Fermín Gassol Peco.- Nuestro inteligente humorista y dramaturgo Enrique Jardiel Poncela fue autor de muchas frases ocurrentes y acertadas, una de las cuales hace referencia a la manera más idónea para proceder en algunos momentos de nuestra existencia: “Cuando tiene que decidir el corazón es mejor que decida la cabeza».
Fino observador del alma hispana, bien pudo con esta frase hacer referencia a nuestra apasionada visceralidad a la hora de hablar, decidir, justificar o reprobar pensamientos o conductas obedeciendo de manera primordial, primaria y recurrente a los impulsivos dictados por ese noble pero ciego músculo vital que es el corazón.
Y es que llama poderosamente la atención esa acentuada subjetividad que mantenemos buena parte de los españoles a la hora de analizar hechos acaecidos de manera cotidiana, del cariz que propongamos, pero sobre todo relacionados con lo público, con el mundo de la política.
En general somos personas poco proclives a analizar y discernir las ideas o programas electorales, eso sí, cuando tenemos la suerte de que existan y los expliquen de manera constructiva, objetiva y elaborada, sin posturas preconcebidas…que desgraciadamente seguimos viendo cómo es más fácil recurrir al método de actuar pensando y hablando afectivamente en “contra de los otros” más que hacerlo a “favor de los míos” sobre todo cuando no existen elementos positivos y razonados para inclinarse por una u otra opción.
Como consecuencia no actuamos de manera pragmática, progresamos en “nuestro” conocimiento de las cosas al despreciar el mundo que nos es emocionalmente ajeno, ni nos preocupamos de conocer el porqué del comportamiento de los que defienden otras posturas.
Por poner un ejemplo, sintonizamos cada mañana con la emisora o nos hacemos con los periódicos que dicen lo que de antemano queremos oír o leer. Para nada ayudan además a este afán los penosos y vacios discursos electorales en que se convierten de manera asidua los mítines de los partidos políticos en donde el único programa que parecen tener es el “y tú más”, del insulto al contrario, criticando cuestiones parecidas a las que ellos mismos hacen o han hecho, a veces no muy lejos en el espacio o en el tiempo.
Evidente que no somos ni es aconsejable ser puro intelecto, pero parecería más aconsejable que las decisiones más importantes se tomaran tras haber analizado entre las posibles la más conveniente y no arrastrados por el precipitado e irreflexivo golpe del corazón. No podemos decidirobedeciendo a nuestro estado de ánimo.
Me podrán rebatir ustedes estas reflexiones con la frase de Pascal: “el corazón tiene razones que la propia razón desconoce”. Y yo les respondo: es cierto sí, pero Pascal era físico, matemático, filósofo, teólogo, un genio que podía tener el privilegio de pensar y ver hasta con el corazón… y además… era francés.
Tú lo has dicho «Pascal era físico, matemático, filósofo, teólogo, un genio» y en España somos más del tipo «cabrero» como dice Juan Marsé.
Por eso nos va como nos va…
Y tú lo has dicho: más razón y menos corazón. Ó dicho de una manera más burda «menos cojones y más razones».
Salud.
Sí, existe una variable más… el estómago agradecido.