Alianza Editorial sacó a lo grande –hace mucho tiempo– lo que según creemos es la colección completa de los cuentos publicados por Poe. En dos tomos, quede claro. Decimos “a lo grande” porque la traducción es de lujo. A cargo del señor Julio Cortázar, o sea, un señor que sabía lo que hacía. En el primer tomo, se recogen las historias más o menos terroríficas, los cuentos policíacos, narraciones sobrenaturales y cuentos llenos de espanto. Dice Borges que Poe vivió una vida breve y desdichada, si es que la desdicha puede ser breve. De desdichas debía de saber mucho el norteamericano, y la angustia vital que supuraba su pluma ha quedado para siempre implantada en estos cuentos, cifra exacta de cómo el tormento de la existencia, el vacío del alcohol y de la autodestrucción, se pueden traducir en una obra de ciclópea genialidad donde no sobra nada. Poe solo escribió una novela que, para colmo, nunca llegó a terminar. En estos cuentos, el horror y lo espeluznante sirven para meterse en la psique del lector y para proporcionarle noches de pesadillas. O tardes, según los horarios de sueño. El hombre que es enterrado vivo, una idea que Hollywood ha fagocitado para menoscabo del original, como casi siempre; el hombre que mata a su amigo y se delata a sí mismo nada más que por la pura perversión de hacerse famoso por su maldad; la historia, también, del doble, de William Wilson y su otro yo, que le persigue, le reconcome el alma y acaba con su felicidad y lo precipita al dolor. Siempre el dolor. No olviden sus historias de detectives, que generaron una especie nueva de literatura. La novela policíaca nació en la mente de Poe, aunque él se hubiera reído (o tal vez hubiera sufrido un fallo cardíaco) de haber sabido cómo –en la sociedad mercantilizada actual– el subgénero policíaco degeneraría en una papilla subnormal venida allende los Pirineos y allende el Mar Báltico, incluso, para infestar los anaqueles de las librerías con banalidades sin igual. El relato policíaco de Poe (de los que aquí se incluyen un puñado) es a la novela policíaca del siglo XXI lo que Mozart a una orquesta de músicos de pueblo borrachos. También está aquí la historia del hombre que se mantiene conservado en estado de hipnotismo aun después de muerto; la peripecia de los hombres y mujeres que huyen de la peste en una fiesta inacabable de ricos que se han encerrado, sin saberlo, en su propio ataúd; la historia del hombre que empareda a otro por una venganza (y aquí, según los entendidos, se crea un género también nuevo: el del relato donde no hay planteamiento ni nudo, solo desenlace). El libro está barato; la traducción, como dijimos ya, es de aúpa; la presentación, más que potable. Permanezcan atentos.
Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales
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Te olvidas de otro de los méritos de Poe: es el padre de la poesía simbolista. Baudelaire, su traductor al francés, lo había estudiado tan a fondo que a veces lo cita sin querer. Su originalidad se debía a su propia vida: fue un huérfano no solo real, sino metafísico. Lo cuenta en su poema «Alone»:
Desde mi hora más tierna no he sido
como otros fueron, no he percibido
como otros vieron, no pude extraer
del mismo arroyo mi placer,
ni de la misma fuente ha brotado
mi desconsuelo; no he logrado
hacer vibrar mi corazón al mismo tono
y, si algo he amado, lo he amado solo.
Para él la orinalidad era cuestión de negación. En su poema «El cuervo» nace la postergación indefinida de Kafka. Y os contaré un secreto; he llegado a la conclusión de que, su poema «Annabel Lee», al que puso música un conjunto de la Movida hace muchos años, está en boca de… el perro de una niña.
Por demás, junto al anarquista Henry David Thoreau, Walt Whitman y tal vez Emily Dickinson, es sin duda el mejor poeta de Norteamérica en el siglo XIX.
Ángel, confieso que desconozco la poesía de Poe. Me temo que mis lagunas, como le ha de suceder a todo buen autodidacta, son enormes. Qué le vamos a hacer
No te subestimes, yo también tengo lagunas. Algunos de los libros de que hablas no los he visto ni por el forro.