Días pasados Manuel Valero en estas páginas, haciéndose eco tal vez de la disyuntiva ‘pajista’ (de Page, debería salir ‘pagista‘, pero está vedado por la gramática) del ‘Susto o Muerte’, fijaba su par conceptual en ‘Revolución o felicidad’.
Es posible que ambos, aunque para referirse a aspectos diferentes del presente político español, tuvieran presente en sus constructos retóricos más que teóricos, la plegaria revolucionaria del Comandante Castro en su discurso en Naciones Unidas en 1960. Con aquella afirmación humeante, que había que proferir en pie de guerra y armado hasta los dientes y ‘Hasta la victoria final’; tanto por parte de los Pioneros de la revolución, como por parte de los miembros de las Brigadas de la Inspección Revolucionaria, que prolongaban a los dieciochescos y revolucionarios Comités de Salud Pública. Pues eso ‘Patria o muerte‘.
Y era en parte esa afirmación de ‘Patria o muerte‘, la síntesis de las preferencias políticas del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, y en otra parte los churretazos y los zurriagazos de la consigna sangrienta de ‘Patria socialista o muerte’; incluso, otra vuelta de tuerca como ‘Victoria o muerte’ que modificaba la afirmación de Che Guevara ‘Triunfo o muerte’. Redondeado en esa ‘Revolución o muerte‘. Que daba cuenta de una terrible disyuntiva para todos los cubanos. Aquí no hay ni balseros, ni gusanera capitalista, ni lacayos de los yanquis. Aquí sólo queda el triunfo o el final, compañero. Si no hay Triunfo, sólo queda la Morgue plana y fría, en ese extraño relato sintetizado que contrapone ambas realidades alejadas pero no tanto. Porque toda Revolución, desde la Francesa a la Rusa, lleva consigo su dosis elevada de muertes implícitas e inferidas; que incluso en ambos procesos se han denominado como Terror. Por lo que el aserto trazado debería contemplarse desde esa misma perspectiva de ‘Revolución y muerte‘. Hubo además, en tiempos de la Revolución Mexicana, otra disyuntiva de combate, que dejó de serlo para formar una copulativa revolucionaria como fuera el ‘Tierra y Libertad’; que sirvió años más tarde para dar nombre a una película de Ken Loach, sobre la Guerra Civil española y el proceso de colectivizaciones anarquistas.
Valero en su contraposición ciatda, describía el clima poselectoral, como si no hubiera más posibilidades que las tristezas burguesas o las alegrías revolucionarias; o quizás fuera al revés: tristezas revolucionarias y alegrías burguesas. Aunque todo ello precise de matizaciones compuestas y contrapuestas. Así, por ejemplo, Talleyrand y a propósito de la Revolución Francesa, advertía que «quien no ha vivido antes de la revolución, no conoce la alegría de vivir«. De donde podríamos deducir que la Revolución, en Talleyrand, se emparenta con la tristeza por la pérdida del mundo precedente, personificada en esa ‘joie de vivre’ propia del Ancien Regime. Por lo que la lectura de Valero trae causa de esa alegría, y por ello ‘Revolución o felicidad’.
Más difícil y hermético es el pajista ‘Susto o Muerte’, copiado y plagiado sin citar la procedencia de Teresa Rodríguez. Cuando decía, y hablando de los socios posibles para Podemos en Andalucía, que: » entre el PP, que es la muerte, y el PSOE, que es el susto, elegimos el susto«. Paje invierte la ‘Muerte o Susto’ por el ‘Susto o Muerte’ que bebe de las aguas recreativas y consumistas del Halloween americano y de su manido y consabido ‘Truco o trato’. Con ello el posible futuro inquilino de Fuensalida, pone a Podemos, por bocas populares, como ese sobresalto que produce lo novedoso-inquieto: o me asustas o me matas. Cuando hay sustos que acaban matando, por lo que la perfección del aserto debería de haber sido ‘Susto y Muerte’. Veremos de qué lado cae la fortuna pajista. Y de qué lado cae el ‘Inherent vice’, película de Paul Thomas Anderson, de todos los excesos y vicios posibles, que en algún comentario crítico ha sido vista como ‘Susto o Muerte’.
Pero en todo caso, el problema de las disyuntivas, es que son casi todas -por no decir todas- repetidamente falsas, como mantiene Rafael Sánchez Ferlosio entre algunos de sus pecios y retamas. Por eso, y por salud mental, habría que pedir una tercera alternativa o una tercera oportunidad. Ni lo uno, ni lo otro. La tercera alternativa, que a veces es inexistente, pero que suele ser necesaria y salvadora. Y pese a ese rechazo conceptual y cognoscitivo de la disyuntiva tremenda y tramposa, como ocurriera en la infancia atribulada, con el niño preguntado «¿a quién quieres más, a mamá o a papá?«, Ferlosio construye su propia disyuntiva en uno de sus pecios singulares, al hablar del Orden divino que nos gobierna. Y establece su dualidad bajo la forma misteriosa de ‘Dios o Suerte’. Lo que no es Orden divino de la Creación programada y establecida, es pura Aleatoriedad o pura Casualidad. De aquí a la Suerte hay un sólo palmo y por eso, o uno u otro. También podría haber construido su equivalente teísta ‘Dios o Muerte’. Cuna de tantos fundamentalismos monoteístas, beligerantes y combativos.
En ese regusto y en ese registro por las disyuntivas, también cae Félix de Azúa, para analizar los resultados electorales del 24 de mayo; y se apunta a un reconstruido ‘Garrote o Mimo’ que no deja de ser una actualización del consuetudinario y viejuno ‘Palo y Zanahoria‘. Es decir, a juicio de Azúa, los colectivos funcionan gregariamente y dirigidos persuasivamente, a golpe de apretón y de relajo, o también de ‘Garrote y Mimo’. Como el aprendizaje de las letras que aparece manchado con la sangre, y que relata por tanto el ‘Aprendizaje o Castigo’ como si de un ‘Crimen y Castigo’ se tratara. Y eso del ‘Garrote y Mimo’, también ocurre con las caballerías que se movían al golpe del palo y al gusto del bocado de zanahoria. Andar para no sufrir y para saborear el tubérculo.
Periferia sentimental
José Rivero
Dicho sea de paso.
Entre la disyuntiva de Ferlosio de «Dios o suerte», me quedo con la suerte:
«La buena suerte» de Alex Rovira y Fernando Trías de Bes. Esa es la suerte que necesitamos de nuestros dirigentes. Y de nuestros conciudadanos.
Recomiendo su lectura a todo el mundo. Y así aprenderemos a ser un poquito más responsables de nuestra propia suerte y, por ende, de nuestro propio destino ¿O es lo mismo, no?
Carácter y destino, temas ferlosianos por excelencia.