Fermín Gassol Peco.- ¡Pepe tráete un par de barras! Y el marido presuroso se lanza a la calle como cada lunes y cada martes para cumplir con “el mandao”. Con paso firme, seguro y deportivo aspira el primer aire de la mañana enfundado en su flamante chándal. El tiempo en diciembre no es para nada apacible pero al protagonista de la historia no le importa, con el chándal da lo mismo. Es la primera ayuda conyugal y familiar del nuevo día, comprar el pan, la fruta, el pollo y lo que manden, para eso tiene el chándal.
De regreso a casa con las bolsas de la compra realizada, ufano por el deber cumplido y sentirse útil a la causa doméstica, nuestro pequeño gran atleta le comenta a su mujer: María voy a echar la primitiva y a pasarme por el banco a pagar unos recibos, después me iré a pasear por la vía verde que hoy no tengo ganas de ir al “chalé” a podar los arbolitos.
María le dice preocupada: hoy no deberías ir de paseo que hace muy mal tiempo, pero Pepe le responde, a mí el tiempo me da igual porque yo llevo mi chándal. Bueno, haz lo que quieras pero recuerda que tienes que recoger a la nieta a la salida de la guardería y llevarla luego a su casa. Y nuestro Pepe particular no lo duda ni un momento porque, en llevando su chándal, que le manden lo que quieran.
Comienza la diaria caminata por el parque mientras sintoniza su emisora de radio preferida. Caminando, caminando, llega cerca de Poblete; con el chándal el trayecto ha resultado muy fácil. Cuando regresa de su olímpico paseo va a esperar la salida de su nieta que al verlo tan dinámico le dice, pero qué abuelo más joven tengo; es el chándal hija mía que me hace más esbelto. Ya en su casa, María le espera con la comida preparada; se sientan a comer, él por supuesto con su chándal que para el ejercicio estomacal es también vestimenta muy idónea.
Comida rápida que los compañeros de partida esperan. No hay lugar para el descanso entre dos tiempos, solamente el cambio de campo. No vengas muy tarde Pepe que enseguida se hace de noche. Ya sabes que estoy abajo en el café de la esquina con la partida de siempre, con la partida del chándal y además, hoy hay partido.
Y a las ocho, puntual aparece nuestro hombre en su morada a la vez que su mujer sale a la calle. ¡Pepe la bombilla del salón está fundida! y Pepe con su chándal, ya cansado se encarama decidido en la escalera a cambiar la bombilla que no luce.
¡¡Bueno, creo que por fin he llegado hoy a la meta!!, comenta satisfecho mientras se apoltrona ante la tele para ver jugar al equipo de su alma embutido en el chándal de su vida con la cerveza y los panchitos de trofeos. ¡Mira que he hecho hoy ejercicio! se comenta, pero he de reconocer que el mérito de todo lo que hago se lo deberé siempre a mi chándal.
El chándal, vestimenta cómoda, multifuncional y sicológica. ¡Menudo invento ha sido el chándal!
Me gusta tu historia.
¡Viva el chandal!
Viva!!!!
El chándal para l@s deportistas,el resto mejor que dejen de hacer el cateto.
El chándal, como el teléfono móvil, han hecho mucho daño. Uno, al buen gusto; el otro, al silencio.
Un saludo.
No puedo estar más de acuerdo con José Manuel.
Quien más, quien menos, ha hecho uso en alguna que otra ocasión de una prenda de innegable funcionalidad, pero el abuso de este uniforme, como el abuso, en verano, de los «pirata con chanclas», por hombres y mujeres, saca mi Godzilla interior y me hace querer sembrar la destrucción del mal gusto.
El chándal sienta a los atletas tan bien como a Electra el luto. A la gran Yelena Isinbayeva , con sus 175 centímetros de belleza olímpica , portando su pértiga, le sienta como un guante. Cuando recogió el Príncipe de Asturias del deporte pudimos observar que el traje de gala no le sentaba tan bien. Y es que descontextualizar los outfit ,no siempre ( casi nunca), es una buena idea.
Me fastidian con jota (sólo un poquito,es cierto) los que se apuntan a la moda de criticar las modas que no le agradan.La crítica a los que llevamos chandal sin ser deportistas es ya un cliché que huele a manido y trasnochado.A lomejor,alguna vez resultaba muy «in» hacer el comentario de marras…Lo llevo oyendo años y siempre hago lo mismo: me coloco los casos,me cierro la cremallera del chándal y sigo andando. ¡¡Allá cada cual con sus manías y sus neuras!