Doreen Readdy. Directora del Sector Mujeres de la Fundación Vicente Ferrer.- Las mujeres representan el 43% de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo. Sin embargo, no tienen reconocidos sus derechos plenamente, no pueden acceder a créditos o a la propiedad de las tierras y reciben un salario inferior al de los hombres. Su desigualdad es la de todos y todas.
De hecho, según la FAO, sería posible alimentar a 150 millones de personas más en el mundo si las productoras y trabajadoras agrícolas tuvieran las mismas condiciones que los hombres.
Estos son algunos de los retos de la agenda post-2015 de los que hablaremos a partir de mañana en Ciudad Real en el I Congreso Internacional “La voz de las mujeres en el mundo”. Junto a destacadas lideresas de todo el mundo, Afammer (Confederación de Federaciones y Asociaciones de familias y Mujeres del medio rural) ha querido contar conmigo en el que será mi primer viaje a España para explicar la situación de las mujeres en la India rural.
En la India el sistema patriarcal se sustenta en unas tradiciones y unas prácticas culturales muy arraigadas a la sociedad, que discriminan a mujeres y niñas desde antes incluso del nacimiento. Los abortos selectivos en función del sexo, los matrimonios infantiles o la dote, son solo algunos ejemplos de estas tradiciones que atentan contra los derechos humanos de mujeres y niñas. En las últimas décadas el gobierno indio ha aprobado leyes dirigidas a proteger a las mujeres. Sin embargo, estas leyes no se han acompañado de mecanismos eficaces para su implementación y puesta en marcha. Para que se produzca un cambio real es imperativo atacar las raíces del patriarcado. Dicho cambio debe articularse desde una sociedad civil organizada, el movimiento de mujeres y la imprescindible colaboración de los hombres.
Desde la Fundación Vicente Ferrer (FVF) entendemos que, pese a los avances, el respeto por los derechos de las mujeres y su independencia económica no es posible sin su empoderamiento y su participación en los espacios de decisión. Sin embargo, la escasa movilización de las mujeres en el ámbito rural, donde el 80% de la población femenina es campesina, supone un freno a la vindicación de derechos. Antes de la intervención de la FVF en Anantapur, las mujeres eran discriminadas en sus casas y en la comunidad. Se las consideraba inferiores a los hombres y tenían un estatus social menor. Solo tenían acceso a trabajos remunerados durante 100 días al año y se les pagaba unos salarios muy bajos. Además, se las privaba de recibir educación y aprender un oficio. Todavía hoy las propiedades (tierras, casas o cuentas en el banco) están, en la mayoría de los casos, en manos de los hombres. La FVF lleva más de 40 años trabajando para mejorar la vida de miles de mujeres, de sus familias y comunidades, pero esta transformación no hubiera sido posible sin su implicación. Ellas son las auténticas protagonistas del cambio.
Es por tanto, fundamental fortalecer su liderazgo. Como decía Vicente Ferrer “la mujer india es la más vulnerable, pero también la más fuerte. Es el motor del desarrollo y el cambio social”.