Humanidad de Don Quijote

Salvador Carlos Dueñas Serrano.- Llevamos unos años recordando que hace cuatrocientos se escribió una obra que ha obtenido rango universal con categoría de obra maestra. Lo que no todos recordamos es que ha sido fruto del sufrimiento humano, desde el del propio autor, hasta el de sus desdichados contemporáneos.
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El Quijote es tan amplio que rebasa lo estrictamente escrito y sobrepasa el ámbito histórico que lo emplazó. El mundo que te adentra en sus páginas, te cuenta mucho más de lo que ha llegado escrito. Para aquellos que lo deseen, que tomen cualquier capítulo y comiencen a abundar en nombres, datos o hechos. Prácticamente encontrará sintetizadas todas las miserias y grandezas humanas de todos los tiempos.

Si indagáis, por ejemplo, acerca de la escena de los galeotes, acabareis descubriendo las monstruosidades de las minas de Almadén y la avaricia de los banqueros que las explotaban.

Intentado situarme en aquella Sevilla de la época de Cervantes, deseando encontrar alojamiento acorde con la etapa histórica y la peculiaridad de lo que resta de aquella urbe Puerta de las Américas, irremediablemente el buscador me remitía a la Posada del Lucero como la más antigua de España. También de la época cervantina, al igual que la del Potro en Córdoba. Quizá la cordobesa sea la única que mantiene su estado puro tal cual fue concebida.

Lamentablemente en la búsqueda de estos datos, intentando situarme en aquella opulenta Sevilla, repleta de excesos y calamidades, topé con una serie de noticias que hubiera preferido no conocer nunca. Intentado cuadrar fechas, nombres y todo cuanto requiere aquel que desea dar a conocer ficciones partiendo de realidades, dejé anotado, en papel y boli, a la izquierda del teclado, junto a los nombres de Cervantes, Mateo Alemán, Felipe II, Martínez Montañés, y obispo de Salamina, el de Lorenzo de Santas Martas.

Tuve que detener la escritura, literalmente asqueado por haber leído una de las innumerables barbaridades que acontecían prácticamente a diario. Intentando controlar la vehemencia adolescente que obliga a escribir con el mismo énfasis de quienes dicen lo que piensa sin pensar en construirlo de modo elocuente para ser entendido con justa razón. O cobardemente, egoístamente conveniente.
Opté por darme una vuelta

Dulcificó mi rabia, la sorpresa de escuchar el canto lejano del ruiseñor en los exiguos sotos del río. La hermosa madrugada, me hacía ver menos malo el inquisitorial castillo de San Jorge.
No podía callarme. Algo había hecho que de algún modo conociera aquella injusticia. Quizá el propio Lorencillo, todavía pidiendo auxilio, necesitado de la defensa que jamás tuvo en su breve y dura vida, me hizo conocer aquel sufrimiento.

Una vez más, orgulloso de la Lengua Española, haciendo honor a Cervantes en este año de la conmemoración de la publicación de la segunda parte del Quijote, que muchos aprovechan, tomé la determinación de conmemorar también al Quijote, honrando a un inocente maltratado por el destino y masacrado por monstruos incalificables.

Todos sabemos, o nos han querido hacer saber que el uso de insultos, exabruptos, palabrotas o como cada cual desee denominarlos no deben utilizarse a la ligera ni de modo gratuito porque restan elegancia a la composición.

Sin embargo, a quien utiliza las letras como método de expresión y medio de comunicación, no le queda otra, que hacer uso de los términos oficiales, legalmente registrados por la Real Academia Española, para la correcta utilización del idioma.

Así pues, para no afectar al buen uso del lenguaje, volví a consultar el diccionario asegurándome de que realmente existiera: hijo de la gran puta, como algo similar a un adjetivo calificativo.

Tratándose de una época imperial donde España acababa de anexionarse Portugal y aspiraba también a la corona británica, he preferido internacionalizar el término para usarlo con mayor rigor, buscando el significado en uno de los muchos Spanish-English Dictionary, existentes en la Red, el cual me informaba así:

Hijo de la gran puta: loc interlocucion interjectiva. Unidad léxica estable formada de dos o más palabras que funciona como interjección. Forma de insulto ofensivo y vulgar.
Son of a bitch: refers to person, place, thing, quality, etc. Offensive, vulgar.

Como vemos es un término perfectamente en uso, para calificar la ofensa y la vulgaridad que ejercen aquellos desde la injusticia de su poder.

Ya sé que aquellos que tanto abusan de los desfavorecidos, aun usando este mismo término con mayor frecuencia de la que admiten, maquillando de buenos modales sus podridos corazones, se permiten encima, llamar gentuza, a aquellos que a causa de las carencias que ha impuesto el ansia de acaparar de los privilegiados, no les queda otro remedio que el grito de desahogo de acogerse a la vulgaridad que irremediablemente conocen.

