Eusebio Gª del Castillo Jerez.– El profesor del IES Santa María de Alarcos, investigador y poeta Ángel Romera presentaba ayer su edición de las «Fábulas selectas de Iriarte y Samaniego» en la Biblioteca Pública de Ciudad Real. Un volumen de la colección Castalia Didáctica de más de 500 páginas que incluye una amplia introducción, la selección de las fábulas de Samaniego e Iriarte con notas sobre las fuentes, interpretaciones, comentarios, y una serie de documentos para el estudio de estas obras.
Romera comentaba que su intención en este trabajo fue no subestimar la curiosidad del lector y hacer más legible el texto dentro del ambiente de su época. «Agoté todas las interpretaciones posibles de las fábulas seleccionadas y documenté su reflejo literario a lo largo de la historia». Además, en su edición ha añadido interpretaciones novedosas y ha aclarado algunas alusiones y citas que habían pasado desapercibidas.
Jerónimo Anaya, profesor de lengua y literatura y miembro del Instituto de Estudios Manchegos, presentaba la conferencia de Ángel Romera y su libro, una «monumental y definitiva» antología de las fábulas selectas de Samaniego e Iriarte. Jienense de nacimiento, Romera ha consagrado su vida a descubrir la literatura manchega, sobre todo la del siglo XIX y a profundizar en la poesía del XVIII al hacer la edición crítica de los fabulistas de este siglo, destacaba Anaya.
Por su parte, Ángel Romera dedicaba su exposición a repasar el origen y significado de la fábula como género y a hablar sobre los autores que figuran en la selección que ha editado.
Romera señalaba que los estudios sobre la fábula han tenido en España cierto interés. El primero en acercarse a ella fue el helenista Francisco Rodríguez Adrados, que le consagró tres volúmenes. A continuación citaba a un trío de ciudadrealeños: los helenistas Alfredo Róspide López, Francisco Martín y García, que tradujeron las de tradición esópica, y Santiago Talavera Cuesta, que ha estudiado y publicado las fábulas españolas del siglo XVIII de otros autores distintos a Samaniego e Iriarte.
El origen de la fábula es incierto, «más allá de su presunto nacimiento en Mesopotamia hace 4.500 años, de forma que llega a confundirse con las narraciones de caza que aparecen pintadas en algunos frisos de roca por los pueblos del mesolítico». Lo que conocemos como fábulas, explicaba, es sólo una rama en la gigantesca copa de un árbol formado por tradiciones fabulísticas, grecolatinas, mesopotámicas, hindúes, orientales o nórdicas.
«El término fábula es confuso. La naturaleza mestiza o compuesta del género literario, a medias narrativo y a medias didáctico ha asociado la fábula a formas paralelas como el mito, la alegoría, el proverbio, el refrán, la parábola, la anécdota, el cuento de animales, los exempla, el emblema, el apólogo y cierta paremias de arcaico origen», añadía.
Entre varias definiciones de autores, señalaba que la fábula es un relato ficticio que ofrece una imagen de la verdad. Junto a la brevedad, puntualizaba, éste es un rasgo importante, «ya que las fábulas no evaden la realidad sino que invitan a reflexionar sobre ella, a descubrir algo en ella que es la verdad y se extrae como moraleja. Esto tiene que ver con unos grandes temas de la fábula: el disfraz, o la distancia entre apariencia y realidad; y la más fundamental de sus moralejas: que es imposible cambiar la naturaleza humana. Convicción pagana que el cristianismo vino a sustituir con parábolas para las cuales sí es posible cambiar».
Además, indicaba que la fábula excluye lo fantástico o lo prodigioso, «si exceptuamos el elemento constitutivo convencional de que los animales puedan hablar. Es ese realismo básico el que obliga a asumir siempre la ironía entre lo que es y lo que no puede ser, y da lugar a uno de los temas más socorridos de la fábula, el del disfraz o desnaturalización».
Por último, reseñaba que la fábula se caracteriza por su brevedad, por su carácter didáctico, por su carácter transcendente pero realista, vulgar y práctico, por su carácter dramático dialéctico, en que se enfrentan animales, plantas, objetos, hombres o abstracciones que hablan y por su carácter alegórico, que le hace jugar con la apariencia y la realidad. Sin embargo, matizaba, todavía hay que añadir un elemento más: la psicología rígida o plana de sus personajes, «que se comportan como simples operadores episódicos de la acción, con una caracterización esquemática, delimitada por unos pocos rasgos en las dos escalas cuantitativas de la astucia y de la fuerza, que dividen a los personajes en ricos o pobres, en la una o en la otra».
Sobre su origen, Romera, indicaba que, en el ámbito europeo, la fábula proviene de Mesopotamia y se difundió dividiéndose geográficamente en dos tradiciones parecidas aunque algo diversas: por el este a través de Persia hasta la India y por el oeste a través de Asia Menor hasta Grecia y Roma. «Parte de la India fue conquistada por los musulmanes, quienes al conquistar también la península ibérica y Sicilia volvieron a conectar y fundir ambas tradiciones, ramas de la misma fuente».
