber siquiera quién era este señor. Todavía no se reconoce lo suficiente, sin embargo, su gran labor. Pero eso es común aquí y en otras partes.
La otra gran figura fue sin duda José Castillejo. Recomiendo encarecidamente que se lean las memorias de su mujer inglesa, Irene Claremont de Castillejo, de título «Respaldada por el viento», muy amenas y que se leen como una novela; proporcionan el contexto para entender todo lo demás, así como el libro coordinado por Isidro en que aparece inventariado el fruto de su labor: todos los personajes manchegos que fueron subvencionados por esa especie de Erasmus que fue la Junta para la Ampliación de Estudios de que era secretario, cuyo propósito era, en forma parecida a intentos parecidos en Alemania y Japón, crear un profesorado de ciencia y humanidades que forjase una España moderna, intento que fue destruido por Franco. Este libro sostiene que ese intento no tenía sesgo ideológico alguno, los becados no eran ni de derechas ni de izquierdas, sino sencillamente gente bien preparada y con perspectivas más amplias que las aldeanas que, sin embargo, fueron reprimidos sin piedad por la carcundia que advino, perdón, que llevó la guerra después.
Resumiendo mucho, a lo largo de la historia del país ha habido tres grandes frenazos que destruyeron el futuro de España: Felipe II dio el que detuvo el Renacimiento y la Reforma protestante; Fernando VII causó el que detuvo la Ilustración y el liberalismo; y Franco detuvo el que preparaban los regeneracionistas y los krausistas de la ILE, a cuya segunda generación pertenecía Castillejo. Pero el impulso venía de lejos: las obras krausistas ya se vendían en las librerías de Ciudad Real, como refleja el diario profesional El Magisterio (1859-1860) que se publicaba entonces, que me leí y resumí aquí:
http://diariodelendriago.blogspot.com.es/2011/02/el-magisterio-periodico-educativo-de.html
En Ciudad Real hubo un krausista y periodista muy importante de los de la primera promoción que nadie se ha molestado en estudiar, Dionisio Gómez Jiménez. Aquí queda apuntado.
Hay que ver cuánto entusiasmo y fervor dedicó Rivas Moreno a divulgar la idea de las cajas rurales de ahorros y con cuánto desprecio se han dedicado a destruir su trabajo las mitades simétricas de la herencia franquista.
Y hay que ver lo que se aprende con vosotros, chicos.