El cartel electoral actual es a la campaña política electoral, lo mismo que las pasadas cuñas radiofónicas son a la palpitante publicidad on-line. Pura arqueología, puro pasado. Pese a ello y a pesar del cambio sostenido, aún se siguen produciendo carteles como forma de hacer visible a un Partido político en la campaña, como manera de reclamar la atención del paseante y como método para reivindicar su voto.
En el paleolítico electoral la cartelería era la forma básica y el nudo central de la comunicación política. Y de ello dieron buena cuenta piezas memorables, hijas de un diseño que venía del ‘Agit-prop’ más beligerante, a las calmas aguas de la persuasión retórica, para llegar, finalmente, a las aguas dormidas ya, del deseo publicitario. Que eso es hoy, la comunicación política, puro afán publicitario y puro nervio propagandístico, sin deseo y sin tranvía. Compare, y compre; aunque haya quien lo haga al revés compre primero y compare después.
Ahora mismo la instantaneidad y la globalización posible de cualquier mensaje, juega en contra de ese diseño construido desde la anacronía estática y estilística de tintas serigráficas, de un tiempo cada vez más dinámico e inquieto. Los estrategas, que de todo hay estrategas, prefieren el eslogan memorizable, el debate en las redes sociales o el ‘spot’ televisivo, como formas de taladrar las conciencias en audio-video, antes que las litografías pautadas con argumentos.
Pueden analizarse los supuestos puestos en juego como estrategia comunicativa, desde los colores a las tipografías, desde las composiciones a las mismas imágenes. Hubo incluso, un tiempo con imprentas propias por parte de algunos Partidos y como forma concreta de autoalimentarse. Era tal la importancia de la propaganda como la de la escritura, y por ello surgieron imprentas propias o imprentas asociadas con sección de huecograbado. Hubo también candidatos retratados en la mejor pose posible, candidatos silueteados, partidos en formación y ciudadanía solemne en círculos concéntricos de admiradores, seguidores y amigos.
Situaciones todas ellas que remiten, con propiedad, al mundo del comercio y al universo del intercambio económico. Por ello y desde la saturación de códigos comunicativos, sorprende la escueta brevedad del cartel de Podemos y su ‘Es ahora’. Una mano, una papeleta, una urna. Principio de condensación del relato. O conciencia de que ‘menos es más’.
Periferia sentimental
José Rivero