«En Grecia, se atribuye la creación del género a un personaje popular llamado Esopo, de condición legendaria y acaso incluso inexistente -observaba-. Su obra llegó en el siglo VI a través de diversas colecciones tardías y poco fiables». Al parecer, la leyenda del autor de difundió merced a una novela o seudobiografía anónima greiga, La vida de Esopo, del siglo I DC, «que lo describe esclavo, de linaje frigio, de cuerpo contrahecho y canijo, pero bendecido por una astucia proverbial. Algo que concuerda, sospechosamente, con algunos héroes de cuentos tradicionales o incluso con el pícaro arquetípico», destacaba Romera.
Respecto a los autores, el editor de la selección comentaba que Samaniego es el más fecundo fabulista de la literatura española. Escribió nueve libros de fábulas, «aunque en su mayoría son adaptaciones de otros autores, salvo el noveno, que es de inspiración original. No recurrió ni tuvo en cuenta la rica tradición fabulística española y se consideró el primero en crear el género cuando, en realidad, lo estaba reimplantando». Samaniego, que «da cierta cabida al costumbrismo», era un diestro violinista, como el propio Iriarte. Sus versos resultan especialmente pegadizos precisamente por el cuidado que ponía a su musicalidad. Su fuerte, acentúa Romera, es la descripción y la narración, «pero sus moralejas son poco concisas».
En cuanto a las fábulas literarias de Tomás de Iriarte, aseguraba que superan a las de Samaniego por tres conceptos. «En primer lugar, son enteramente originales en sus argumentos. Es el primero en crear una colección temática de fábulas, en este caso sobre poética y deontología de la literatura. Por último, tiene algo de arte métrica al ensayar con ella todos los tipos de verso y combinaciones métricas que conoce. reintroduce versos como el eneasílabo, el alejandrino o el dodecasílabo, anticipando ya a finales del siglo XVIII el modernismo y rompiendo definitivamente la pobreza versificatoria del siglo XVIII». Además, recordaba que este autor inventó un nuevo tipo de eneasílabo, acentuado en la tercera sílaba, que desde entonces se le llama eneasílabo iriartrino.
Las fábulas de Samaniego tuvieron un éxito fabuloso ya en siglo XVIII. Se hicieron 128 ediciones íntegras en el siglo XIX y 28 en el siglo XX, sin mencionar las ediciones parciales. Un éxito similar tuvieron las literarias de Iriarte, que se reimprimieron en el siglo XIX 73 veces y 25 en el siglo XX, incluso se hicieron parodias de estas fábulas.
Magnífica explicación de los orígenes de las Fabulas Ángel, en un recorrido combinando amenidad y profundidad.Podríamos haber hablado de la vitalidad de todas las ‘Formas breves’que no menores.
Felicidades por el trabajo presentado y por el esfuerzo realizado. Seguro que son muchísimas las horas dedicadas. Algo sé…pero poco.
Y felicidades a todas las administraciones que tienen competencias culturales presentes en el acto, creo que fue un caos colocarlos a todos, porque ni uno solo de ellos/as quiso perderse la presentación de UN LIBRO de cultura en Ciudad Real… modo Ironic ON.
Alguna de las fábulas sería de conveniente lectura…seguro.
Sonó la flauta por «causalidad».
Felicidades, Ángel; eres el Francisco Rico manchego. Muy pronto te veremos haciendo cameos en la ficción española. Tiempo al tiempo.
Gracias por ponerme colorado. Y por cierto… Está visto que lo mío es quedar mal en las fotos: chaqueta arrugada, cara de espantar… No hay nadie menos fotogénico que yo. Desde ahora me pongo a adelgazar, no sea que tropiece y me vaya dando vueltas de campana, rodando por la acera.
Alguien te pondrá la zancadilla. No te preocupes por rodar.
No se hizo la cultura para un pueblacho cazurro.
No te merecen,Ángel. ¿No estuvieron los ediles y las edilas que tanto se prodigan en eventos y saraos varios?
Érase que se eran un burro, un cerdo y un gorrión.
Paseaban por el campo con decisión.
Después de un buen trecho entróles hambre,
y un panal de miel encontraron sin enjambre.
«Esa miel calmará nuestro apetito»,
dijo el gorrioncito,
y dirigióse el pequeño animal
al dulce panal.
Su miel rápidamente cató,
y en un palomo se transformó.
El palomo feliz y contento
se marchó sonriendo.
El cerdo se fue a probar
y en un perro se hubo de transformar.
El perro feliz y agradecido
Se fue complacido.
El asno, impaciente, empezó a tragar,
y en un caballo alado fue a parar.
¡Oh, no, ya no podré rebuznar!
“La miel no está hecha para la boca del asno”.
Bonita fábula; no la conocía.