No se me olvida en ningún momento el terror que padeció aquel inocente niño de apenas catorce años. Nacido en la indigencia, expuesto al abuso, la crueldad y la barbarie de la basura humana que fue conociendo a lo largo de su corta vida.

Por desgracia, es absolutamente cierto el documento histórico existente en los archivos sevillanos que relata uno de los millones de episodios vergonzantes de la especie humana.

La justicia no es tal si no distingue con claridad el bien del mal. Nada justifica hacer daño a unos para beneficio de otros. No exime de culpa, ni el momento histórico, ni el contexto ni el rango social. Quien no desea hacer daño nunca lo hace, y por el contrario, quien desea dañar, no duda en hacerlo.
Todos sabían perfectamente que Lorencillo era un niño inocente victima más que del sistema, de los corruptos que se aprovechan del sistema.

El niño tuvo la mala suerte de ser pobre, de carecer de protección, de formación, de acceso a unas condiciones de vida dignas.

Independientemente de su legítimo derecho a ejercer su sexualidad conforme le diera la gana. Existe el terrible hecho de haber nacido en una etapa oscura y podrida. Donde las crueldades y miserias de los poderosos eran permitidas, mientras que el pueblo llano malvivía condenado, asustado, sometido y engañado.

El miserable que vestía los ropajes de obispo, y se supone que predicaba la bondad, independientemente de que practicase la sexualidad que le diera la gana, siempre que no forzase a nadie. A la vez que un auténtico cerdo, también en cierto modo, fue víctima de aquella sociedad antinatural, represora de la salud de los instintos humanos, condenando a todos aquellos, que como conejos, se dedicaban a procrear siervos para que otros abusivos poderosos, tuvieran suficiente mano de obra en sus ejércitos, minas o plantaciones de esclavos.

Durante demasiados siglos no se ha pretendido otra cosa más que domesticar a la gente como mercancía, obteniendo de ella las correspondientes ganancias. Se comenzó con la esclavitud, se continuó con la imposición de religiones que obligaban ese tipo de sexualidad de taller, o de fábrica de engendrar hijos para atender las demandas de mano de obra, anulando a los seres libres que preferían por naturaleza vivir según su propio punto de vista. Y claro está, que en sociedades, excesivamente desinformadas, muy poco conocedoras del mundo, resulta muy fácil doblegar a la población y convertirla en su propio verdugo, facilitando el estatus de los privilegiados sobre el pueblo en general.

Es más justo entender que Lorencillo se viera abocado a caer en todo aquello que la época catalogaba de delito, que no culpar la indecencia del rey por ordenar el crimen que se cometió con el niño. Y por supuesto la bajeza moral del obispo por haberse aprovechado de su situación de privilegio abusando de un niño y no impidiendo su martirio.

Cualquiera con un mínimo de humanidad, que lea el documento histórico, que relata con la espeluznante realidad de un informativo televisivo actual, el calvario por el que pasó el chaval, si no se le estremecen las entrañas pensando en eso que calificamos palabrotas es que carece de conciencia.

Y cualquiera con un mínimo de empatía, puesto en el lugar de aquella criatura, lo mínimo que comienza a pensar ante la impotencia de no poder evitar semejante barbaridad, es hacer uso de la denuncia pública, de apelar a la obligación de toda la humanidad por evitar este salvajismo incalificable y calificar con todo derecho y con toda justicia, a todos los criminales que a lo largo de la historia, cometen estas barbaridades, denunciando a semejantes hijos de la gran puta, atendiendo a su bajeza y su falta de humanidad, a su carencia de nobleza y su ausencia de clase, siendo auténtica y vulgar gentuza encumbrada como reyes, obispos y demás chusma asesina. Eximiendo con justicia, a aquellos hombres nobles, que siéndolo o sin serlo se comportan como verdaderos reyes y auténticos hombres de religión que practican el bien.

Lorenzo de Santas Martas, estés donde estés, siento de verdad, el sufrimiento injusto que pasaste y deseo que ese dios, en el que tanto creyeron los criminales que te torturaron, haga justicia y los ponga en el lugar que merecen.

Cada vez, que pase por Sevilla, junto a la Cárcel Real, ya no sólo rendiré recuerdo y homenaje, a Cervantes, Mateo Alemán y a Martínez Montañés. También a ti, Lorenzo de Santas Martas, un niño inocente que sufrió la injusticia de la vergonzosa especie humana. Y contigo hago extensivo el recuerdo a todas las víctimas de la injusticia.

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