Decíamos días pasados que «El cartel electoral actual es a la campaña política electoral, lo mismo que las cuñas radiofónicas son a la publicidad on-line«. Con una salvedad, esos carteles paleolíticos suelen recoger la foto-fija actualizada, la imagen retocada, el retrato soñado o la efigie del candidato destacado.
Hubo un tiempo en el que la promoción política se hacía desde las ideas identificables y bien diferenciadas. Por ello la fortaleza de la comunicación se basaba en las siglas mismas del Partido, que ya hablaban de lo que eran y sentían. O también del ideario que se traducía en ese frente defendido por Julio Anguita: ‘Programa, programa, programa’. Luego a las ideas programáticas se las dotó de contenido personal y se enfatizó la imagen en el equipo de gentes dispuestas al esfuerzo meritorio. El tramo final de la aventura de la imagen apareció, finalmente, presidido por la escueta severidad de la imagen solitaria del líder, en una suerte de encarnación unipersonal del líder.
Ese fue el ensayo de Gil Robles en la ya lejana campaña de 1933, con la CEDA, puesta en punto de fuga de los personalismos políticos. Hubo que esperar mucho, tanto como hasta 1977 para ver los rostros agigantados de Adolfo Suárez, de Santiago Carrillo, de Manuel Fraga y de Felipe González. Hubo que esperar algo más, para descubrir a este último como personaje de un comic idílico y coloquial de ‘verdes praderas y de ciudades inteligentes‘. Ya se sabe la vida como un cómic o como una película de ciencia ficción.
La otra dimensión posible, y antes de la llegada de ‘Photoshop‘ era la del retoque y la del estilismo sobre el candidato-candidata. Corbata con nudo Wilson, cuello francés, peinado ‘senior‘, rasurado ‘maxi‘, chaqueta a medida, sombreado de ojos, brillos de dientes, gafas sin reflejos, labios con ‘rouge’, mejillas terciopelo y orejas depiladas. Todo para bien merecer, todo para hacer creer en la bondad del ‘hombre bueno’. Y bien retratado. ‘Mujeres buenas’ se fueron incorporando al concierto con lentitud y con cierto reposo. Luego ya todo fue el lio de géneros no sólo gramaticales, las sorprendidas listas cremalleras y la magnitud del epítome de los ‘varones domados‘.
Todo lo demás, todo lo que vino después es y ha sido pura repetición y puro plagio, como demuestran las hemerotecas en su memoria de óxido y humo. Ideas nuevas pocas, sólo y si acaso, el ‘lifting‘ tieso sobre el rostro arrugado del líder envejecido. Tratando de desvelar una efigie subyacente en lo que ya es pura esfinge adormecedora y adormecida. ¡Ay los enigmas y las esfinges!
Periferia sentimental
José Rivero