Fermín Gassol Peco.- (A todos aquellos que hacen de su vida una entrega silenciosa a los demás, a los que con su trabajo o cualquier dedicación nos aportan cada día algún momento de felicidad). Los lugares que habitamos, esos espacios que permanecen sin hablar a nuestro lado, esos vacíos que sin darnos cuenta nos limitan, esos mismos, son los que marcan todos los momentos de la vida. Y las paredes sois como esos límites concretos e invariables entre las que hacemos y deshacemos la existencia.
Las paredes sois algo mucho más importantes que unos muros, sois las que nos acogen, nos ubican y nos miden, las que a modo de obedientes secretarios, escribís lo que sucede sin pedir más requisitos.
Vosotras las paredes sois las confesoras de todos los secretos de la vida; las que escucháis silenciosas nuestras frases, las que guardáis nuestros mayores y profundos compromisos.
Las que sabéis de la rectitud de nuestras obras, pensamientos y deseos, que en la soledad de una morada los tenemos por sinceros.
Vosotras sois las que asistís a los gozos y a las sombras en las celdas de conventos y presidios; las que sabéis si el abrazo entre el hombre y la mujer es amor o es puro instinto; si es verdad lo que se dicen mientras yacen o se trata del comercio clandestino de un amor prostituido.
Las que alegres, despedís a los enfermos, que tras una dolorosa enfermedad os abandonan, las que os conmovéis, cuando los vientres entre gemidos, dan sus frutos.
Vosotras sois como notarios que dais fe de lo tratado, de lo dicho por el médico al paciente, del consejo que unos padres dan al hijo, de tantas intimidades conyugales, de los abrazos y caricias o de casos de violencia sin sentido.
Las que asistís en los juzgados a que algunos decidan si unos hombres o mujeres son absueltos… o en su desgracia condenados a miraros sin quererlo. Las que saben si entre los hombres, los negocios son transparentes y limpios o son negros, las que tristes observáis cómo sin armas, se apuñala por interés a un compañero.
Vosotras sois las que examinan al docente, las que sabéis de su entrega y sus esfuerzos, las que dicen si merece ser ya un hombre o tiene que esperar a otra ocasión para poder serlo.
Las que acogéis a los que no tienen nada más que vuestra altura, como único capital de su esperanza. Las que aceptáis ser el último refugio de los que cansados de vivir, dejan los sueños.
Vosotras sois las que cada día que amanece, escucháis en primavera a unos jilgueros que os alegran la tristeza… de tener que acoger a tanta gente que hay sin techo, dentro de vuestro regazo…y en silencio.
Un bello escrito sobre algo tan doméstico y cercano como es una pared… lleno de connotaciones casi folosóficas.
Tan solo añadir, «que las paredes no se conviertan en muros cuando estos son sinónimo de prejuicios, discriminaciones, distanciamientos, separaciones, locuras y tantas y tantas cosas negativas como describe muy bien «The Wall» de los Pink Floyd…
O.K. Luis Mario.