El fenómeno Podemos y sus interpretaciones mediáticas, va camino de convertirse en un best-seller de la sociología político-electoral, tanto por sus previsiones de voto, como por el espacio que se le dedica en todo tipo de medios. Sin que a estas alturas se sepa bien si Podemos es un Partido Político convencional, como los existentes al uso en el parque del juego político; o es por contra un Movimiento Transversal no identificado, como sus portavoces insisten: ‘Ni con la derecha, ni con la izquierda’; ‘No somos ni de izquierdas, ni de derechas’.
Esa divisoria convencional de la sociología política, dicen sus voceros, son categorías del pasado y por ello carentes de utilidad en el presente postpolítico. Por ello la visión de Podemos como un Movimiento, como una red de Grupos o como un entramado de Círculos, denominaciones todas ellas que eluden la centralidad y la jerarquía inherente a los viejos partidos, pertenecientes fatalmente a la era posmoderna. Una era posmoderna caracterizada por el árbol como metáfora; frente a la evidencia rizomática de la red de redes del presente postpolítico.
De igual forma que en el discurso programático eluden una estructura lineal de su relato/programa, y optan por ello, por el carácter fragmentario e indeciso de sus declaraciones y proclamas. Declaraciones contradictorias a veces, que, partiendo de la influencia del movimiento del 15M, igual miran al legado bolivariano-chavista unas veces, como se reivindican de algunas raíces hegeliano-marxistas otras, incluso tienen ecos de citas socialdemócratas en ocasiones.
Declaraciones que además cuentan con un doble carácter y con un doble alegato: de oposición al legado posmoderno de los Partidos políticos desgastados e inhábiles, y de proposición positiva de Podemos, como alternativa al nuevo orden que nace de la sociedad pospolítica. Una sociedad pospolítica que ya ha tenido correlatos de denuncia y agotamiento, desde las fórmulas radicales, tipo ‘Cinco estrellas’ (en Italia), a modulaciones de extrema derecha (en Francia y Holanda), pasando otras veces por los prados del llamado complejo ‘antisistema‘.
Sociedad pospolítica fruto del marcado declive de los partidos políticos tradicionales, como se viene observando en países próximos y en años, igual de próximos. Con un claro precedente para las formaciones progresistas en el entorno de 1989, año del hundimiento del socialismo real; y con la mutación de la larga década neoliberal de la dupla Thatcher (1979-1990)-Reagan (1981-1989), para las formaciones conservadoras, en los largos años de fundamentación del Neoconservadurismo.
Hundimiento del socialismo real y fundamentación del Neoconservadurismo, que parecen dificultar y mantener el pacto social que generó el Estado del bienestar de la Europa de posguerra. Junto a esas derivas centrales de declive formal de la Política posmoderna, hay que señalar las secuencias siguientes en la demolición de esos principios de representación política y gestión eficiente. En unos caos será la Tangentópolis italiana, la que fulmine a las formas políticas tradicionales; en otros será la Debacle griega y en otros, como en España, será la sistemática corrupción sostenida por diferentes partidos.
Por ello, es posible que el catedrático de Derecho Político, Pérez Royo, fijara hace unos días que el sistema de partidos políticos en España ha entrado en el taller de la historia. Sin que la alarma ocasionada por la avería presente, impida reconocer largos precedentes de rotos y de quemados. Formaciones democristianas, grupos socialistas diversos, organizaciones comunistas variadas, incluso grupos menores de prochinos, trotskistas, falangistas y liberales han sido deglutidos por la premura del tiempo histórico.
Por ello habrá que pensar que cada tiempo demanda sus propias formaciones políticas; y en el presente postpolítico parece que se señalan a algunas mutaciones significativas. «Ese sistema [el de los partidos políticos tradicionales] entró en quiebra en 2010…y va a hacer falta más de una legislatura para recomponer el sistema«, viene a decir Pérez Royo, avisando del compás de espera abierto y de la duda que abre un tiempo histórico diferente.
Y en esta tesitura, de la mutación histórica y del desgaste consiguiente de las formaciones políticas supervivientes, surge el laboratorio de ciencia política (nunca más evidente) Podemos en sus diversas representaciones y figuraciones: ‘Podemos Desde arriba’, ‘Podemos Desde Abajo’ y ‘Podemos Desde todas partes’, con una extraña pretensión de totalidad en la representación política vacante. Es justamente el aprovechamiento de los materiales del derribo precedente, lo que nutre su crecimiento sorprendente. ‘Nosotros somos la gente frente a la casta’, alegato dirigido, fundamentalmente, al Partido Popular y al PSOE, pero que atiza de rondón a todas las formaciones que hayan tenido presencia institucional.
Y es ese carácter salvífico y mesiánico, otra de las dimensiones de cierto aire religioso, que algunos observadores han detectado en el funcionamiento ideológico de Podemos. La dualidad evangélica ‘conmigo o contra mí’, compone una precuela de ese ‘O gente o casta’, que dota a la respiración de Podemos de ciertos aires excluyentes. Pasando de lo exclusivo partidista, a lo excluyente partidario de una sola tacada.
