Creo que la sana curiosidad y responsabilidad política de los ciudadanos debería ser suficiente para aproximarse a cualquier iniciativa participativa. Igual que el ciudadano acude a la inauguración de un nuevo centro comercial, aunque no compre nada, debería también acudir a la presentación de un nuevo espacio político, y luego sacar sus propias conclusiones.
En los últimos años he acudido a reuniones y asambleas convocadas por el PP, el PSOE, IU y, ahora Ganemos.
Con el PP, acudí a las mesas sectoriales sobre turismo y cultura dentro del plan estratégico de ciudad real, y a unas jornadas abiertas sobre política cultural. Posteriormente también acudí a la presentación del proyecto «ciudad real participa» promovido por el ayuntamiento en 2011.
Acudí a la asamblea de ciudad convocada por el PSOE en 2011, en concreto al grupo relacionado con cultura. Y a una mesa sobre participación y cultura celebrada en 2014.
Acudí a la asamblea de ciudad organizada por IU en el casino.
Y he acudido ayer a la asamblea ciudadana de Ganemos en el Pilar.
Haciendo balance, debo decir que es necesario establecer claramente dos conceptos sobre participación: iniciativas participativas e iniciativas participatorias.
Las iniciativas participativas son aquéllas en las que el proceso de participación se construye desde el momento cero y de abajo arriba; las segundas son pseudoiniciativas que ofrecen al participante un itinerario o camino del que es difícil salirse y que han sido construidas de arriba abajo.
Las iniciativas participativas construyen el camino poco a poco, sin saber claramente cuál será el destino concreto, porque se construyen a partir de universo difuso de voluntades que hay que poner en común. Sin embargo, sí se conocen los principios éticos y las directrices que deben condicionar su construcción. Principios y directrices que igualmente han sido decididos de manera abierta y común. Además son iniciativas abiertas y públicas, sin restricción, asamblearias. En este perfil incluiría las iniciativas de IU y de Ganemos. Aunque no son perfectas, sí aportan una forma de hacer política que se interesa por construir ciudadanía políticamente responsable y madura, beneficiando enormemente el entusiasmo por una democracia fuerte.
Las iniciativas participatorias ofrecen el camino hecho, con un destino cierto y unos principios definidos pero velados. En este concepto, la participación consiste simplemente en dejarte andar por un estrecho camino ya asfaltado, en el que lo único posible es adornarlo. Estas iniciativas se venden muy bien, están bien adornadas, pero no tienen contenido alguno. Después de ser presentadas dejan de ser operativas, no se emplean para aquello que pretendían. Son iniciativas opinatorias, que sólo quieren recoger la opinión de la gente sobre temas que ya han sido precocinados desde el partido. Suelen ser iniciativas más endogámicas, dirigidas a grupos sectoriales, en los que la participación de la ciudadanía de a pie es más difícil. Los temas a tratar ya han sido decididos y cerrados, y no suelen abordar temas críticos o polémicos. Aquí incluiría las iniciativas que he conocido del PP y del PSOE. Si bien, las del PSOE estarían más en un fiel de la balanza, entre lo participativo y lo participatario. Con un pie en el deseo de ser participativas y con otro en el temor a serlo en exceso. Las del PP son claramente simbólicas y dirigistas, y persiguen construir mayorías favorables a sus propios intereses.
Al menos, lo dicho es tal como yo lo he visto y percibido.
Cada cual podrá elegir, cuando esto sea posible, entre unas u otras, o todas ellas. Cuál es mejor o peor dependerá de lo que para cada uno sea la política y la democracia. De sus expectativas y cultura política. Sin embargo, siempre es posible un juicio honesto de cuál contribuye más y mejor al fortalecimiento y descontaminación de la democracia política, tanto en su orden institucional como ciudadano. Si a usted le gusta elegir representantes y que éstos decidan por usted el día a día, perfecto. Si a usted le gusta elegir por sí mismo, perfecto. Lo imperfecto es que sólo haya una opción, que ésta se magnifique y que se desacredite la contraria. La calidad de la democracia y la necesidad de mejorarla creo que empiezan por detectar y corregir esas imperfecciones.
Alberto Muñoz
Con los ojos bien abiertos