Miguel Ángel Mora Cuesta.- Nada es eterno aunque lo parezca. No lo son las nubes, ni los templos, ni las instituciones, ni las ideas, por mucho que perduren. Rosa Romero, en los últimos cuatro años tras dieciséis de gobierno de su partido creyó, con su amplia mayoría, que su permanencia como alcaldesa era indiscutible y que estaba en su mano abandonarla a voluntad.
Esta idea loca condujo a que, acompañada por otros igual de ilusos, gobernara desde el más absoluto desprecio hacia quienes mostraban su desacuerdo con cualquier tipo de decisión. La mayoría les permitía hacer y deshacer a su antojo sin escuchar a nadie. Estaban totalmente ensoberbecidos. Pensaban que la mayoría era para siempre y, lo peor de todo, no pensaban que la mayoría se la había otorgado la ciudad, esa ciudad para la que debían trabajar y con quien tenían que caminar de la mano. Fueron unos malísimos ganadores del Ayuntamiento.
Si fueron malos ganadores no podemos pensar que van a ser mejores perdedores y así lo están demostrando día a día desde el pasado 24 de mayo al no reconocer la voluntad de cambio expresada por los vecinos. Día tras día manifiestan propósito de enmienda sin reconocer dolor alguno por los errores cometidos. Achacan a quienes hoy suman mayoría todos los males y profetizan grandes plagas y calamidades si son otros los que ocupan la Alcaldía. El mal ganador se convierte en el peor de los perdedores.
Los previsibles dirigentes de nuestro ayuntamiento tienen muy claro que nada es eterno, o por lo menos deben tenerlo. De entrada el compromiso programático y de campaña ha sido el de la escucha, la participación, la transparencia y el trato de igual a igual entre los gestores locales y el resto de vecinos. Harán muy bien en recordarlo porque han de trabajar para disminuir el desempleo, mejorar la accesibilidad, provocar el crecimiento de la ciudad en todos los ámbitos,… Y también habrán de hacerlo con claridad, con los vecinos en todo momento. Lo conseguido hace unos días puede hacerles pensar que esto va a ser eterno tras recibir halagos y felicitaciones por todas partes tras años de silencios y sequía. No. No es para siempre, porque nada es eterno aunque lo parezca.