Fermín Gassol Peco.- Decía el creador de Peter Pan, el dramaturgo escocés Sir James Matthew Barrie que “Dios nos dio la memoria para que pudiéramos tener rosas en diciembre”. En Escocia las rosas duran poco, son efímeras luces en un tapiz de verdes sombras y en aquella época sin realidades virtuales eran tiempos en los que cada cosa tenía su espacio y su tiempo. Sin embargo la memoria del hombre actual se ha vuelto muy perezosa.
Hoy ya no nos hace falta recordar. Con la genética, las máquinas calculadoras y la informática nos evitamos perder el tiempo sumergiéndonos en los recuerdos borrosos del pasado porque todo se hace presente en un momento sin necesidad de volver hacia atrás la mente o la mirada.
No sé si será porque el tiempo ahora se ha vuelto más suave o menos rudo o que la genética ha descubierto variedades más condescendientes con el frío como ejemplo vivo de tolerancia existencial pero les diré que en diciembre he visto rosas y no solo en escaparates o en floristerías sino en los parques y jardines; hace solamente un par de días corté las últimas que han florecido en este año.
Estaban, eso sí, desvaídas, encogidas, como esperándome. Entre la palidez de la niebla inerte y plúmbea, entre los tallos y ramas de los árboles desnudos ya por el rigor del invierno ya inmediato, allí estaban como pequeñas luces rosas, como pequeños fuegos de calor en sus últimos destellos reclamando que una mano salvadora las liberara de una muerte próxima y segura y les prolongase un poco más la vida en el calor de un hogar. Son las últimas rosas de un año que también está próximo a expirar pero al que no podemos ni debemos cortar ni una sola hoja, ni una sola flor del calendario.
El tiempo es la más hermosa de las rosas y cada día que nos pasa es como un oloroso pétalo caído al que otro en la mañana con mayor aroma le releva. Porque cortar las rosas del rosal en primavera puede convertirse también en otro atentado contra la vida que amanece, pero hacerlo en diciembre con el invierno dibujando ya sus grises colores, es como un pequeño acto salvador de esa misma vida que ya anochece, una oportuna eutanasia liberadora para acabar los días en un lugar más apacible.
Como el dramaturgo escocés pensaba, los hombres siempre queremos mantener en la memoria lo hermoso y agradable. La imaginación nos lleva siempre a querer hacer presente aquello que deseamos tener con nosotros cada día. En Escocia y en diciembre por lo visto ya no hay rosas pero lo importante es que con la Navidad ya próxima, las rosas sigan existiendo en todos los países del mundo, no en los jardines, en invierno es imposible sino en los corazones de todos nosotros, eso ya lo creo que es posible y deseable.