José Antonio Casado. Periodista.- Recién estrenado en el cargo de consejero de Cultura, allá por los tiempos de Bono, decía Santiago Moreno que la cultura es un antídoto contra la crisis, porque florece especialmente en períodos de vacas flacas, ya que hay que agudizar el ingenio.
Podía tener alguna razón el otrora cargo socialista –la razón que tienen los tópicos y los lugares comunes-, porque la realidad del mandato de Cospedal no deja lugar a dudas de que cuando la crisis aprieta, lo primero que sufre es la cultura, que se vuelve ramplona y, a veces, se convierte en un trampantojo para no dejar ver la realidad.
Si hablo hoy de cultura es porque uno de los candidatos locales de un partido minoritario a las próximas elecciones municipales –le oí mientras iba de viaje y no me quedé con su nombre- proponía que la cultura se tornara en el elemento básico de su programa y en el fundamento solvente de la regeneración democrática de la capital.
Los conceptos del cultura y regeneración son tan amplios, manidos y dispares en cada momento de la historia que tendríamos que pedir ayuda para interpretarlos a Sisinio Pérez Garzón, otro consejero de Cultura que pasó por los gobiernos de Bono (Iglesias tendría que hacer varios cursos intensivos para llegar a su nivel de populismo); pero sobre todo un historiador citado reiteradamente por Álvarez Junco por su solvencia. Pérez Garzón considera que la historiografía española vive momentos gloriosos, tanto como para estar en la “edad de plata de la profesión” (Las historias de España).
A falta de un Pérez Garzón, se echa de menos en las listas que se van conociendo la inclusión de intelectuales de prestigio o de personas con algún predicamento en el ámbito de la cultura. Si el PSOE en Madrid recurre a un catedrático de metafísica e IU a un poeta de renombre –por no recordar a las decenas de intelectuales que son requeridos aquí y allá para taponar la falta autoridad e influencia que sufre la clase política -, habrá que concluir que la nuestra se siente tan segura de sí misma como para no necesitar de gente de otros ámbitos que le ayude a recuperar la confianza de la ciudadanía (el pespunte de algunas listas con periodistas, aunque apunta maneras no deja de ser una faena de aliño).
En el balance de legislatura realizado hace días por José Manuel Caballero, un aparatik de libro, no hay ni una sola referencia a la cultura. El objetivo del PSOE es “reconstruir la región de la ruina en la que la dejara Cospedal”. Dice que hay que recuperar las plazas de docentes y de profesionales sanitarios, las becas de comedor, las ayudas a las personas con discapacidad y la aplicación de la Ley de Dependencia. Se acuerda también de los parados, pero de cultura nada.
Tal vez haya que recordar que la Consejería de Cultura regentada por Santiago Moreno y Sisinio Pérez Garzón, ayudados por Diego Perez y el actual alcalde de Valdepeñas, puso en otros tiempos las bases para que los castellano-manchegos pudieran ver y oír a las compañías de teatro más en boga, a las orquestas internacionales de más fama, a los grupos de rock que iban por la mayor y a solistas y cantaurores que de otra manera, nadie, por estas latitudes, habría podido oír en directo.
Eran otros tiempos. Acaso hubo más de un despilfarro, pero la bocanada de aire fresco que Toledo difundió a los cuatro puntos cardinales tuvo, en Ciudad Real, un efecto liberador. Me autocito sin pedir perdón: “La cultura capitalina estuvo sostenida y fundamentada, en las primeras legislaturas de Lorenzo Selas, en las peñas. Hizo de ellas la bandera de su presencia en la ciudad y la seña de identidad del gobierno municipal. Aquella cultura, basada en el terruño en la poesía, la amapola en la pintura, Mazantini en el folclore y las peñas en el convivir ciudadano, tuvo enorme éxito. Pero las peñas, las zurra y el puñao por todo bagaje, a la altura de los primeros noventa tenían ya agotado el repertorio”.
No digo yo que en los años de Cospedal hayamos vuelto a la amapola y la cardencha o a la zapatilla de Mazantini; pero la lectura y el aprovechamiento que se hizo de un pomposo aniversario del Quijote estuvo en bastantes ocasiones más cerca del folklore manchego que de las lecturas apasionadas y liberadoras de Unamuno, Ortega y Azorín con ocasión del tercer centenario de la primera edición de Don Quijote, allá por los primeros años del siglo pasado.
Tampoco ha sido muy liberadora la cultura en la capital de la provincia. La interpretación que Lidia Reyero hiciera de la misma al inicio de los mandatos de Rosa Romero, pronto chocó con los intereses de la cultura al uso y de los círculos que la sustentaban; los concejales sucesivos pusieron rumbo hacia horizontes menos borrascosos y paisajes más placenteros.
De vez en cuando es conveniente volver la vista atrás para comprender el momento presente. La perspectiva siempre ayuda. Y si la cultura es aquello que queda después de que se ha olvidado todo, es decir el poso que el ciudadano tiene en la recámara para enmarcar y entender lo que va sucediendo; o la propensión de las neuronas a conectarse de una determinada manera, por usar el leguaje de la neurociencia; cualquier grupo político que estime mínimamente a sus electores, o apuesta por la cultura o los castiga a la ceguera y al autoengaño. Por supuesto, los jóvenes no están por la labor y por eso –además de por su incapacidad para regenerarse- vuelven la espalda a los partidos políticos tradicionales.
Es, desde luego, dudoso que los grandes partidos políticos apuesten por el desarrollo del pensamiento crítico y por el compromiso de los ciudadanos. Queda, sin embargo, la esperanza en los grupos minoritarios para la regeneración y el reformismo. Si crecen tanto como para que los grandes tengan que pactar con ellos, todos saldremos ganando; y la cultura también.
En su día a esa propuesta se la llamaba como el pacto de ‘las fuerzas del trabajo y de la cultura’. Extraña coalición, cuando el valedor de la propuesta, el viejo PCE, había desfenestrado a las cabezas de chorlito (Pasionaria dixit) de Semprun y Claudin. Tras el escarmiento solo quedo el vituperio de los ‘picos de oro’ . Hoy solo queda el concepto instrumental de la cultura como ornamento floral. Por lo que podríamos decir lo de ‘siente a un intelectual /artista en su lista’.
Joder Rivero. Verdad como un templo. No lo hubiera podido decir mejor.
Exacto
Me gustaría compartir con vosotros este vídeo desde el minuto 15:00 (lo de antes es una introducción). Es un speech de Wyoming de 10 minutos que no tiene desperdico y que de alguna manera nos da idea de por qué estamos así
https://youtu.be/uQnCFXp1JEc
Revelador y clarificador. A W lo que es de W y a C lo que es de C.