Cuando bien cierto es que todo el imperfecto juego político de las democracias, se fundamenta en el equilibrio político de la representación de clases o de grupos sociales, a través de los deteriorados partidos, como partes de un todo social. Cuando se rompe el equilibrio, o cuando se fractura la representación, los partidos saltan por los aires, dinamitados por la pólvora del descontento económico y por la deflagración del cansancio social. Lo contrario a ese esquema de Equilibrios y Partes necesarios, sería la visión del juego político no inocente del Partido Único, que ya no necesita equilibrio alguno. Ya que por definición excluyente, ese Partido representa a ‘toda la sociedad’. Y de todo ello también tenemos memoria pendiente, y tenemos historia.
Periferia sentimental
José Rivero
Me ha encantado lo de la entrada en el taller de la historia de ciertos tipos de partidos…ahí se queden…
Y, además, tu artículo me ha recordado lo interesante de los artículos de Gonzalo, el ciudadano en blanco.
Quizá el Post-Podemos sea la democracia directa. Que cada uno podamos votar listas abiertas en los partidos y que Echenique no tenga que partirse la cara con los mesiánicos tríos mandamases de Podemos, para que gane el discurso racional y no los amados líderes.
Puñeteras listas abiertas ya, llevar a la hoguera la actual ley electoral y que de verdad sea un hombre/mujer un voto. Es más, con todo el respeto posible a las autonomías, quitar las «triplicidades» actuales de representantes políticos en las cuatro administraciones actuales (estatal, regional, provincial y local…tócate los mismísimos). Y, fuera alcaldes-diputados-senadores-toreros-concejales. Un hombre/mujer-un puesto.
Esa sería la verdadera democracia. Partidos sí (para mi sí) pero que no puedan presentar listas cerradas forzándonos a votar a quienes no queremos votar. Así no habrá peperos que tengan que votar a Rajoy otra vez, a Pedro Sánchez los socialistas que no quieran o a Monedero los 15M. Esas serían las mejores primarias.
En fin de utopías también se vive, y ya se me ha metido en la cabeza la frase de Romera «Podemos ya solo puede defraudarnos»…esperemos que poco.
Salud.
Cuestion de meses par a que defraude del todo
Ea, personalmente espero que tu previsión sea como las del adivino Sandro Rey, porque si eso es así será muy malo para todos (incluidos tu y yo).
Hemos pasado por la Gürtel-Bárcenas y el hundimiento del país con desmantelamiento de lo público. Hemos pasado por los Eres y un gobierno nefasto del PSOE que negó la crisis en vez de afrontarla en su momento. Si estos también resultan un fraude ¿Qué nos queda?
Yo sigo albergando alguna esperanza. La misma que tuvieron muchos españoles en los 80.
Ese es el gran problema y dilema que encierra la transversalidad de Podemos. Su postulación de representar a todo el corpus social y por ende unívoco y/o único. Esa es una teoría y praxis no recomendable más teniendo en cuenta las experiencias del pasado y algunas otras del presente. La frase exprópiese nos recuerda a Cuba o Chaves. El partido único es el de sus clases dirigentes. El resto solo medios, no fin en si mismos como personas con sus múltiples diferencias, para hacer de si capa un sayo, o del del Estado un nuevo cortijo al antojo de sus cúpulas. Suena a viejas aspiraciones nunca logradas. El verdadero sentido de un buen gobierno es la desconfianza general de sus administrados y por tanto la división de poderes y un control absoluto de cualquier desvarío de los intereses generales. Y por lo que venimos viendo a este grupo no se le puede objetar nada de lo que ya van viéndose como corruptelas al estilo de lo que por otro lado critican. Hablar es gratis. Nada nuevo bajo el sol…
El corrector puso Chaves donde quise decir Chávez como supongo se habrá interpretado….
El cambio que se exige deja de sermeramente coyuntural: es un cambio total solo posible con una nueva constitución, como vengo diciendo, y de eso nadie dice nada; ni siquiera los de Podemos. Deberían hacer un documento al respecto, pero están demasiado entretidos soplando la gaita.
El título del artículo viene que ni pintado por su intencionalidad, más evidente que sutil. Es de eso de lo que se trata. ¿Estamos ante un movimiento tendente a la uniformidad, y del sentido identitario del Estado con un partido único, e infalible, cual dogma papal y ecuménico? ¿ y al que no se le puede objetar crítica alguna? Acabo de ver el documental «tierra hostil» sobre Corea Norte y no puedo sino asombrarme de que aún haya gente que siga creyendo en ese tipo de Estado paternalista y protector del pueblo pero sin el pueblo. Pura bazofia totalitaria. Y Podemos parece postular tal bondad unívoca frente a la diversidad. No veo esperanza en dichos postulados pues a la postre y ante la imposibilidad de llevar a cabo aspiraciones nunca logradas se desviaría hacia la justificación de lo injustificable. Esta Constitución sigue siendo válida. Sólo hay que acometer sus defectos de partida y cumplimiento del resto.