Durante cinco años, entre 2007 y 2012, el Ayuntamiento de Ciudad Real mantuvo un servicio de préstamo de bicicletas. En aquello días podían verse aparcadas en la parte de atrás del Ayuntamiento. Una vez desmantelado el servicio, el Consistorio decidió donarlas a Solidaridad Manchega Con los Pueblos del Tercer Mundo (SOLMAN) y, desde entonces, se les perdió la pista.
Recientemente, y de la mano de Solman, la comunicadora Gemma Bustarviejo, ha emprendido un viaje por El Salvador y Honduras para contar de primera mano la labor que desempeña en estos países la ONG y los proyectos de cooperación en que se encuentra inmersa.
A cincuenta kilómetros de la capital de Honduras, Tegucigalpa, se topó con las bicicletas del Ayuntamiento de Ciudad Real. «Gracias a que fueron cedidas a SOLMAN y llevadas por esta ONG a Honduras, ahora son el transporte de una veintena de jóvenes para ir a sus clases nocturnas o de fin de semana. Tienen un taller donde reparan y ponen a punto, para que todos los días recorran los kilómetros que separan esta residencia del núcleo urbano más cercano a unos 3 o 4 kilómetros. Aquí a todos les parecen, bonitas y útiles», relata Gemma Bustarviejo en una de sus crónicas.
La mejor idea, donarlas. Aquí, como casi en todo el desgobierno de Rosa Romero, no han sido capaces de instalar una política de circulación que invite a la gente a ir en bici.
Es una auténtica sandéz pretender que con un cartel de 30 km/h los ciclistas se van a echar a la calle sin miedo. O las rondas, hay que ser muy valiente para meterse por ahí…
Hasta que la ciudad no esté cerrada de rondas hacia dentro para el tráfico particular, no habrá nada que hacer. Bicis y vehículos son incompatibles. Aquí y en Sebastopol.
Ciudad Real se cruza andando en 15 minutos de lado a lado, por lo tanto, prohibición absoluta de vehículos que no sean carga y descarga, taxi o particulares que tengan que ir a su cochera.
Mientras tanto, un servicio de bici para que te atropellen carece del menor interés.