Junta de Gobierno de la Hermandad del Nazareno.- Queda menos de un mes para el inicio de la Cuaresma y la mayoría de hermandades de la Semana Santa de Ciudad Real realizan durante estos días sus “igualás”. Un ritual que permite a las cuadrillas cerrar su lista de costaleros y determinar el puesto que cada uno de ellos ocupará debajo del paso.
Viernes noche y en la Casa-Hermandad del Nazareno hay costaleros hasta en los pasillos. Todavía sin faja ni costal en mano aguardan las instrucciones del equipo de capataces que intentan organizar la “igualá”. Es la primera toma de contacto de la cuadrilla antes de los ensayos y es el momento en el que los nuevos aspirantes intentan entrar a formar parte del grupo. Este 2015 eran ocho las caras nuevas, entre ellas la de Emilio que con la mayoría de edad recién estrenada quería probar suerte tras vestir desde pequeño la túnica nazarena. Junto a él, Álvaro, otro joven que regresaba después de un breve parón muy ilusionado por recuperar la tradición costalera de su familia.
Frente a ellos, 49 veteranos como Jesús, quien comentaba en uno de los muchos corrillos lo importante de este ritual en el que los capataces se encargan de colocar a los costaleros por igualdad de altura a lo largo de las siete trabajaderas que conforman el paso. “El buen resultado en la calle se resume en una buena igualá para que durante el recorrido unos no vayan cargando más peso que otros”, explica.
Del más alto al más bajo, los costaleros iban entrando de siete en siete al museo de la Hermandad. Allí les esperaba el capataz Juan Luis Huertas y el resto de su equipo. Organizados en línea y con el cuello descubierto, medían a cada aspirante la altura donde el peso de la trabajadera va a apoyar en su cuerpo. “Es en la vértebra atlas donde medimos al milímetro la distancia respecto del suelo que tienen los dos costaleros más altos y el más pequeño de cada fila para que el paso del Señor cuando levante se vea plano ante los ojos de los cofrades”, concreta el capataz.
Observando de cerca la maniobra se encontraba el hermano mayor, Luis Enrique García, quien reconocía la labor del capataz y sus auxiliares, puesto que la gran afluencia de costaleros “es sinónimo de que están haciendo las cosas bien y para nosotros a la vez es un respaldo como hermandad”.
Transcurrida más de una hora, las piezas del puzle parecían encajar y todos los aspirantes podrán sumarse finalmente al calendario de ensayos de la cuadrilla del Nazareno. Todos están dentro, pero nadie tiene un puesto asegurado. Todo dependerá, como subrayaba Juan Luis Huertas, del esfuerzo y la disciplina que tenga cada uno de ellos.