Centro de Información Europe Direct Ciudad Real.- La necesidad de mejorar, de prosperar, es innata a la naturaleza humana, responde a nuestro instinto de supervivencia así como a nuestra constante tendencia a progresar. Por ello la emigración ha constituido una constante histórica desde los albores de la Humanidad. La población ha tendido a desplazarse de un lugar a otro, de forma colectiva o de manera individual, buscando precisamente esa mejora en sus condiciones de vida, o al menos lograr cubrir sus necesidades más básicas.
Europa presenta hoy, pese a las crisis cíclicas, una gran fortaleza en el campo económico y una estabilidad política y un avance en su democracia sin precedentes, y eso hace que actúe como un señuelo para los más desfavorecidos, como un destino predilecto para los habitantes de regiones más pobres de todo el planeta, que a veces llegan a arriesgar y poner en peligro su propia vida al intentar llegar a nuestras costas o cruzar nuestras fronteras huyendo del hambre, las dictaduras, las guerras u otras catástrofes humanitarias, como tenemos ocasión de comprobar por las tristes noticias que nos llegan todos los días a través de los medios de comunicación, y más recientemente los ocurridos en las costas septentrionales del Mediterráneo.
El drama de la emigración ni es un fenómeno nuevo ni es un fenómeno exclusivamente europeo, no obstante, en el caso que nos atañe, la Unión Europea ya ha tomado cartas en el asunto, lo cual es esperanzador. La Comisión Europea presentó el pasado 13 de Mayo su nueva Agenda Europea de Migración que triplica la capacidad de operación y los activos del programa operativo Frontex con el fin de garantizar la seguridad en nuestras fronteras, principalmente combatiendo a las mafias que trafican con seres humanos, en conformidad con las reglas del Derecho Internacional; garantizar dentro de nuestras fronteras los llamados Fondos de Asilo, Migración e Integración (FAMI) para ayudar a los recién llegados; y por último, mejorar los mecanismos de distribución temporal de los flujos masivos de personas que llegan a Europa mediante un programa de reasentamiento en todos los Estados miembros y del que se beneficiaran unos 20.000 emigrantes.
Las últimas catástrofes humanitarias vividas en el sur de Europa han puesto de relieve dos cuestiones fundamentales: la sociedad europea es en general una sociedad concienciada con los problemas de los que menos tienen, de hecho la Unión Europea es la principal contribuyente y cooperante en cuanto a la ayuda al desarrollo en todo el mundo; y en segundo lugar, el drama de la emigración es un problema que ningún miembro de la Unión puede abordar por sí solo, hay que actuar de forma conjunta, Italia y España en este caso concreto no pueden afrontar en solitario la llegada masiva de emigrantes a sus costas. La solidaridad debe contar con una doble dimensión: individual, con respecto a los recién llegados en busca de una nueva vida entre nosotros, y global, por parte de las instituciones comunitarias hacia los considerados “Estados en primera línea”, teniendo siempre presente en mente que los que en realidad se encuentran en “primera línea” son las personas que sufren el drama de tener que dejar sus hogares para lograr alcanzar “el sueño europeo”, unas condiciones de vida dignas.